GETAFE/Tribuna con acento (30/10/2019) – Con la ampliación de la esperanza de vida se han intensificado el uso de palabras como envejecimiento activo, calidad de vida, salud, cuidados formales e informales, modelos de vivienda, dependencia o alzhéimer… La pirámide de población en España y, en Getafe en concreto, continúa su proceso de envejecimiento, medido por el aumento de la proporción de personas mayores, las que tienen 65 o más años. Según las estadísticas municipales, las personas mayores en Getafe son 34.397 que representan el 18% de la población total, de ellas más de 7.300 personas tienen más de 80 años de los 190.767 habitantes censados.
Ya en los inicios de los años noventa, las Naciones Unidas (ONU) promulgó una serie de principios para el impulso de políticas y programas de fomento de la participación, poniendo especial atención en los movimientos sociales o asociaciones, y en especial en el desarrollo de su autonomía y dignidad. En esta dirección, se inscribe el envejecimiento activo. Son todas aquellas personas mayores que participan en los centros cívicos, jornadas culturales, museos, tiempos dedicados a la lectura, la música o el disfrute de los viajes del Imserso.
Pero la edad, al mismo tiempo, ha modificado el patrón epidemiológico caracterizado por un aumento de las enfermedades crónicas y degenerativas como el cáncer, las enfermedades del aparato circulatorio, respiratorio y neurológicas, entre otras. De manera genérica, el concepto de personas mayores dependientes se refiere a aquellas que presentan limitaciones para realizar una o varias actividades básicas como vestirse, lavarse, cocinar o hacer la compra. En esta realidad se inscribe el Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD) que nos viene a decir que en torno al 3% de la población necesita apoyos de mayor o menor intensidad para desarrollar dichas actividades. Estas situaciones de fragilidad, son asumidas de maneras diferentes según la condición económica de los hogares.
Un primer grupo lo constituyen aquellos hogares con necesidades de cuidados que no lo pueden comprar en el mercado y tienen que recurrir a algún familiar cercano. Es un inmenso colectivo de la clase social media y baja, que cuidan de otros, casi siempre mujeres, que no perciben salario alguno. Su única compensación es la autoestima y saber que se está haciendo una aportación muy importante de cariño y ternura a los seres queridos. Son las que se denominan cuidadoras informales, mujeres de mediana edad, jubiladas, casadas y con hijos.
Pero también se advierte que el cuidar a un familiar enfermo comporta, en general, altos niveles de distorsión. Para algunas mujeres representa una doble jornada, desplazamientos y conflictos emocionales. Son las mujeres invisibles en el hogar que contribuyen al bienestar del país, pero que no se contabiliza como Producto Interior Bruto (PIB). Y menos aún, se conoce el sufrimiento en el acompañamiento de las personas con enfermedades crónicas.
Las empleadas de hogar y sus condiciones de trabajo precario
Un segundo grupo lo configura el trabajo remunerado de las Empleadas de Hogar. Esta formado básicamente por mujeres, mayoritariamente inmigrantes, aproximadamente unas 400.000 registradas en el Régimen Especial del Hogar. En Getafe en septiembre de 2019, había registradas 841 personas, en la práctica doblan en número. En su actividad cotidiana se las exige, además de las tareas del hogar (cocina, plancha, limpieza..), un cuidado exquisito de las personas dependientes. Sin embargo, este colectivo no goza de los mismos derechos que tienen el conjunto de la clase obrera contemplados en el Estatuto de los Trabajadores. España tiene por delante todavía la ratificación del Convenio 189 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo). Entre otros, no registra la prestación por desempleo o las bajas de maternidad. Es el sector más precarizado de la sociedad, pero que sin embargo, se las exige exquisitez en el cuidado.
Un tercer grupo, quizás el más numeroso, está constituido por los cuidadores y cuidadoras formales que desarrollan su labor en hospitales, residencias geriátricas, centros de día,… Subrayan tres términos que valoran como cruciales en el acto de cuidar: a) crear un entorno amical; b) hacer sentir como en familia; c) y mantener un buen nivel profesional. Para este colectivo el cuidado de las personas mayores les es gratificante, y experimentan satisfacción con la vida en general. Aunque representan una alta presión en la prestación de servicios por falta de personal. Dentro de este colectivo denominado formal se encuentran las Trabajadoras de Ayuda a Domicilio (TAD) que generalmente lo llevan empresas externas. Y de nuevo nos encontramos con la precariedad de las condiciones de trabajo: ritmos acelerados, sobrecarga de tareas asignadas, contratos temporales… Hay una necesidad expresa de seguimiento con las empresas licitadoras donde el Ayuntamiento debe velar para un trabajo decente y/o en su defecto remunicipalizar los servicios de cuidados.
La dimensión del cuidado en todas sus facetas formales e informales requiere una responsabilidad de Estado. El aumento en la inversión en la economía para avanzar en la promoción de servicios, recuperar y recompensar económicamente el cuidado no remunerado de las mujeres, potenciar la conciliación laboral, así como la creación de plazas de residencias para personas que se encuentran en listas de espera. Pero también hay que descender al espacio local. Se suele decir que un municipio registra su categoría humana por la forma y calidad que cuida a sus habitantes. Ello requiere el fomento de campañas de sensibilización, la redistribución de tareas entre los sexos, pero sobre todo la promoción de viviendas asequibles y adaptadas, la creación de viviendas colaborativas donde grupos de personas mayores -conservando su intimidad, e identidad- se agrupan para compartir y disfrutar espacios comunes de ocio y disfrute. Una gran carencia en nuestro municipio.
Atraviesa toda nuestra existencia. Como se viene manifestando por diversos autores e instituciones… El cuidado es una nueva manera de ver, escuchar, acariciar, oler, gustar, sentir, pensar, conocer, prestar atención… La sociedad actual tenemos el reto de promover la sensibilidad, hacia las necesidades del cuidado de los mayores. El despliegue de todos los sentidos que forman parte constitutiva de nuestra condición humana. Necesitamos la palabra para acercarnos al «otro» y reivindicar derechos humanos hoy confinados por el mercantilismo. No puede ser que las pensiones la traten de gestionar los bancos, el modelo de viviendas colaborativas las promotoras inmobiliarias del IBEX 35 y la sanidad se privatice con criterios especulativos. Estamos necesitados de redes de apoyo, de creación de entornos saludables donde la cooperación y colaboración intergeneracional sean señas de identidad donde los mayores se sientan seguros en su espacio local.
Andrés Aganzo Toribio
8 noviembre, 2019 at 17:22
Los derechos del C189 que faltan en la legislación española ademas de las prestaciones por desempleo son dos: adopción de medidas eficaces de seguridad y salud laboral (art. 13) Sobre medidas de salud laboral, en este momento no hay nada legislado. Las frecuentes lesiones músculo-esqueléticas y la fatiga mental no son reconocidas como accidentes laborales. Las bajas por maternidad sin están contempladas.