GETAFE/El aula sin muros (30/10/2019) – Contaba el sociólogo Alberto Moncada que si fuera posible que una persona fuese transportada en el tiempo desde la Edad Media hasta nuestros días se quedaría sorprendido por los impresionantes avances técnicos de nuestro tiempo, no entendería nada y le costaría adaptarse a un modo de vida tan diferente en todos los ámbitos. Pero si entrase en una escuela no sufriría sobresalto alguno, se encontraría con un ambiente muy parecido al que él habría vivido: un maestro al frente impartiendo su clase magistral, el libro de texto con algún color, ¡qué bonito!, parecidos exámenes de contenidos memorísticos y sumiso acatamiento al orden establecido. Con suerte podría encontrarse con algún artilugio tecnológico como la pizarra electrónica o incluso la Tablet, sustituyendo a la pizarra tradicional y el libro, pero con una forma de uso no muy diferente.
¿Por qué el ámbito educativo es tan refractario a la innovación? ¿Cómo es posible que en un mundo que evoluciona a un ritmo vertiginoso la escuela actual siga pareciéndose tanto a aquella que impartía el Trivium y el Quadrivium?
Seguramente tiene mucho que ver con el modelo de persona y de sociedad que persiguen los poderes políticos y económicos que gestionan la mayoría de los sistemas educativos: la sumisión de todos a los intereses del poder. La formación de individuos sumisos que sirvan a los intereses del sistema dominante. Por eso, los cambios que se producen son intrascendentes, son solo cambios de forma y fachada.
La verdadera innovación tiene como objetivo la formación integral de la persona, de individuos críticos, autónomos que juntos contribuyan a la construcción de una sociedad más democrática, más justa, solidaria e inclusiva.
Los cambios que se están produciendo son superficiales y dirigidos por los intereses de la economía que necesita un tipo determinado de ser humano al servicio y gloria del capitalismo neoliberal. Lo que está ocurriendo en la escuela con la innovación es que se impone una tecnocracia educativa que promueve el dominio de metodologías y técnicas pedagógicas que parecen progresistas y que cambian la escuela, pero no es verdad. En el fondo se trata de que nada cambie, porque suelen ponerse al servicio del individualismo imperante, del éxito individual, del control del alumnado, de la segregación de los más débiles, de la selección de los excelentes… como casi siempre ha hecho la escuela que nos imponen.
De forma falaz, se presentan como la alternativa innovadora a un sistema educativo tradicional, proponiendo cambios de forma: modificación de espacios y tiempos, codocencias, utilización de las tecnologías más avanzadas, metodologías activas, nuevas técnicas pedagógicas, trabajo por proyectos, en equipo y colaborativo, etc. Todo con la pretensión de seguir produciendo la docilidad que el sistema productivo capitalista necesita y a las que hay que supeditar los sistemas educativos.
Observamos lo que sucede a través de tres hechos que nos parecen muy significativos y en los que no solemos reparar. Uno es el impulsado por la Nueva Gestión Empresarial, desarrollado por los departamentos de recursos humanos de las grandes corporaciones, que persiguen impregnar el mundo educativo para que forme a las personas que necesitan sus empresas según sus intereses. Para ser competitivas en el mercado de la producción y consumo necesitan innovación y cambio constante, creatividad, eficacia, trabajo en equipo, capacidad de iniciativa y emprendimiento…
En segundo lugar, ese modelo de gestión se traslada a las políticas de los estados a través de la Nueva Gestión Pública, que no es más que la introducción de procesos privatizadores en los que todo lo público funcione como una gran empresa donde lo importante es la eficiencia, la rentabilidad y los resultados. También en la enseñanza. Los centros educativos han de funcionar como empresas. La Alianza entre lo Público y lo Privado ha de ir consolidándose. Se va a ir concretando progresivamente en la ocupación y la invasión de lo público por los intereses económicos privados y privatizadores.
Y el tercer proceso es el inmenso desarrollo de la Industria Educativa Global desde la conciencia empresarial, de que el nicho de negocio de la educación se sitúa hoy, según la Organización Mundial del Comercio, en torno a los 10 billones de euros y hay que aprovecharlo.
Para esa penetración en el espacio público educativo, las grandes corporaciones (bancarias, tecnológicas, farmacéuticas, energéticas, etc.) crean sus propias fundaciones, que se encargan de decirnos lo mal que funciona el sistema educativo público, primero, y cuáles son las innovaciones de un sistema educativo puesto a su servicio, después, en lo que se ha denominado “filantrocapitalismo”. Es la concreción que hacen en la educación, de lo que publicitan como “responsabilidad social corporativa”, en un intento de maquillar lo que roban constantemente a sus trabajadores y a la sociedad. El objetivo es colonizar los diferentes ámbitos educativos y, sobre todo, la escuela de titularidad pública, donde está la verdadera oportunidad de negocio.
Son muchos los patrocinios interesados (Fundación Telefónica, Fundación COTEC para la innovación, Fundación Botín: Empieza por educar, Asoka y sus gestores del cambio educativo, Aprendemos Juntos del BBVA, Inditex y sus becas de formación del profesorado en innovación, Fundación La Caixa…) que nos invaden desde la educación infantil a la universidad, así como las cesiones a empresas privadas de proyectos educativos, de espacios, tiempos, contenidos, formación del profesorado y procesos de evaluación que conciben la educación como una prolongación de las propias empresas y de su espíritu mercantilista.
En este juego está, como punta de lanza y modelo a seguir, la enseñanza privada concertada que innova para responder a las expectativas de sus clientes, pertenecientes, mayoritariamente a la clase media real, a la clase media aspiracional con la que se identifica hoy la mayoría de la sociedad. Ellos piden para la educación de sus hijos lo mismo que les piden a ellos los departamentos de recursos humanos de las empresas en que trabajan: innovación, creatividad, trabajo en equipo, capacidad de cambio… todo en función de que puedan insertarse mejor en el mundo laboral y ser competitivos y rentables para la empresa. Este modelo de innovación también se está asumiendo por muchos centros de enseñanza en el espacio de la escuela de titularidad pública.
Así pues, no podemos olvidar que la innovación hegemónica se sitúa hoy dentro del proyecto capitalista de control del conocimiento y los saberes puestos a su servicio. De ahí su creciente interés por la producción de un conocimiento colonizado, una educación manipulada y una cultura ignorante. Su proyecto lleva consigo la desactivación de la capacidad de pensar críticamente y la demolición de cualquier subjetividad libre e interconectada con los procesos emancipadores y con los deseos de un vivir colectivo emancipado.
Tenemos claro que ésta no es la innovación y renovación que queremos para la escuela pública. El movimiento social de renovación y transformación de la escuela y la educación, con el que nosotros nos identificamos, propone otro modelo… que desarrollaremos en otro artículo.