GETAFE/Rincon psicológico (09/10/2019) – Muchos pacientes han acudido a consulta con la fantasía de que podríamos sanar sus heridas y que todo podría volver a ser igual que antes o al menos poder dar fin a ese dolor indescriptible que no le permite dormir, relacionarse, ir al trabajo que ya empieza a vislumbrarse en depresión. Me gusta utilizar la metáfora de una herida física, esa herida que nos hacíamos cuando de pequeños nos caíamos de la bici o esa cicatriz que debido a una cesárea permanece en nuestro cuerpo eternamente.
Las heridas forman parte de nuestro día a día, las heridas son eso, huellas que nos recuerdan que el dolor existió y que ahí permanecerá porque en el mínimo descuido otro pequeño golpe volverá a reavivarlas… «¿ Entonces doctora? (me comentan en la sesión) , ¿ entonces?, ¿lo que usted viene a decirme es que esta herida nunca se cerrará? Y es ahí cuando paso a explicarles, la belleza y el sentido profundo de las heridas.
Todos hemos crecido con heridas, padres ausentes, madres sobreprotectoras, compañeros de clase que nos ignoraban, que nos desplazaban, rupturas amorosas, emociones de fracaso, de haber imaginado que éramos el mejor y después darnos cuenta que sólo éramos uno más…
Todos por ser niños, por tener esa biografía de vida, por en definitiva VIVIR, nos hemos llenado de heridas, unas nos han hecho transformarnos como personas, otras han sido tan profunda que aún hoy nos siguen acompañando en forma de enfados, orgullosos, buenrollismos y entonces llega el día en que sin esperarlo la herida SALTA en forma de exaltación , gritos, vómitos, cefaleas, úlceras de estómago y entonces nos preguntamos… ¿ Qué es lo que está sucediendo?
Una herida se cierra, se sana, pero no se cura definitivamente.
Una herida se descubre, se habla, se dialoga, se confronta, pero ahí permanecerá.
Una herida se abre, se cierra y se abre para volverse a cerrar mil veces más a lo largo de la continuación de la vida.
Y cada vez que por estar vivos me enamore, aparezca un trabajo importante para mi, me traslade a una ciudad soñada, esa herida despertará. Puede que permanezca dormida un tiempo pero el tiempo y el VIVIR dispondrá para que esa herida despierte.
Nuestra labor en terapia es DARNOS CUENTA de qué nos condujo al dolor, es darnos cuenta de esa niña interior herida, es darnos cuenta de su necesidad, de su dolor de cuando ella no podía protegerse o cuidarse, de cuando necesitaba al adulto para crecer, y que ahora desde la completud de ese niño adulto ya puede darse todo lo que necesitaba sin depender de otros.
No es un trabajo fácil, pero si de un amor profundo a los niños heridos que fuimos, a los niños amados de otra forma, es un trabajo de ENCUENTRO del niño y el adulto, de las demandas que hoy quiero y ya puedo darte, es un trabajo de sanación del yo puedo, es un trabajo de seguir creciendo desde mi YO más respetable y adulto.
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