Sería en verdad una actitud ingenua esperar que las clases dominantes desarrollasen una forma de educación que permitiese a las clases dominadas percibir las injusticias sociales en forma crítica.
Paulo Freire
GETAFE/El aula sin muros (09/10/2019) – Al tiempo que nos sumergíamos en el equinoccio de otoño, el Colectivo Escuela Abierta, celebrábamos nuestra trigésimo novena escuela de verano. Unas cien personas, docentes en su mayoría, se unían a nosotros en este fin de semana para reflexionar sobre el largo recorrido que separa la escuela que tenemos de la escuela que queremos. El reto que proponíamos era cómo avanzar hacia la Escuela de lo Colectivo partiendo de este modelo de escuela individualista que nos imponen desde los ámbitos del poder instituido:
Las políticas neoliberales promueven un modelo de escuela individualista, competitiva, selectiva y segregadora, en consonancia con sus políticas sociales que niegan la justicia social, la equidad y la fraternidad. Nosotros proponemos un modelo educativo que promueva la cooperación, el mestizaje, la solidaridad, lo colectivo, porque sólo interaccionando con los demás, con los diferentes, formaremos una ciudadanía responsable, comprometida con la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
Contábamos con el concurso, entre otros, de Jurjo Torres, prolífico ensayista, catedrático y director del departamento de Pedagogía y Didáctica de la Universidad de La Coruña, que exponía cómo en la actualidad el espíritu del neoliberalismo y el neocolonialismo se impone a través del capitalismo financiero y las necesidades de la economía productivista. Cómo se construyen las personalidades a partir del «sentido común» neoliberal: educando clientes consumidores, empresarios de sí mismos que invierten en sí mismos. «La economía es el método. La finalidad es cambiar el corazón y el alma», decía M. Thatcher.
Así se va transformando el sistema educativo en un mercado que destruye lo que nos une, lo colectivo. Esta sociedad posindustrial e informacional establece unos discursos públicos de reorientación y control exhaustivo del currículo y de todo lo que pasa en la escuela.
Frente a ello nosotros sostenemos que el sistema educativo debe tener como propósito avanzar hacia la sociedad democrática: educar una ciudadanía culta, capaz de confiar en sí misma, informada críticamente, activa, justa, participativa, optimista, crítica, inclusiva, comunitaria.
Solo se construye la escuela de lo colectivo en el espacio público, donde es posible una educación justa e inclusiva. Por eso las leyes educativas contextualizadas tienen que proponer un proyecto educativo para todos basado en la justicia social, en la equidad y en la inclusión. Construir la escuela pública de lo colectivo conlleva remover todos los obstáculos que hoy la hacen tan minoritaria: los espacios de exclusión social (el barrio, el centro gueto…), las escuelas que discriminan y segregan porque son clubs privados, las que educan clientes y no ciudadanos… La escuela de lo colectivo enseña a reconocerse, a desmontar prejuicios mutuos, a erradicar discriminaciones, a socializarse y convivir, a cooperar y aprender juntos…
Los compañeros del teatro-foro nos situaron en la paradoja de aquellas escuelas que preconizan el sometimiento absoluto a los programas, los contenidos, la burocracia, los exámenes y los resultados. Nos hicieron ver que con demasiada frecuencia se olvida que en el centro está el alumnado, personas que han de ser promovidas para que sean las protagonistas de su vida compartida con los demás. Fue un espacio lleno de sorpresas, de provocación, de desafíos, de emoción, de sentir colectivo y de llamada al compromiso con la escuela educadora que queremos.
En el trabajo en pequeño grupo llegamos a la conclusión de que la escuela de lo colectivo se construye lentamente y a lo largo de mucho tiempo. Conocimos la experiencia de un centro público de nuestro entorno, de Educación Infantil y Primaria, en el que ya existe una realidad consolidada de participación colectiva de las familias en las estructuras del centro (comisiones de trabajo, cooperativa escolar…) y en diversas actividades de aula. Una realidad de aprendizaje cooperativo del alumnado, que es también protagonista en la toma de decisiones y participa en la marcha del centro. Su profesorado es un equipo docente implicado en la vida del centro, con una clara conciencia de compartir experiencias para avanzar en la construcción de la escuela pública y colectiva.
Constatamos que la convivencia escolar se quiebra con facilidad, porque convivir en el respeto, en el reconocimiento mutuo, en la cooperación, requiere un aprendizaje constante. Esa convivencia positiva se rompe con facilidad por diversos conflictos que hay que aprender a gestionar a través de prácticas restaurativas que reconstruyan esa convivencia.
Frente a las propuestas que impiden la construcción de la escuela de lo colectivo, nosotros proponemos y practicamos metodologías colectivas y a eso dedicamos un espacio y un tiempo: la asamblea en la escuela y el aula, los planes de trabajo, el texto libre y los escritos colectivos, el trabajo cooperativo, etc.
Un centro de Educación Secundaria de Getafe expuso una experiencia de construcción colectiva, por medio de pedagogías feministas en las que se ponía en primer plano las carencias, injusticias, desigualdad en la consideración de la mujer en el currículo, en los libros de texto y en lo que subyace en la cultura escolar respecto a este tema.
Llegamos a la conclusión de que es ineludible fomentar la dimensión ecosocial como elemento central en la educación: la sensibilidad ecológica como especie humana. El conocimiento de la relación positiva de la naturaleza con la comunidad humana y de ésta como parte de ella, son básicos para desarrollar al máximo la función de cuidadores de la vida, evitar su colapso y caminar en la buena dirección y asegurar la pervivencia del planeta para las generaciones venideras.
La escuela y la educación no pueden cerrarse entre unos muros, es necesario propiciar espacios de reflexión y colaboración que nos acerquen al modelo de una «educación a tiempo completo», al reconocimiento explícito de que la educación formal, que se genera en el ámbito de la escuela y de la educación no formal, que cubre otras demandas y necesidades de la comunidad, deben estar conectadas. Es necesario conocer y reconocer lo que implica esa relación con el medio y el contexto: sus redes, sus recursos, sus propuestas y actividades… para que puedan complementarse en la educación integral de los ciudadanos.
La experiencia catalana, Educación 360. Educación a tiempo Completo, puede ser un referente tangible que nos puede servir para concretar una propuesta adaptada a nuestra realidad local. Educación 360. Educación a Tiempo Completo, es una iniciativa educativa, social y política, propiciada, entre otros, por los MRP de Cataluña, que plantea conectar los aprendizajes que se producen en todos los tiempos y espacios de la vida de las personas. Lo hace vinculando escuela, familias y todos los recursos y activos de la comunidad, y velando por garantizar la equidad y la igualdad de oportunidades. Esta propuesta se está desarrollando desde hace algunos años en diferentes municipios de Cataluña.
Nos interesaba mucho conocer hacia dónde van las políticas educativas colectivas de las nuevas (no tan nuevas) administraciones después de las elecciones generales, autonómicas y municipales. Consideramos que, para nuestra desgracia, las políticas educativas de la Comunidad de Madrid, representan el máximo exponente de la privatización de la educación, de las prácticas educativas segregadoras y clasistas. Desvían recursos públicos a las empresas de la enseñanza privada, y su objetivo es la demolición y desprestigio planificado de la escuela pública, que sólo mantiene su prestigio gracias al esfuerzo y tesón de la comunidad educativa. También nos detuvimos en el papel de los ayuntamientos en educación, de sus limitaciones y de sus potencialidades, y la ingente fuerza motriz que puede generarse con una administración cercana que confía en la iniciativa de sus ciudadanos.
Nos preocupa que el alumnado de necesidades educativas especiales sea el que sufra la segregación de manera más severa y que ésta haya crecido, en los últimos diez años un 11%, lo que nos indica que no sólo no avanzamos en el camino hacia una escuela inclusiva, sino que tenemos cada vez más escuela segregadora y excluyente.
No tenemos un panorama muy halagüeño, pero no cabe la resignación ni el desánimo, hacemos nuestros los versos de Goytisolo, «Nunca te entregues ni te apartes, junto al camino nunca digas, no puedo más y aquí me quedo…» y no vamos a escatimar esfuerzos para la construcción de la escuela de lo colectivo a la que aspiramos.