La tribu donde crecer

GETAFE/Rincón psicológico (18/09/2019) – Este verano tuve la oportunidad de residir casi por un mes en una de las comunidades más potentes internacionalmente hablando ubicada en el norte de Escocia, una ecoaldea dedicada y orientada al trabajo personal, un espacio de trabajo terapéutico cuyo psicólogo está centrado en el trauma y las somatizaciones que de ello deriban.  Vivir en comunidad siempre ha sido otro de mis sueños y a lo largo de estos años me he dedicado a explorar las mismas.

El sentimiento comunitario anida en nosotros desde el momento de nacer, la red social, la tribu, el cuidado entre nosotros, siempre ha asistido a lo largo de la historia, somos seres sociales, al cuidado unos de otros.

Hasta hace unos años las familias vivían bajo el mismo techo, no es extraño que nuestros antepasados nos hablaran de habitar el hogar con suegros, padres, hijos, hermanos, tíos… Poco a poco, las sociedades más actuales, los espacios y el ritmo de vida nos han hecho que fuéramos olvidando este sentimiento de cooperación, de compartir y de sentirnos miembros de un grupo que anidar y cuidarse.

Las relaciones familiares van cambiando, cada vez son más las familias monoparentales, aquellas que se separan kilómetros de distancia, o que han de trasladarse a ciudades muy lejanas, a continentes y que han de decidir qué hacer como miembros de una familia.

Las circunstancias nos han hecho crecer con valores diferentes incluso se ha llegado a pensar que los hijos de esta generación «transeúnte» han crecido con más fuerza, coraje, flexibilidad y alta capacidad de adaptación a diferentes entornos.

Y aunque ello es cierto, y se observa en los niños nacidos de esta generación con estas características, nos hemos ido enfrentando al desapego disruptivo, al sentimiento de «no pertenencia» y de no vínculos seguros encontrándonos en muchos de ellos apegos inseguros en sus relaciones futuras. Todo esto a modo general y nunca olvidando que cada individuo es único y de la mano lleva una vivencia única, en la que no en todos los casos se aprecia este tipo de vínculos que comentamos.

Después de diferentes estudios, explorando ritmos y vivencias, podemos dar luz a la reflexión de si es importante pertenecer a una tribu, crecer en ella y ser sostenido por ella al menos los primeros años de vida.

Son diferentes los estudios que existen al respecto con un denominador común: somos seres sociales con la necesidad de vincularnos afectivamente, y sentir la raíz de un lugar y una familia nos hace tener esa sensación de pertenencia que genera confianza y seguridad a largo plazo para relaciones futuras.

Muchos de los traumas se generan por heridas de niños, que nos llevan a inseguridades que desembocan en la edad adulta en desconfiar de la vida desconfiando de nosotros.

Las alas de libertad que se abrieron al ser nómada adaptándome a diferentes terrenos me frenan a la hora de la posibilidad de echar raíz en algún lugar o crear vínculo.

Sigamos explorando nuestra tribu y donde sostenernos sin olvidar que el verdadero sostén reside en nosotros mismos. Desde ahí las raíces se hacen fuertes y seguras.

Más información en www.cspsicologia.es

Redacción Getafe Capital