Orgullo

GETAFE/La piedra de Sísifo (27/06/2019) – Hace no tanto tiempo, enamorarse de una persona de tu mismo sexo era una larga marcha, con los pies descalzos, sobre un camino de cristales rotos; la búsqueda de la felicidad, del acercamiento humano que, como cualquier relación amorosa, culmina en unas relaciones sexuales apasionadas y apasionantes, era un calvario para quien se veía atrapado dentro de esa realidad. El contraste de la imperiosa necesidad interior y la obligatoria ocultación externa, llevó a tantas y tantas personas a sobrevivir al día a día con sensaciones de sufrimiento y, frecuentemente, de culpabilidad por la inmersión en una sociedad cerrada, de perniciosa influencia católica, y un código penal que suplía la falta de atención a los desmanes de los poderosos, metiéndose en la cama de quien se encontraba en situación vulnerable.

Tristemente célebres fueron las escenas de hombres (y alguna que otra mujer) apaleados en los tétricos sótanos de la DGS por el simple hecho de actuar en, la mal llamada, actitud contra-natura. Esos tiempos, y la legislación que lo propiciaba, fueron felizmente superados con el advenimiento de una democracia moderna en una sociedad madura y tolerante. Con el paso de los años, España se ha convertido en uno de los países donde cada quien puede expresar su sexualidad con mayor libertad, una forma abierta de ver la vida sin que nos cause ningún trauma (salvo lamentables excepciones) ver juntos a dos hombres o mujeres (siempre personas) que se aman y lo expresan con naturalidad y también con orgullo.

En contra de lo que algunos creen, la homosexualidad no es una condición obligatoria, cuestión esta muy importante a la hora de vencer los miedos que se puedan producir, cuando la duda asalta a personas de natural ignorante o que ocultan sus propios impulsos ya sea a causa de prejuicios, de poca tolerancia o de maldad (se han dado casos). También conviene difundir que la homosexualidad NO es una enfermedad, es solo otra forma de amar, de modo que no es necesario buscar una cura y, además de no serlo, tampoco es contagiosa; es decir, puedes estar cerca, hablar o, incluso, mantener algún tipo de contacto físico sin miedo a que varíe tu condición sexual. La persona homosexual no se caracteriza por su agresividad (algún caso habrá), de modo que tampoco es necesario permanecer a la defensiva y, muchísimo menos, agredirles antes que ellas te agredan a ti. En resumen, si crees que son diferentes y tienes algún tipo de prevención por esa causa, no descartes que el diferente seas tú; a mí, en particular, me da lo mismo su condición sexual, lo que me importa es que sean buena gente y eso es suficiente, y creo que a ellos les pasa lo mismo con respecto a nosotros, los que tú llamas “los normales”.

Soy heterosexual y nadie me critica por ello, soy heterosexual y no es una condición por la que me agredan por la calle, soy heterosexual y no se me estigmatiza en el trabajo por el hecho de serlo, soy heterosexual y ya está, sin más. Si por mi condición de heterosexual fuera criticado por los demás, agredido por la calle, estigmatizado en el trabajo o tuviera consecuencias negativas para mi vida, ten por seguro que saldría a la calle cuando fuera necesario a proclamarlo con orgullo. No es mi caso pero me consta que sí lo es para quien ha cometido el único delito de amar de forma distinta. Comprendo su orgullo y estaré a su lado para ayudar a proclamarlo cuándo, cómo y dónde sea necesario.

Seas como seas, sé feliz, es lo importante.