GETAFE/La piedra de Sísifo (25/06/2019) – La sentencia corregida y aumentada a esos monstruos autodenominados La Manada, una vez pasada por el filtro de coherencia del Tribunal Supremo; además de haber hecho justicia con la víctima y habernos hecho recuperar, aunque solo sea un poco, la confianza en las instituciones públicas, ha tenido otra virtud: ha revuelto el lodazal mental de esos subhumanos de ultraderecha, que se jactan de su misoginia militante, y ha hecho aflorar las heces que se ocultaban en el fondo de su pensamiento, por llamarlo de algún modo. Dicho de otro modo, por si no se me había entendido, ha puesto a cada uno en su sitio: la buena gente, las personas normales, los demócratas sin condicionantes o los y las feministas convencidos nos hemos alegrado de que el calvario judicial de esa muchacha haya llegado a su fin; los que se han indignado y han levantado la voz y la coz, ya se han retratado sin necesidad de filtros ni maquillajes, no merecen vivir en una sociedad civilizada y su zona de confort estaría más en medio de la selva, donde domina la ley del más fuerte, hasta que llegue otro más fuerte y les dé lo suyo.
Pero sin la complicidad de los mercenarios de la política que les blanquean, consienten sus burradas, ceden descaradamente a cualquier chantaje e intentan, sin conseguirlo, dar una capa de barniz que oculte su miseria; sin esa complicidad no serían nadie, solo una anécdota desagradable sentada en un sillón que ni existe democráticamente ni sirve para sumar mayorías. Quien se apoya en ellos para lograr el poder es más culpable porque asume sus baladronadas, las defiende y hace suyas solo para “tocar pelo”. Quien es capaz de eso, no merece tener acceso a las llaves de la caja pública, porque, sí o sí, va a meter la mano sin ningún pudor ni atisbo de honradez.
Y, aunque su infamia no tiene nombre, ellos sí lo tienen, son el Partido Popular que, como nos demuestra cada día en los muchos juicios que tiene abiertos por corrupción, tiene sobrada experiencia en venderse y comprar voluntades, aunque ya no sorprende a nadie, pero la decepción más importante radica en un partido que venía, decían, a regenerar (con r al principio) la política y, seguramente mal aconsejados, decidieron llamarse Ciudadanos, y resulta que están haciendo el ridículo papelón de decir que no pero hacer que sí, como si nadie se diera cuenta; de acusar a otros de no ser de fiar cuando sus votantes de buena fe están escandalizados por su rivalidad con el PP a la hora de poner la cara u otras partes de su anatomía al servicio de la ultraderecha cavernaria e inconstitucional que responde al nombre de VOX.
Por toda la geografía nacional está aflorando como pústulas esos dirigentes filofascistas que se indignan porque haya departamentos que ayuden a las víctimas de terrorismo machista en vez de, como les pide el cuerpo, convocar, con un palillo en la comisura, mientras dan vueltas en la mano a la copa de sol y sombra, un concurso al maltratador del mes que estaría generosamente dotado económicamente con todos los fondos sustraídos a los programas contra violencia de género.
En fin, sed felices… pero ellos no.