GETAFE/Todas las banderas rotas (29/05/2019) – He oído decir a alguien que los seguidores de la derecha los días de elecciones no van a votar, van a fichar. El PP ha perdido muchos votos pero ha mantenido los suficientes para sostener la ficción de que ha conseguido “la remontada” basándose en dos puntos: quizá gobierne -aunque no haya ganado- la Comunidad y la ciudad de Madrid y Ciudadanos no ha conseguido su soñado sorpasso; lo que significa que Madrid ha salvado por el momento a Pablo Casado y que, en Génova 13, ya nadie recuerda que hubo un tiempo en que defendían, incluso con propuestas de ley, la tesis de que solo debería gobernar la lista más votada.
Si el PP ha perdido, en la derecha hay otros perdedores: Ciudadanos y su líder Alberto Carlos Rivera. Ya queda dicho que no han conseguido el sorpasso, de hecho, no han podido adelantar al PP en ninguna comunidad, lo que les sitúa en una posición muy incómoda –por no decir peligrosa- para su futuro político, me refiero tanto al personal como al del partido. Porque, si decide formar gobiernos con PP y Vox, se enfrentará a los más moderados de sus votantes y a sus socios europeos que se han conjurado contra la ultraderecha. Y, si por el contrario, prefiere acercarse al PSOE, ¿cómo explicarlo, tanto a los más moderados de los suyos como al resto de votantes, sobre todo a los socialistas? Todos estamos acostumbrados a sus bandazos tácticos, estratégicos e, incluso, ideológicos, pero lo que está claro es que su responsabilidad es enorme y que en política no siempre se puede –y se debe- hacer lo que se quiere, sino lo que es posible.
La ultraderecha representada por Vox, aunque lógicamente no lo quiera reconocer, ha perdido fuelle. Ya en las elecciones generales se dijo que cualquier resultado a partir de cero, sería un buen resultado; eso es lo que ha ocurrido también en estas elecciones pero los números cantan: si entró en el Parlamento español con un 10%, en esta ocasión, solo un mes después, ha conseguido alrededor de un 6% de los votos. Esto, a pesar de que a algunos nos parezca demasiado, no hay duda que significa un frenazo muy significativo. Lo que no excluye que vayan a ser determinantes para la formación de muchos gobiernos autonómicos y municipales; de hecho, ya ha dejado claro que la situación de Madrid no es como la de Andalucía y reclama una presencia en el ejecutivo de la comunidad acorde a los escaños conseguidos.
Podemos e IU se han desplomado, su derrota no admite paliativos, sobre todo porque son ellos los únicos responsables. Me da vergüenza escuchar a Pablo Iglesias Turrión pedir “a toda la izquierda” que haga autocrítica, sin reconocer que es su grupo político, y él personalmente, los principales responsables de su debacle. ¿Pretende que se flagele el PSOE que ha ganado claramente aunque las alianzas de la derecha no le permitan gobernar en muchos sitios? ¿O cree sinceramente que ha de ser Más Madrid quien se disculpe por haber casi triplicado el número de escaños y el porcentaje de votos que consiguió Podemos en la comunidad de Madrid? ¿Quizá deba pedir perdón el alcalde de Cádiz que ha conseguido casi la mayoría absoluta manteniendo una posición muy crítica con la dirección de Podemos? En lo que tiene razón es en que la izquierda sale perdiendo cuando se divide; lo que calla es que ha sido uno de los principales responsables de esa división, tanto dentro como fuera de su partido.
El poder autonómico apenas cambia de manos: el PP puede mantener tres de los cuatro gobiernos que tenía (Murcia, Castilla León y Madrid) y perder Rioja; el PSOE conserva cuatro de los cinco que tenía (Extremadura, Castilla La Mancha, Baleares y Asturias) y podría perder Aragón y ganar Rioja.
ERC y Junts per Catalunya han terminado su particular partida en tablas: ERC puede conseguir la alcaldía de Barcelona y JxC se ha impuesto en Europa. En general, los nacionalistas e independentistas han logrado buenos resultados en las europeas y en las municipales. Si bien no hay nada que decir desde el punto de vista del ejercicio democrático, entiendo que es una mala noticia para la solución del problema catalán ya que será más difícil encontrar vías de entendimiento.
Victoria incontestable para el PSOE aunque frustrante porque gana las europeas claramente, se impone en las autonómicas y en las municipales, pero en Madrid pierde el ayuntamiento y no logra la Comunidad y tampoco podrá gobernar, a pesar de haber ganado, en algunas comunidades y ayuntamientos si no es con el concurso de Ciudadanos. La fuerza simbólica de la pérdida de Madrid es la causa de la frustración.
De este análisis urgente –aunque provisional- se desprenden, al menos para mí, algunas consecuencias. La principal, claro, es el desarrollo del juego de alianzas que forzosamente ha de darse para gobernar aquellas instituciones –comunidades y ayuntamientos- en las que ningún partido se ha impuesto. Y son muchas. En este contexto, y teniendo claro que la posibilidad de formar gobiernos de izquierda ha desaparecido debido al fracaso de Podemos e IU, destaca el papel que quiera desempeñar Ciudadanos porque, en muchos lugares, como ya he apuntado, tiene la responsabilidad de apoyar al PSOE o facilitar la entrada de Vox –la ultraderecha- en las instituciones. Sin contar que apoyar al PP es, quiera o no, apoyar la corrupción.
Habrá quien, desde la izquierda, quiera mantener el “no es no” a Alberto Carlos Rivera. No cabe duda que eso es lo que nos pide el cuerpo a muchos, pero la alternativa es permitir que Vox marque la dirección de determinados gobiernos mientras la izquierda queda fuera, sin posibilidad ninguna de influir en dichos gobiernos. El acuerdo con Ciudadanos, aparte de suponer que muchas instituciones queden libres de la ultraderecha, puede hacer que, de una vez por todas, Ciudadanos recupere el lugar de centro que, en teoría, le corresponde. En mi opinión, ello sería clarificador para el escenario político español: sabríamos, de una vez por todas, quién está a la izquierda, quién en el centro y quién en la derecha. Y quién en la ultraderecha.
Y, para finalizar, un apunte sobre la situación postelectoral de Getafe.
El PSOE ha ganado con 11 concejales –tres más de los que obtuvo en 2015-; el PP ha conseguido 5 –cuatro menos que en las anteriores elecciones-; Ciudadanos ha igualado al PP con 5, desde los dos que tenía; Podemos-Equo se ha quedado en tres mientras que Ahora Getafe obtuvo siete en 2015; la candidatura “de Errejón” (MMCCG) ha tenido que conformarse con un solo concejal. Y la ultraderecha (Vox), desgraciadamente, entra por primera vez con dos concejales. Cinco candidaturas, de las once que se presentaron a las elecciones, no estarán en el Pleno, lo que supone que un total de 7.005 votantes se han quedado sin representación.
Ya no vale lamentarse o hacer elucubraciones sobre lo que pudo ser y no ha sido. No sirve de nada ponerse a calcular cuál habría sido el resultado si la izquierda hubiera llegado al día de las elecciones unida de verdad, no solo en teoría.
Ahora solo cabe aprender de la experiencia, que, a mi modo de ver, significa dos cosas: una, no repetir el mismo error en futuras elecciones, pero eso nos queda lejos. Dos, aplicar esa experiencia al período que comienza, lo que significa, por parte del ganador –el PSOE-, practicar la generosidad facilitando la cooperación del resto de los grupos municipales y asumiendo que la única manera de gobernar la ciudad con un Pleno como el que se configura, exige pactos, acuerdos y consenso. Y, por parte de la oposición democrática, entender que no todo lo que viene del equipo de Gobierno ha de ser rechazado por principio; que hacer oposición no es lo mismo que oponerse a todo sino, además de controlar a quien está en el poder, hacer propuestas y apoyar lo que proponen otros –incluso el equipo de gobierno- siempre que vayan dirigidas, unas y otras, exclusivamente, a beneficiar a los ciudadanos de Getafe, no a hacer partidismo o a perjudicar al adversario político.