La gente es mejor que los políticos

GETAFE/Todas las banderas rotas (30/04/2019) – A partir del conocimiento del pasado –la campaña electoral, lo que han dicho y hecho unos y otros partidos y líderes-, intento comprender el presente –los resultados de las elecciones- para sugerir, en lo que pueda, cómo mejorar el futuro.

Así que, con los resultados de las elecciones generales a la vista, pienso que los ciudadanos hemos cumplido con la primera obligación –no la única- que la democracia nos impone, ya hemos votado, y ahora los partidos deben gobernar. Digo “los partidos”, no solo el que ha ganado, todos, desde el lugar en que los ciudadanos les han situado con su voto, tienen una responsabilidad que va mucho más allá de sus intereses partidarios o de si han conseguido más o menos votos y escaños.

Por eso conviene analizar cuál es la situación de unos u otros.

Evidentemente, el PSOE tiene la mayor responsabilidad y hay poco más que añadir al respecto porque en esta elección los 123 escaños obtenidos despejan cualquier duda ya que el siguiente –el PP- ha conseguido solamente algo más de la mitad. Será, por tanto, este partido el que deba decir con claridad a los ciudadanos cuál va a ser el ritmo, la velocidad y las prioridades en el cumplimiento del programa con el que ha ganado. Y plantear a los demás partidos cómo pretende gobernar: en solitario, con pactos de legislatura, con apoyos puntuales o con cualquier otra fórmula; más adelante comentaré lo que opino sobre los posibles pactos.

El PP ha sufrido un cataclismo de tal magnitud que sus repercusiones no se quedan en el propio partido sino que alcanzan al sistema político que hasta ahora estaba instalado en nuestro país. No se trata ya de que el bipartidismo haya pasado a la historia; en mi opinión, el escenario político español presenta unas características totalmente nuevas, no han desaparecido los antiguos bloques de la izquierda y la derecha –como algunos se empeñaron por publicitar en los últimos tiempos- sino que, tanto una como otra, pero singularmente la derecha, se configuran de manera distinta a como las conocíamos. Porque hasta ayer el PP era “la derecha”, nadie le disputaba ese lugar; pero desde las elecciones andaluzas y, sobre todo, con los resultados de las generales a la vista, son tres partidos los que pelean por ser el gallo de ese corral. El PP, si quiere significar algo en el futuro de la política española, no sólo deberá hacer una profunda reflexión sobre su situación y las causas que le han llevado hasta aquí –que son varias, alguna ajena pero sobre todo internas-, sino también aceptar esa nueva realidad de la que hablo: acabó la excepcionalidad de la derecha española con relación a otros países europeos, esa que presumía de que toda la derecha estaba aglutinada en un solo partido, y, en consecuencia, debe replantearse su nuevo papel que debería pasar, en mi opinión, por una gran modernización y democratización de su ideología, de sus estructuras y de su manera de entender el ejercicio del poder que, irremediablemente, debe incluir el rechazo sin excusas de la corrupción y el franquismo. Si se equivoca en el diagnóstico o en el tratamiento puede repetir la historia de UCD o de UPyD.

El segundo partido que, por elección propia, se ha instalado en el corral de la derecha es Ciudadanos. En el enésimo giro de su trayectoria, ante la disyuntiva de frenar a la derecha o echar a Pedro Sánchez, Alberto Carlos Rivera, optó por lo segundo, y, con la ilusa pretensión de ocupar el lugar de aquel, se subió a la tarima de la plaza de Colón y peleó con el PP para ver quien se situaba más cerca de la ultraderecha representada por Vox. El resultado es que ha conseguido pasar de los 32 escaños que tenía en la pasada legislatura a los 57 actuales, pero ¿qué puede hacer con ese “triunfo”? ¿Dónde se va a situar ahora, en la derecha, en el centro, en la socialdemocracia…? En su discurso de la noche postelectoral Alberto Carlos Rivera ya ha dado alguna pista: le parece una desgracia que los españoles hayamos decidido que Pedro Sánchez continúe en La Moncloa, debe pensar que la mayoría nos hemos equivocado al no elegirle a él o considera, como siempre ha hecho el PP, que el poder y España son suyos. El riesgo de Ciudadanos es que su buen resultado no le servirá de nada y deberá pasar los próximos cuatro años en una dura travesía del desierto; a menos que, prescindiendo del ególatra Alberto Carlos Rivera, reconduzca su trayectoria hacia la regeneración de la política española, como se presentó en sus inicios.

Los demócratas, no solo los de izquierdas, debemos lamentar que Unidas Podemos no haya conseguido mejores resultados. En principio, porque va a ser mucho más difícil configurar un gobierno de izquierda que es lo que piden la mayoría de los ciudadanos. Pero, sobre todo, porque, más allá de la dicha configuración, al gobierno que finalmente se forme, le va a resultar bastante más dificultoso ir dando soluciones a los problemas reales de la sociedad. Parece evidente que Pablo Iglesias Turrión ha mostrado, especialmente en la última fase de la campaña electoral, que ha entendido cuál ha de ser el papel de UP y el suyo propio: ya no pide ministerios, ya no pide negociaciones con luz y taquígrafos, sino que reconoce que han de hacerse con discreción y calma… Por ello, merece que le demos un voto de confianza.

En el escenario que he intentado dibujar la tarea que deben afrontar de inmediato todos los partidos es la gobernabilidad del país. Como decía al principio, el que más esfuerzo debe poner en ello es el PSOE pero los partidos demócratas y responsables han de participar en esa tarea, es decir, debemos exigírselo a todos menos a Vox.

Así, entramos en el espinoso asunto de los pactos.

A partir de los resultados, hay algunas verdades incontrovertibles en cuanto a lo que se puede o no se puede hacer. Podrían gobernar PSOE y Cs sumando sus votos. Los partidos de derecha unidos a Vox no llegan al mínimo necesario para formar gobierno, lo mismo que le pasa a la conjunción de PSOE más UP. Tampoco podría gobernar la unión de PSOE con UP y los partidos no independentistas pero, si a estos se les suman los independentistas, podrían formar gobierno incluso excluyendo a alguno de los últimos.

Pero cosa muy distinta es lo que debería hacer cada cual según lo que quiera conseguir. Lo más peliagudo para la izquierda es dilucidar si el PSOE, puesto que los números dan para ello, pactará el gobierno con Cs. Lo primero que, ante esa tesitura, hay que preguntarse es por la postura que tome Cs: ¿Rectificará todo lo dicho durante la campaña y querrá pactar con el PSOE? Yo opino que, dada la volatilidad de las posiciones, tanto ideológicas como estratégicas, de Cs es una posibilidad muy plausible. Lo segundo: ¿puede aceptarlo el PSOE? Los militantes socialistas reunidos ante la sede de Ferraz gritaron insistentemente “¡No es no! ¡Sí se puede! ¡Con Rivera, no!”. Y Pedro Sánchez respondió: “Ha quedado bastante claro, ¿no?”. Pero me corroe la incertidumbre porque, a renglón seguido, también dijo: “Nosotros no vamos a poner cordones sanitarios a nadie”. Por tanto, ¿prevalecerá el deseo –mandato- de los militantes o se impondrán otros intereses?

En mi opinión, el PSOE debería rechazar cualquier presión en ese sentido y acordar con UP el tipo de colaboración que sea más conveniente para conseguir la necesaria estabilidad. Y ello no será posible sin que UP reconozca, mediante el pragmatismo que parece haber adquirido en los últimos tiempos, la realidad tal cual es en cuanto al liderazgo del PSOE y que este actúe con la máxima generosidad respecto a UP dado que le necesita –además de a otros- para hacer gobernable nuestro país.

Los agoreros y los “cuñaos” repiten insistentemente que los ciudadanos tenemos los políticos y los gobiernos que nos merecemos. Yo sostengo que no, que la gente ha dicho en estas elecciones lo que quiere, y lo que quiere no se parece a lo que pregonaron, antes de la campaña y durante la misma, determinados grupos políticos y determinada prensa. La gente ha demostrado que es mucho mejor que la mayoría de sus representantes y ahora tiene derecho a esperar que estos sean honestos y cumplan su contrato.

1 Comment

  1. Jose Valentin Ramirez

    1 mayo, 2019 at 10:34

    Como siempre, muy sensato Antonio. Comparto tus reflexiones.
    Salud