¡Dejaos de alianzas, lo que funcionan son los líos!
El Roto
GETAFE/Todas las banderas rotas (16/04/2019) – El escenario político en el que estamos es confuso, convulso, muy difícil de gestionar. En la derecha, vemos como Casado y Alberto Carlos Rivera corren, cual pollo sin cabeza, por ver quien llega antes al extremo (derecha). Se pelean por quien coge antes la pelotita que les tiran ora Abascal, ora los independentistas, ya sean las pistolas, ya sean los lazos amarillos. Si el jefe de los ultraderechistas habla de la “derechita cobarde”, allá que salta inmediatamente Aznar, cual Júpiter tonante, para advertirle que a él nadie le dice eso aguantándole la mirada que es lo mismo que, en plan macarra, gritar en el bar “¡eso no me lo dices en la calle!”. Si califica a Ciudadanos como “la veleta naranja”, Alberto Carlos Rivera intenta no darse por aludido para que nos creamos que no tiene nada que ver con la ultraderecha, pero acepta sus votos para gobernar en Andalucía como lo hará, si llega el caso, en cualquier otra Comunidad o en el mismísimo gobierno nacional. Lo que pretenden ambos, realmente, es hacernos pasar por idiotas a todos los españoles si nos dejamos.
Y mientras nos enredan en su pelea, intentan convencernos de que lo que nos debe importar es volver sobre el aborto, discutir sobre lo felices que seríamos si cada cual lleváramos una pistola en el bolsillo o lo gravísimo que es que en las calles de Cataluña haya lazos amarillos, tanto PP y Ciudadanos como Vox nos cuelan lo de siempre: ¡bajarán los impuestos! Casado ha sido muy claro en esto: piensa suprimir los impuestos de sucesiones, donaciones, patrimonio y actos jurídicos documentados, además de bajar el tramo más alto del IRPF a menos del 40% y el de Sociedades por debajo del 20%. Y Rubén Manso, el economista de Vox, sin complejos como le gusta a Aznar, defiende acabar con los impuestos progresivos y con la “discriminación fiscal que sufren los ricos”, propone privatizar la sanidad y la educación y, por si todo esto fuera poco, sugiere que hay que acabar con el sistema público de pensiones.
Aviso a navegantes: Steve Bannon, asesor de Trump en su campaña electoral -Enric Juliana le llama “delegado comercial del trumpismo en Europa”– y hoy de casi todos los gobiernos ultraderechistas europeos, ha dicho: “La victoria de Vox es que ya ha trasladado su mensaje al resto de la derecha; partidos como Ciudadanos y PP ya hablan como ellos. A eso lo llamo yo colocar el producto”. ¿Queda claro que da igual votar a cualquiera de los tres?
Lo que se deduce de esas promesas es que los que no tienen patrimonio ni nada que heredar se quedarán mucho peor de lo que estaban, mientras que los que tienen propiedades y fortuna que legar a sus descendientes, podrán hacerlo sin devolver nada a la caja común. De la misma forma, quien tenga altos ingresos verá reducida su aportación a esa misma caja y las empresas que obtienen grandes beneficios también pagarán menos.
En resumen, gobernando la derecha y la ultraderecha, los que tienen mucho tendrán más y, al recaudar menos impuestos, consecuentemente, habrá menos dinero para mantener los servicios públicos (educación, sanidad, pensiones, dependencia, etc.) que son los que necesitan los ciudadanos que ganan menos y no tienen patrimonio ni nada que heredar. Por eso sostengo que es una enorme falacia el argumento que la derecha utiliza cuando dice que, al reducir los impuestos, el dinero se queda en el bolsillo de la gente, porque no se refiere al bolsillo de TODA la gente, sino al de los que tienen capacidad de ahorro, los ricos, porque los pobres lo son porque no tienen posibilidad de ahorrar. Y, seamos realistas, no es posible tener servicios públicos de Suecia con impuestos de Rumania por mucho que lo digan Casado y Alberto Carlos Rivera.
Pero esto no es todo: nos prometen recentralización acabando con las CCAA, un no rotundo a la ley de memoria histórica, lo mismo a una ley de muerte digna, eliminar todo lo que tenga que ver con feminismo…; en definitiva, regreso a un pasado gris o incluso negro que creímos superado. No hemos aprendido que los derechos no se adquieren para siempre, que hay que protegerlos y defenderlos cada día; quizás no lo hemos hecho bien y por eso están a punto de quitárnoslos.
Este es el panorama que vemos si miramos a la derecha. Pero, ¿qué vemos si dirigimos la mirada hacia la izquierda? División, proliferación de grupos, grupitos y grupúsculos que, según quien los monta, representan mucho mejor que los demás la esencia pura de la izquierda. Como dice, muy acertada y lúcidamente, Manuel Jabois “por cada torero que ficha la derecha, la izquierda fabrica un partido”. La gente de izquierda venimos predicando desde hace décadas la necesidad de la unión como condición necesaria para hacer frente a las políticas regresivas, y los partidos que dicen que nos representan practican exactamente lo contrario, la división. Una de las características más notable de los que se declaran de izquierdas es que están convencidos de que lo que propone aquel partido que, aun siendo de izquierda, no es el suyo, siempre se queda corto o no es de fiar; consideran que es casi un delito votar a un partido con el que no estén de acuerdo al cien por cien, así que necesitan uno a medida. Así, una vez alcanzado el fin del bipartidismo, llegaremos al absurdo de los partidos unipersonales.
Esta forma de entender la política produce la situación que contemplamos, con rabia y frustración, ante las próximas elecciones. Mientras Abascal se refiere al PP como la derechita cobarde, Pablo Iglesias dice públicamente que “al PSOE le tiemblan las piernas…”, una frase que, incluso, figura en el comienzo del programa electoral de Podemos; tristemente, son expresiones que se parecen mucho. Por su parte, el secretario de Organización del PSOE, sugiere que la mejor alianza futura debería ser con Ciudadanos. No es este el mejor camino, el que debería llevarnos a que pueda formarse un gobierno de izquierda. Que cada partido se examine y saque sus conclusiones.
Quizás los puristas de izquierda deban taparse la nariz o ponerse guantes para depositar el voto, quizás deban recurrir al denostado voto útil, porque yo sostengo –y no soy el único- que nos conviene mucho más ese voto que más siglas, más escisiones, más votos perdidos, inútiles, es decir, a favor de la ultraderecha. Deben comprender que no es necesario en ningún caso -pero ahora menos que nunca- (y, además, no es posible) tener la misma posición ideológica, sin matiz alguno, en todos los puntos programáticos ¡incluso dentro del mismo partido! Ahora se trata de defender una sociedad diversa, moderna y democrática; de evitar que España recaiga en un franquismo con Franco redivivo eternamente en el Valle de los Caídos y en las instituciones; en definitiva, de elegir entre siglo XXI o Reconquista, entre feminismo o “feminismo liberal”, entre convivencia con libertad y fraternidad o artículo 155 para todo el que asome la cabeza por encima de los muros que quieren construir. Es lo que ocurrirá si la división de la izquierda permite el advenimiento de la ultraderecha.
Porque lo que ahora nos jugamos no es la victoria de tal o cual partido sobre los demás; tampoco únicamente el estado de bienestar, sino un modelo de sociedad en el que la democracia, la libertad y otros derechos no estén en peligro como lo están ahora para todos, también para los que voten al PP, a Ciudadanos y a Vox aunque no sean conscientes de ello.
Por eso la indecisión y el exceso de confianza, que nunca son opciones válidas, en esta ocasión lo son menos que nunca. Quien esté por la justicia social, los derechos colectivos e individuales, las libertades conquistadas, la lucha prioritaria contra la desigualdad y la defensa y consolidación del Estado del bienestar no puede, de ninguna de las maneras, votar a la derecha ni confiar en que las encuestas pronostican un buen resultado para la izquierda; no podemos quedarnos en casa el día 28, hemos de unificar el voto en un solo partido de izquierda que esté en condiciones de aglutinar a la mayoría aunque no estemos de acuerdo con todo lo que propone o tengamos motivos muy justificados para reprocharle actuaciones pasadas. Tiempo habrá para exigirle –y habrá que hacerlo-, pero ahora toca votar unidos y masivamente, porque nos jugamos tanto…
Alfonso
16 abril, 2019 at 19:49
No me parece un matiz diferenciador que el PSOE diga que “modificará sólo parcialmente la Reforma Laboral del PP” me parece esencial para acabar con la actual situación de explotación laboral .Si el voto es útil o no ,sólo depende de ellos.¿Vencer sin convencer ?