GETAFE/El rincón del lector (29/04/2019) – Antesdeayer, día de reflexión respecto a las elecciones del domingo 28 de abril, muchos getafenses quisimos aprovecharlo para acudir a ver y escuchar a la grandísima Lola Herrera en una de sus últimas representaciones de Cinco horas con Mario.
Verla, sí la vimos, escucharla fue bastante más difícil. Debido a lo que considero un fallo del sonido que se mantuvo extremadamente bajo durante todo el tiempo, los que, por la edad o por otros motivos, somos duros de oído, tuvimos que esforzarnos más de la cuenta por seguir el monólogo.
Pero no es de eso de lo que quiero hablar. Lo que me motiva a escribir es la enorme vergüenza, el gran bochorno por el que tuvimos que pasar la inmensa mayoría de los que allí estábamos debido a los cuchicheos, toses sin sordina y toques de teléfonos móviles que, durante la primera media hora, hicieron casi imposible enterarnos de lo que la actriz estaba diciendo desde el escenario. Vergüenza y bochorno por lo que significa de ausencia total de respeto a la obra que se estaba representando, a los espectadores que teníamos muchísimo interés por verla y oírla y, por encima de todo, a Lola Herrera, una de las más grandes actrices españolas vivas que pisan hoy los escenarios.
Nunca he tenido ocasión de ver en mis más de setenta años de vida que un actor o actriz pare la representación que esté llevando a cabo debido al modo en que se comportan algunos de los espectadores. Eso fue exactamente lo que ayer ocurrió, al cumplirse aproximadamente media hora desde el comienzo de la función, en el teatro García Lorca de Getafe: Lola Herrera se adelantó hasta el borde del escenario para, interrumpiendo la representación, comunicarnos a los presentes que no podía seguir en esas condiciones, que le resultaba imposible concentrarse debido a las toses y los sonidos de los teléfonos para, a continuación, hacer mutis por el foro. La mayoría de los espectadores rompió a aplaudir, sin duda para expresar su solidaridad con la actriz pero también, pensé en ese momento, porque temíamos que no pudiéramos ver la representación completa y, con el aplauso caluroso, la queríamos animar a que siguiera.
Después de unos pocos minutos de incertidumbre, Lola Herrera volvió al escenario y, con enorme generosidad, continuó la representación desde donde la había dejado y pudimos disfrutar de ella hasta el final.
No represento a nadie, solo soy un espectador que estuvo allí. Fui uno de los que fue obligado a sufrir ese otro “espectáculo” que no hubiera querido ver, pero que también tuvo la gran suerte de conocer otra faceta de una actriz que, puesto que ya no necesita demostrar nada respecto a su arte, supo saber estar en las tablas incluso cuando le ponen condiciones indeseables. Es por eso y porque me siento avergonzado y triste por lo que ayer ocurrió en el teatro García Lorca de Getafe, por lo que quiero pedirle a Lola Herrera, en mi nombre y en de los que quieran unirse, disculpas por lo ocurrido y, a la vez, mostrarle mi respeto y admiración, pero, en este caso, sobre todo, respeto, el que no supieron darle unos pocos (solo unos pocos) getafenses ayer.
Jose M
14 mayo, 2019 at 16:27
Tengo bastantes menos años que usted (35). Estaba presente allí y es la segunda vez en mi vida que veo que una actriz detiene la obra. La primera fue en el mismo teatro hace un año con Concha Velasco interpretando ‘Reina Juana’. Dos veces en el mismo sitio con dos actrices que habrán visto de todo. Mucho me voy a pensar volver a este teatro. Hay un problema grande de educación.