GETAFE/Entrevista (11/03/2019) – Dinos dónde estás y vamos a buscarte. Ese era el título, no había otro. Marisol Pérez Urbano siempre lo tuvo claro. Seguramente desde aquel fatídico 11 de marzo, del que ahora se cumplen 15 años. Ese fue el último mensaje que le escribió a su hijo Rodrigo. Un mensaje que él ya no pudo leer. “Nosotros pensábamos que él había cruzado Atocha, que estaba ya en Nuevos Ministerios”, recuerda. Las líneas de teléfono de todo Madrid estaban bloqueadas y en el 112 “nos decían que no había pasado nada en Atocha”. Rodrigo no estaba en los trenes que explotaron, pero sí en el andén de la estación, donde la ola expansiva le alcanzó. Tardaron 24 horas en localizarle en medio del caos que fueron aquellos días. Tenía 20 años, estudiaba Ingeniería Informática, y fue una de las 192 vidas que se llevó el terrible atentado de Madrid.
Quince años ha tardado Marisol Pérez Urbano en reunir la fuerza suficiente para recoger en un libro todo lo sufrido desde entonces. “La verdad es que lo había intentado antes pero no tenía ánimo suficiente, no me alcanzaba. Me angustiaba mucho”. Esta profesora de Lengua y Literatura, que ahora da clases en el IES José Hierro, encontró en la escritura una forma de catarsis. “Escribía prácticamente todo los días, en foros de duelo de otros padres y madres, no todos del 11-M”. Allí compartía su dolor y “me consolaba mucho”. Se creó su propia bitácora, donde recogía también “artículos de periódico que me parecían interesantes. Notaba que escribir me ayudaba, me colocaba las ideas”. Un espacio en la red, pero cerrado a las miradas curiosas; aún era demasiado pronto. “Lo tuve bloqueado con contraseña”. Dos planos contrapuestos, dos bitácoras paralelas: “una de crítica y otra de cartas a Rodrigo. Cada una tenía diferentes ritmos. La de Rodrigo la sigo escribiendo: todos los sábados le escribo…”.
Han sido 15 años en los que, al dolor de perder un hijo, han tenido que sumar el hacer frente a la manipulación constante de un atentado en el que hubo mucha distorsión interesada. “Los primeros días prácticamente no nos dimos cuenta de nada, pero luego llegó el machaque continuo, el volverlo a sacar en todos los aniversarios, el maltrato general… Nosotros pertenecemos a la Asociación 11-M Afectados y somos gente de todas las tendencias políticas, que simplemente denunciamos que estaban manipulando los hechos. Si no llegamos a estar nosotros allí, no sé a quién se habría juzgado… es lo que me pone los pelos de punta”. Las teorías de la conspiración, “el continuo machaque” de algunos medios, alimentaron un dolor añadido. “Hemos tenido la mala suerte de toparnos con unos locos fanáticos, pero que tu gente, tu país, tus conciudadanos tengan tan poca sensibilidad para no darse cuenta…”, lamenta Marisol. “Hay cosas que no son opinables”.
Ambos relatos van unidos en Dinos dónde estás y vamos a buscarte. Son historias que no se pueden disgregar una de otra. Y eso le costó el rechazo por parte de alguna editorial. “Decían que no querían publicar una cosa que se metía con el Partido Popular: textual. Otra editorial me dijo que le encantaba toda la parte que hablaba del duelo pero que quitara toda la parte política”. Luego dio con la editorial Indicios “que no me han movido ni una coma. Yo no tengo ninguna manía especial al Partido Popular pero si ellos han estado usando esas mentiras para su conveniencia, yo no tengo por qué callarme”.
Se le queda el regusto amargo de que mucha gente piensa que “algo raro ha quedado ahí”. En su libro recopila y ordena el material recogido a lo largo de la última década y media, dando claridad a una actualidad que a veces ha sido demasiado rápida para asimilarla. Como el juicio, para el que Marisol ni siquiera se pidió días libres en el trabajo. “La consigna era no llorar. Yo lo pasé mal viendo que los abogados de ciertas asociaciones de víctimas se iban a comer con los abogados de los yihadistas”, cuenta.
“Yo notaba que la gente incluso dejaba de hablar del asunto por no remover”. De la solidaridad inicial “que sí creo que sigue existiendo a la bronca política en la que te veías metido en cuanto te descuidabas”.
El apoyo de las asociaciones ha sido crucial en estos años tan complicados para Marisol y su familia. Porque “detrás de Rodrigo se marcharon mi madre y mi padre. No lo resistieron. Mi duelo se convirtió en triple: cuando me quise dar cuenta apenas un año después, a mi madre se la llevó un cáncer deprisa y corriendo; y mi padre tampoco lo resistió y medio año después se marchó”. Años de angustia extrema que cuenta también en el libro. “Yo no tenía ni la fuerza física, ni moral, ni el tiempo para estar pendiente, por ejemplo de todas las cuestiones legales”. Allí fue fundamental la Asociación 11M Afectados. “Yo me fiaba mucho de sus servicios jurídicos y de lo que estaban haciendo: la sensación era de que no se podía dejar, que lo de menos eran las ayudas”. Para Marisol, además del apoyo que aún necesitan todos los heridos y afectados (más de 2.000), lo importante es “el apoyo moral y la verdad: la memoria verdadera de lo que sucedió”.
Ahora Marisol confiesa que “ha hecho una especie de striptease emocional”. Se “liberó” cuando acabó el libro. “La gente no sabía quién era yo, qué me pasaba… He intentando mantenerme al margen, porque tengo 150 alumnos todos los años. Después de 25 años de servicio conseguí llegar a mi barrio en el instituto que había sido de mis hijos”. Ahora, muchos de los alumnos que tiene Marisol ni siquiera habían nacido cuando ocurrió el 11-M. La primera presentación de su libro fue en su casa, con su gente, en el Centro de Poesía José Hierro: con música de los chicos del Conservatorio y con lecturas de fragmentos de su libro. Luego vendrán más en Madrid, pero ninguna tan especial.
Marisol me despide en su casa del Sector III, plagada de fotos de Rodrigo, con la sonrisa en la cara y un gran abrazo de oso “como los que daba Rodrigo”.
11 de octubre de 2018. Nuevo día 11 y nuevo informe de nuestro estado
Querido Rodrigo, ¿cómo te va?
Nosotros, dejando aparte la sobrecarga laboral acumulada por demasiados años de crisis y recortes, seguimos razonablemente bien. Tenemos buena salud y tu hermano ha conseguido trabajo, vive cerca y se acaba de casar. Cómo nos gustaría poder decir de ti algo parecido, cariño, cuánto te añoramos…
Todavía continuamos luchando contra el resentimiento y la venganza, hijo. Intentamos no ser como los asesinos que os mataron, ni como la gentuza que pisotea aún nuestro dolor y vuestro recuerdo. Si los dejamos a un lado, tarea que nos imponemos cada día, todo es apacible. De momento, hasta que una encrucijada vital nos ponga de nuevo contra las cuerdas, nuestras existencias transcurren discreta y fluidamente, como antes. Pero ojalá estuvieras aquí. Eres lo único que nos falta para ser dichosos.
No es que vivamos tristes, Rodrigo, es que te echamos muchísimo en falta. Te hemos llorado mucho, todavía a veces se nos saltan las lágrimas, pero hemos aprendido a sobrellevar tu ausencia un poco mejor.
Estamos orgullosos de vosotros, de la familia que somos. El amor que nos une a los cuatro nos ayuda a disfrutar del presente y a luchar para conseguir nuestra meta de siempre: la alegría discreta de las cosas sencillas.
A veces sentimos que que no te has ido del todo, y aunque nunca nos bastan esos leves destellos para compensar el hueco que has dejado, resistimos siguiendo tus pasos. Por eso, hijo, por favor, dinos dónde estás y vamos a buscarte.
(Dinos dónde estás y vamos a buscarte. Marisol Pérez Urbano p. 337-338)