GETAFE/La piedra de Sísifo (12/03/2019) – Hay varios hechos incontrovertibles dentro de lo que se llama la “filosofía parda”, que, obviamente, es a la Filosofía lo que la gramática parda a la Gramática (la facultad para desenvolverse en la vida aplicando principios de pensamiento, éticos o del saber, sin ninguna base científica pero de una enorme eficacia).
Uno de ellos es que, por una coincidencia de principios morales llevados la límite, 9 de cada 10 delincuentes comunes se sienten identificados con la ideología de derechas. Superando la tentación de llevarse las manos a la cabeza, basta con hacer una encuesta anónima en cualquier centro penitenciario para comprobar lo ajustado de este adagio.
También se inclina por la tesis de que, entre la población menor de 30 años, hay una polarización radical que divide en dos a ese sector de conciudadanos:
El primer grupo está engrosado por aquellos que están en proceso consciente de formación, adquisición de conocimientos y desarrollo de destrezas que les ayudarán (teóricamente) a desenvolverse en su vida con cierto grado de solvencia; son estudiantes en su mayoría, da igual de qué grado o disciplina, o demandantes de empleo en algo relacionado con su entorno de capacitación. Dentro de este sector, sus componentes se reparten por diferentes ideologías según su entorno familiar, social y pensamiento propio aunque una mayoría tiende a la izquierda.
El segundo grupo lo forman los que entienden que un minuto de la vida que no esté dedicado a la fiesta (o sucedáneos) es un minuto perdido que ya no volverá, tienen grandes necesidades de dinero para cubrir sus crecientes demandas y suelen tirar de la financiación de sus progenitores hasta que se seca el pozo y, cuando no queda más remedio, acuden a regañadientes a trabajos poco especializados mientras miran por el rabillo del ojo algunas formas de conseguir dinero rápido, siempre en un entorno delictivo. Este último grupo responde al adjetivo de “poligoneros/as” ya que sus “templos” de diversión, sobre todo música electrónica derivada del célebre “bacalao”, están ubicados en polígonos industriales. Cuando dejan de bailar compulsivamente cualquier ritmo electrónico que les pongan, aunque sea el himno de la legión, lamen sus heridas denostando a quienes no son como ellos. La derecha más recalcitrante, de mensaje simplón y a las tripas, es su zona de confort.
No debemos perder de vista al perejil de todas las salsas de barra de bar cutre: el machista irreductible. No se conforma con pensar (es un decir) y pregonar que la mujer es un ser inferior, sino que cuestiona sus habilidades fuera del ámbito doméstico, tal y como le enseñaron en clase de religión. En el mundo laboral les atribuye la autoría de todos los problemas del mundo y, si encima, la mujer tiene cierto atractivo, sus invectivas se dirigen por sistema a comentarios casposos respecto a cómo aprovecharía su rotunda masculinidad en ese prodigio de la naturaleza, sin necesidad de cruzar más palabras que las imprescindibles para pedir precio y pagar. Cualquier proclama feminista le suena a odioso mensaje del demonio y se alinea con cualquier individuo que prometa rebajarlas hasta el papel de servidoras del macho que tuvieron en tiempos “mejores”. La derecha democrática es un mal menor pero, si como parece suceder ahora, existe una opción de derecha más montaraz, firmará donde haga falta para poner en su sitio a esas feminazis que buscan la salida antinatura de vivir en igualdad.
Hay cierta alarma en la sociedad porque unos enajenados con carné, vestidos de verde chillón, lograron en Andalucía unos resultados que ni ellos soñaban, más por la abstención ajena que por méritos propios. La cifra de personajillos que respondan a estos perfiles no es tan grande, incluso, con frecuencia coinciden varias condiciones en un solo individuo, dotándole de un liderazgo natural que pocos acreditados machos-alfa poseen, pero no son tantos como para ponernos en peligro, siempre que nos quedemos mirando cómo avanzan.
La Filosofía Parda no se equivoca cuando afirma que, si todos nos movemos, unos correrán a esconderse, otro puñado buscará otro juguete con que demostrar su indigencia intelectual e, incluso, alguno dedique quince eternos segundos en pararse a pensar y abra los ojos para siempre. Para todos los demás, ojito con quien nos juntamos y, entre otras cosas, porque les jode, seamos felices.