“Valiente es aquel que decide morir desde su libertad. Valiente es aquel que sin esperarlo es elegido para que le acompañe hasta su muerte”
GETAFE/Rincón psicológico (07/02/2019) – Hace unas semanas que vivo de cerca el “suicidio”, hace unos meses que esta palabra quedó instaurada en sesiones de consulta, hace unos años acompañé a una gran amiga a hacer su testamento vital, hace muchos muchos años la sola mención de la palabra suicidio ponía en alerta cada una de mis células hasta taparme simbólicamente los oídos.
Recuerdo hacer mi residencia clínica en un hospital militar, elegí de hecho el mismo porque me habían comentado que desde el primer día vería a pacientes que era lo que más anhelaba, lo que nunca imaginé es que ese hospital tenía una de las tasas mayores de intentos suicidas y que eso no era tan agradable como yo había deseado.
En nuestra cultura la relación con la muerte no está bien acogida; grandes han sido los debates de por qué no poder elegir el día de tu muerte ya que no existe la opción de elegir el día de llegada a esta tierra: podríamos decir se trata de un acto de justicia con uno mismo.
Nuestra cultura nunca ha llevado bien eso de morirse, a diferencia de otras muchas culturas donde es celebrada con diferentes rituales joviales de recontinuación del camino, podríamos decir. Sabemos que muchas culturas enterraban a sus muertos con alajas para que en el lugar donde despertaran pudiera hacerlo con ellas.
Después de años de terapia y en planta hospitalaria acompañando procesos puedo decir que uno de los miedos con los que nos encontramos es el miedo a lo desconocido y el miedo a la eternidad, al infinito, a ese “nunca nunca volveré aquí”. No obstante muchos de nuestros pacientes aparecen en consulta para elegirnos acompañar su muerte decidida, planeada, y aunque el miedo está presente en sus ojos y su voz al hablar, es tal su deseo de llevarlo a cabo que requieren de ese acompañante sin juicio, que estará a su lado en silencio escuchando minuciosamente cada paso a seguir hasta llegado el momento.
Aparentemente parece macabro ser cómplice cuando nos aferramos a transmitir la vida pero, ¿qué es lo que nos sucede cuando queremos atravesar la muerte?
Trabajar con pacientes con enfermedades neurodegenerativas hace que este punto aparezca antes o después de las sesiones en terapia y tengamos que estar preparados para ello.
Hablar de la muerte siempre resultó ser un tabú pero se hace urgente y necesario cuando nos solicitan cómo afrontar este momento.
El trabajo terapéutico en este sentido es crucial para acompañar a los pacientes y familiares.
Es un trabajo sistémico de máximo RESPETO Y AMOR de ESCUCHA y COMPRENSIÓN de SILENCIOS y PALABRAS. En definitiva es un trabajo de MIEDO Y AFRONTACIÓN.
“Valiente es aquel que decide gritar su dolor y ser escuchado sin más pretensión que el silencio del otro”
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