Basta con que venga una leve brisa procedente del sureste para que un olor nauseabundo sature las pituitarias, embote el cerebro y levante el estómago. El vertido incontrolado e ilegal de lodos de depuradoras en Pinto continúa; las palabras de la Comunidad de Madrid, prometiendo pararlos, se las ha llevado un viento pestilente y venenoso. ¿Hasta cuándo? Como estemos esperando que los empresarios que se están forrando con esta ilegalidad paren motu propio, moriremos todos.