GETAFE/El rincón del lector (26/01/2019) – El siglo XXI, en el que transitamos por la post-modernidad, nos encontramos, desde todos los ámbitos de la sociedad, la difícil, aunque perentoria e inexcusable tarea de reacondicionar, rediseñar y readaptar nuestras ciudades a un modelo eficaz, eficiente y sostenible, que sea respetuoso con el entorno y el medio ambiente. Ciudad Compacta, Ciudad Difusa, EcoCiudad, Smart City o ciudad inteligente, Ciudad Saludable, etc, son teminologías que manejan, tanto técnicos como políticos a la hora de definir el modelo de urbe que se quiere diseñar y proponer al ciudadano.
La realidad pasa por el encorsetamiento al que han sido sometidas muchas localidades en sus Planes Generales de Ordenación Urbana, que lejos de mirar hacia quienes viven y transitan por ellas, se han visto sometidos, por un lado, al imperio de los lobbies de la construcción, y por otro lado, a la necesidad de dar respuesta inmediata al crecimiento demográfico de las ciudades en detrimento del mundo rural, así como a la migración, tanto interna como externa.
Compete, sobre todo a los políticos, nunca dejando de escuchar a la ciudadanía, definir el modelo de ciudad, no solo a lo que respecta al urbanismo, sino también, y esto no se puede desligar lo uno de lo otro, en el ámbito de la movilidad, de la economía, del manejo de los recursos naturales, de la accesibilidad a los servicios comunitarios (sanidad, educación, servicios sociales, deportivos, culturales, de ocio…).
Primar al viandante, al ciudadano, respecto al vehículo, ha de ser un objetivo principal, en el que se debe redoblar esfuerzos por mejorar los transportes públicos, ofreciendo soluciones de trayectos, frecuencias, precios y con medios no contaminantes que den respuesta a las necesidades de desplazamiento, haciéndolo más atractivo y disuadiendo sobre el uso del vehículo particular.
Fomentar los estacionamientos alternativos, que éstos sean cercanos y asequibles, aumentando la oferta en cercanía como en coste, tanto para los que utilizan diariamente el vehículo particular como para residentes, también contribuye a una mayor respuesta al elegir la forma de desplazarse. Todo ello, sin olvidar que las ciudades periféricas, aun deben seguir contando con vías de comunicación (redes de carreteras, sobre todo) mantenidas en buen estado.
En la planificación de los nuevos barrios, o incluso de nuevas edificaciones, el cumplimiento irrenunciable de las máximas establecidas en materia de eficiencia energética (desde finales del 1980, toma importancia y relevancia el modelo de construcción «passivhaus» aminorando las necesidades de calefacción y refrigeración, hasta en un 75%, reduciendo asi los contaminantes atmosféricos y combatiendo el efecto invernadero). De igual manera, se debe garantizar el uso de materiales ecológicos.
Respecto a la obra antigua, será imprescindible, por parte de las diferentes administraciones, disponer de recursos económicos para subvencionar la adecuación de las viviendas a los nuevos criterios de eficiencia y reducción de consumos. La ciudad debe concebirse como un ente autosuficiente, donde sus moradores han de realizar el mínimo de desplazamientos posibles para su vida cotidiana.
Así pues, en la planificación de cada barrio, como núcleo independiente, pero interconectado, debe contar con los recursos necesarios para cubrir sus necesidades principales. Centros sanitarios, colegios, centros culturales, deportivos, socio-comunitarios, comercios y aquellos servicios que hacen de una ciudad, un lugar en la que habitar en ella, sin la necesidad del uso del vehículo privado, contribuya a la interrelación de quienes la disfrutan, y asegura un mayor sentimiento de pertenencia, así como garantiza una mejor sostenibilidad ya que reduce a la mínima expresión los efectos contaminantes.
Si entendemos la Sostenibilidad como un factor transversal, que cuenta con tres pilares esenciales: la protección medioambiental, el desarrollo social y el crecimiento económico, desde la cuál se promueve la cohesión entre comunidades y culturas, para alcanzar niveles satisfactorios en la calidad de vida sin dejar al margen y compatibilizando un crecimiento económico que genere riqueza equitativa, estaremos trabajando, sociedad civil y política, por un desarrollo sostenible de nuestra ciudad y su entorno.
Esto debe quedar reflejado en la elaboración de las políticas urbanísticas y sociales, en las que debemos involucramos en su mantenimiento, su uso racional y de convivencia, y así garantizar a las generaciones futuras tanto un hábitat como un medio ambiente de calidad y con futuro. Tanto en el diseño como en la transformación de la ciudad, considerando como el elemento mas importante en su uso al ciudadano, deben estar siempre presentes la accesibilidad y movilidad a medida de todas las personas, el reparto del espacio público, la presencia de vegetación, las condiciones de seguridad y el aumento de la complejidad urbana potenciando nuevos usos de los espacios.
Por último pero no menos importante, dentro de las garantías que deben existir en cualquier ciudad para el normal desarrollo de las personas, debe estar presente la del acceso a la vivienda, contribuyendo para ellos, como un factor fundamental la disponibilidad y oferta de terreno público para así abaratar costes. Igualmente, se generará un parque de viviendas en alquiler, gestionado por la administración y puesto a disposición de los que menos recursos tienen, incluyendo a jóvenes para su emancipación. Sostenibilidad y Medio Ambiente, deben ir ligados de forma inseparable con futuro, con urbanismo, con economía, con servicios, con la gestión de los recursos, con ecología, con civismo y con respeto, pero sobre todo, con concienciación y compromiso político y ciudadano, y así estaremos, entre todos y todas, garantizando el futuro de nuestro planeta.