GETAFE/El aula sin muros (02/11/2018) – En el contexto actual, en el que predomina la competitividad, la velocidad y el vértigo, hablar del “movimiento slow (lento)” puede sonar caduco, antiguo, ineficiente. Nada más lejos de la realidad. En esta sociedad de la aceleración y del tiempo sin tiempo, de lo efímero y del estrés, está surgiendo en este momento un deseo creciente de detener esta locura y cambiar los ritmos de vida para hacerla más plena y más satisfactoria.
El uso de las máquinas y la tecnología, desde la primera revolución industrial a la cuarta revolución que vivimos hoy con el capitalismo digital, nos permiten hace cada vez más cosas en menos tiempo. Con ello se crearon nuevas necesidades que exigieron trabajar más y más rápido. Así la velocidad crea dependencia e insatisfacción, siempre necesitamos más. Hoy somos prisioneros del reloj incluso para gestionar nuestro ocio.
Es cada vez más frecuente que las consultas de psiquiatras, psicólogos y terapeutas de todo tipo estén llenas y desbordadas por personas que buscan salir de estas dinámicas que les llevan, con frecuencia, a situaciones límite y dramáticas.
Este ritmo de vida, en aceleración constante, contamina también a la infancia y adolescencia y se traslada al ámbito de la educación, en la que acaban sometidos a una alta presión para que rindan según las expectativas familiares y sociales. A las horas de colegio se añaden las actividades extraescolares y “complementarias”, deberes repetitivos e inútiles que no hacen más que prolongar la jornada de niños y adolescentes hasta el absurdo. En este ámbito prima también la cantidad sobre la calidad. Los docentes nos obsesionamos con impartir cantidad de contenidos, a veces irrelevantes y reiterativos, solo para cubrir las exigencias de los programas o las pruebas externas. A veces son las familias las que relacionan la calidad con la cantidad y consideran que a mayor cantidad de contenidos y tareas determinan un mayor éxito escolar. Así aparecen, cada vez más en edades tempranas, graves situaciones de exigencia extrema, de estrés e incluso depresión.
Como respuesta a este tipo de sociedad, que genera angustia e insatisfacción, se está extendiendo un movimiento de contestación, que se conoce como el “movimiento slow”. Tiene su máximo exponente en Carl Honoré, autor del libro El elogio de la lentitud, que tuvo una amplia acogida hace algunos años y propone un modo de vida alternativo, liberado de la presión y es estrés, en el que cada persona pueda decidir que ritmo debe adoptar en cada momento, sin sucumbir a las presiones que nos llegan de nuestro entorno económico, social o mediático.
“Rápido equivale a atareado, controlador, agresivo, apresurado, analítico, estresado, superficial, impaciente y activo; es decir, la cantidad prima sobre la calidad. Lento es lo contrario: sereno, cuidadoso, receptivo, silencioso, intuitivo, pausado, paciente y reflexivo; en este caso, la calidad prima sobre la cantidad”.
El llamado “movimiento slow” se ha desarrollado en numerosos ámbitos como el de la comida (slow food) o la educación. En este caso se propone una educación lenta y sosegada que no someta a los niños y niñas a la presión de la competición, sino adaptada a las necesidades de cada cual, desarrollando todas sus potencialidades. Una educación que respete la singularidad de cada alumno y alumna y tenga en cuenta sus propios ritmos de aprendizaje.
En este campo es interesante la aportación de nuestro compañero, del movimiento de renovación pedagógica de Cataluña, Joan Domenech, que acumula una larga experiencia de trabajo innovador en diversos centros educativos de Barcelona y es autor del Elogio de la educación lenta. En él se desgrana, además de un análisis muy preciso de la educación en los centros educativos y en las familias, toda una propuesta de actuación para hacer realidad una enseñanza y un aprendizaje liberados de la presión que imponen sobre profesores y alumnado los exámenes continuos y estandarizados, el cumplimiento de programas exagerados, el estrés que conllevan los deberes convencionales, las actividades extraescolares irracionales y las falsas expectativas que imponemos muchos niños y niñas más allá de sus posibilidades reales.
En el colectivo Escuela Abierta mantenemos una relación de colaboración estrecha con Joan Domenech que estará con nosotros del día 14 de noviembre, a las 18 h., en el IES Alarnes, en una charla-coloquio para abordar su propuesta de educación lenta, de prácticas educativas basadas en una educación sosegada, de procesos de aprendizaje adecuados al ritmo personal, desde la perspectiva de la escuela pública actual, con el objetivo de elaborar propuestas y estrategias, en diálogo abierto con este autor.
Invitamos a toda la comunidad educativa de Getafe a participar en este encuentro.
- Escuela Abierta es un movimiento de renovación pedagógica que surgió en Getafe en el año 1981 y que tiene entre sus objetivos la construcción de un modelo de Escuela Pública universal, inclusiva, científica y laica. Forma parte de la Plataforma por la Escuela Pública de Getafe.
- Carl Honoré. El elogio de la lentitud.