GETAFE/La piedra de Sísifo (13/11/2018) – Esto de la política nos tiene alienados con tendencia a la obsesión; según leí este titular en un artículo de ayer, que hacía referencia a la tarea cíclica que emprende el departamento de Parques y Jardines en otoño, para sanear los árboles de nuestra ciudad y preparar un operativo que reduzca en lo posible las molestias causadas por esa imagen tan romántica, a la vez que peligrosa, de una alfombra de hojas caídas por el suelo, no sé por qué se me fueron las ideas a las elecciones que tenemos dentro de poco más de seis meses.
Al contrario que en la naturaleza, que se espera a que baje la savia de los árboles y minimizar la agresión que supone cortar las ramas que sobran, bien por motivos de salud o puramente estéticos, en política solo hay un momento para realizar una poda: cualquiera. Basta con que alguien saque los pies del tiesto, discrepe ruidosamente (o discretamente con insistencia), se alinee con los “enemigos irreconciliables” de ese momento, tenga intereses y/o ambiciones propias o, efectivamente, sea una rama enferma o podrida para que pase a engrosar la lista de prescindibles, poco recomendables, malditos o apestados y su nombre y cara desaparezcan de la vida pública y, por ende, de unas hipotéticas listas electorales.
En el ámbito local, salvo en las candidaturas de nueva creación (y algún tira y afloja ha habido ya), la poda se ha producido de modo gradual desde 2015. Algunos casos han sido con luz taquígrafos, comisario y forense, y otros, la mayoría, de forma discreta, casi imperceptible; un día ves a una persona en todas partes y, al día siguiente, no la encuentras ni en su casa.
Respecto a las molestas hojas; aunque ahora empezarán a proliferar con el variado espectro cromático propio del otoño, que va desde el azul desvaído, pasando por el verde, el rojo suave, el rojo intenso, el naranja o el morado; llevan ya unos meses que amagan y no dan. Con los primeros fríos que anuncian las fiestas navideñas nuestras calles (nuestros buzones) empezarán a inundarse de hechos, conjeturas, promesas, denuncias, propuestas trasnochadas, ideas luminosas, caras sonrientes, algún que otro Grinch y muchos, muchos, muchos buenos deseos a todas las personas de buena voluntad (y, qué coño, a los de mala también).
Todo ese tinglado será solo el aperitivo de una primavera en la que, si puediera, invertiría en la industria papelera. Puerta por puerta, buzón por buzón, mano en mano irán invadiéndonos variadísimos panfletos, programas, baterías de propuestas o dedos acusadores de hipotéticas malas praxis. Culminará a últimos de mayo y, el próximo año, con el fin de la primavera, las casetas de las fiestas serán el reflejo de lo bien o mal nutrido, o podado que estuviera cada árbol.
Ten cuidado al caminar por las aceras, no vayas a resbalar con las hojas que las alfombrarán o, peor aún, te caiga encima una rama en forma de concejal/a díscolo o lidercillo venido a menos. Ve poniendo en marcha la calefacción, prepara la mantita de cubrirte las piernas en las melancólicas tardes de domingo en el sofá y contempla con curiosidad y espíritu crítico el teatrillo que nos brindarán por todas partes pero, sobre todo, sé feliz.