Manolo Espinar: Nos deja un luchador incansable

GETAFE/In memoriam (27/10/2018) – Este miércoles 24 de octubre nos dejaba Manolo Espinar. A los 68 años moría tras unas semanas luchando contra las consecuencias de un derrame cerebral. Cientos de amigos y amigas llenábamos los jardines del Tanatorio y los coches tenían que aparcar fuera. Todos queríamos acompañar a Manolo, porque Manolo, durante toda su vida, derrochaba energía y atraía a su alrededor a la mucha gente. Manolo fue siempre un agitador, un sembrador de ideas y al final los cientos de personas que le acompañábamos en su despedida, demostrábamos como la siembra de un hombre bueno siempre recoge seguidores en forma de amigos y amigas

Manolo, a los 18, se trasladó a Paris donde tuvo su bautizo de lucha con el mayo del 68. Allí trabajó de camarero en un importante hotel. Había mamado la política de izquierdas. Su padre había pasado varios años en las cárceles franquistas. Pronto volvió a España y tras varios empleos, terminó trabajando en Ericsson. En los últimos años del Franquismo militó en la Organización de Izquierda Comunista (OIC) hasta que ésta se integró en el Movimiento Comunista (MC), organización que tuvo bastante influencia en las movilizaciones antifranquistas y después en movilizaciones anti Otan, feministas etc. También militó en el movimiento sindical donde formó parte de la Corriente Sindical de Izquierdas de CCOO.

Más tarde pasó al PCE y después pasó a formar parte de la organización creada por los pro soviéticos (PC). Militó en Izquierda Unida y llegó a ser concejal en Leganés, el único cargo institucional que desempeñó en su vida, y del que dimitió al no sentirse representado por la política llevada a cabo. Toda su vida fue un ir y venir de militancia en la izquierda, ilusiones y desilusiones. Pero siempre intentado recomponer lo roto, agarrarse a la mínima esperanza.

Decepcionado por la militancia en partidos políticos se dedicó a la solidaridad internacional. Fundó, con un grupo de compañeros y compañeras, la Asociación Haydee Santamaría en Leganés, que se constituyó en una auténtica Casa del Pueblo: teatros, actos… Por allí pasaron dirigentes e intelectuales de muchos países. Todos los comprometidos, todos los oprimidos tuvieron allí su sede.

Desde allí se fraguó la solidaridad con Gaza. Su compromiso con Rumbo a Gaza, la campaña contra el bloqueo israelí, se concretó en el envío de ayuda en la llamada flotilla de la libertad. Uno de los barcos, el Mavi Mármara, fue atacado y nueve de sus ocupantes asesinados por el ejército israelí. En el barco iba Manu, el hijo de Manolo por el que todos temimos en esas fechas. Sin Manolo se habrían hecho esas flotillas, pero no hubiesen sido lo mismo. Porque Manolo igual se iba a Barcelona o Alicante a ver partir los barcos y coordinar su campaña, como aparecía en el Congreso de los Diputados para dar visibilidad y obligar a definirse a todos los diputados democráticos.

Posteriormente el local se trasladó a Getafe ya con el nombre de Ágora, convirtiéndose en su presidente y organizando actividades de solidaridad, de debate… abiertas a todo el pueblo. Por Ágora han pasado personajes de proyección nacional como Iñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Alberto Garzón, Tania Sánchez, Zaida Cantero, Luis Gonzalo Segura y otros activistas más “anónimos” de muy diferentes campos que han presentado sus trabajos o sus libros. Por ejemplo, un entonces totalmente desconocidos Pablo Iglesias que participó en una obra representada en Ágora. Hemos acogido a representantes de organizaciones palestinas y a diplomáticos, a organizaciones locales como Cambalache, Orión, a miembros de colectivos con problemas como los trabajadores de LYMA y a todo el que nos ha solicitado los locales para el desarrollo de alguna actividad abierta al pueblo. Detrás de todo esto siempre estuvo Manolo Espìnar, nuestro presidente.

Fue fundador de Podemos en Getafe. Con una ilusión renovada vio en la formación morada la esperanza. En el primer mitin de Podemos en el Federico García Lorca, con el Teatro abarrotado, Manolo se presentaba con el corazón en la mano y por su autenticidad y verdad nos encandilaba a todos y todas. Con su sinceridad y su fuerza vital llenó el escenario. “Era el último tren” repetía.

Luchó y se peleó. La responsabilidad ante la situación le presionaba, y volvió a desilusionarse. Solía decir que en Getafe no hay forma de unir a la izquierda. Discutía con gran vehemencia porque entendía que estábamos en un momento histórico, el último tren, y porque él era así, una fuerza vital entregada al compromiso de la lucha, sin más compromiso que éste, el compromiso de vivir para cambiar este mundo.

Últimamente se sentía identificado con Iñigo Errejón. Veía que podría ser el próximo presidente de la Comunidad de Madrid. Pero cada día veía nuevos elementos para el desánimo. En su vagar ciclotímico siempre volvía. Siempre se enganchaba de nuevo. Siempre luchaba por recuperar cualquier elemento positivo. De hecho, él nunca abandonó la lucha. Fue un imprescindible, porque toda su vida estuvo empujando un proyecto, desarrollando acciones que condujeran a una idea, la de la libertad, la justicia y la igualdad que se concretaba en la defensa de los derechos para los más necesitados en cualquier lugar del mundo. Porque a él le movió siempre una idea, la necesidad de que los trabajadores del mundo se unieran.

Cuando estaba desanimado decía: siempre ganan los malos, al menos hasta hora. Puede que sea cierto, pero seguro que algún día ganarán los buenos. Ese día, una vida de lucha incansable cobrará más sentido aún. Tu fuerza, tu autenticidad y tu compromiso habrán ayudado a hacerlo.

Amigo, siempre nos quedará tu recuerdo y de entre todos tus recuerdos nos quedamos con dos: tu sonrisa que te mostraba como lo que eras: un hombre bueno, en el buen sentido de la palabra, y la seguridad de que un día el mundo será como tú querías y tu ejemplo habrá servido para la consecución de ese objetivo, porque habrá sembrado en otros hombres y mujeres la necesidad de luchar por ello.

 

Redacción Getafe Capital