GETAFE/In memoriam (24/09/2018) – ¡Mari Carmen se ha ido! Deja a los que la queremos, desconcertados, en igual de proporción de desconsuelo y admiración. Luchó con tenacidad contra su enfermedad, que la devoraba por dentro, con total naturalidad sin compadecerse de sí misma. Logró incorporar el cáncer a su vida cotidiana. Lo que para cualquiera de nosotros sería excepcional, ella lo convirtió en motivo de admiración. Durante su enfermedad vivió la vida aún con más intensidad que lo hacía que cuando le diagnosticaron su primer cáncer, y la ha dejado con gran coraje, grandeza de espíritu y gran dignidad. En cualquier caso, se ha ido con serenidad, y eso nos consuela. Deja a su compañero de toda la vida, Fidel, con más de 50 años de convivencia, a sus adorados hijos, Ángel y Fidel, a dos nietos que aun no asumen la ausencia, demás familia e innumerables amigos. Pero también deja inconmensurable cantidad de amor, verdadero amor, desinteresado e incondicional, del que solo se da, y no se pide nada a cambio.
María del Carmen Gallego Sánchez nació en un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca, Pozorrubio, y pronto conoció los sinsabores de la vida. Con solo tres años de edad perdió a su padre y tuvo que ingresar en un internado de monjas. A los doce años viene a Getafe con sus dos hermanas y reside en la calle Rayo. Hasta que contrajo matrimonio fue trabajadora de la empresa Electroplast, dedicada a la fabricación de piezas de plásticos en moldes de inyección.
Mari Carmen llevaba más de 20 años luchando contra el cáncer. Tras serle diagnosticado un tumor de mama, en julio de 1997, se sometió a su primera operación. Doce años después, en 2009, se le detectó un tumor en los ovarios, y en 2012 tuvo que operarse del otro pecho. La última operación fue en 2015.
Su padecimiento, desde sus primeras sesiones de quimioterapia hasta su última intervención quirúrgica, fue un continuo crecimiento personal, incluso ella misma decía que le había hecho más humana y quienes la conocieron dan fe de su dulzura, templanza y eterna sonrisa incluso en los peores momentos.
Su lucha contra el cáncer, lejos de convertirse en una carga para la familia, supuso un mayor estímulo positivo para todos los que la rodeaban, y en un ejemplo de cómo afrontar la vida desde la adversidad: ante el diagnóstico de una enfermedad, la calidad de vida es mucho mayor luchando y entregándose a los demás uqe pasarla aterrada debajo de la cama.
Su sonrisa, su serenidad y su recuerdo nos acompañarán siempre.