GETAFE/El aula sin muros (19/07/2018) – Llevamos ya un tiempo debatiendo sobre si los deberes o tareas escolares que ocupan las tardes de las niñas, los niños y sus familias son realmente necesarios o útiles para la mejora del rendimiento académico. Además, también se ha puesto sobre la palestra el gran coste temporal de estos, el tiempo que obliga a los niños y niñas a dejar de jugar o divertirse en su tiempo libre para prolongar su jornada escolar, más allá de las cinco horas diarias (en el mejor de los casos), ya que como muy bien sabemos, muchos empiezan su jornada entre las 7.30 y las 9.00 horas de la mañana y la terminan a las 16.00 horas o incluso más tarde.
Puede que un objetivo tan loable como mejorar el aprendizaje o crear hábitos de trabajo en una situación externa al ámbito de trabajo del docente requiera del previo acuerdo con las familias, puesto que el contexto familiar debe facilitar el trabajo colaborativo necesario para ello, pero a la par, un estudio y debate de si se consiguen los fines propuestos.
Estas tareas escolares se encomiendan a nuestros infantes, pero las asumen como propias en una gran cantidad de casos las familias, y es en este momento cuando aumentan las desigualdades de logro. Hay familias que pueden asumir perfectamente esta responsabilidad, otras que pueden delegarla pagando clases particulares, pero hay otras que no pueden asumirla: ya sea por falta de tiempo, puesto que trabajan muchas horas fuera de casa y no pueden atender adecuadamente a sus hijos; por formación, la familia no tiene los conocimientos suficientes para dirigir las tareas de manera satisfactoria; pero sobre todo económicos, ya que ante una de las dos situaciones anteriores, no tienen suficientes recursos económicos para pagar una academia o clases particulares para solventar la situación.
Podemos realizar una pequeña clasificación de los fines de los deberes: repasar, reforzar o terminar lo que no ha dado tiempo a trabajar en la escuela. El primero suele conducir a la realización de actividades repetitivas y abusivas que no mejoran el aprendizaje, se prioriza la cantidad sobre la calidad. El segundo aumenta las desigualdades sociales, ya que es una herramienta para la competición, en la que ganan los que más recursos tienen (económicos). El tercero, es fruto de unos currículos académicos irracionales y desmedidos que imposibilitan el respeto a los tiempos de aprendizaje del alumnado, donde se prima la fragmentación en materias y con miras a unas pruebas externas consignadas por la OCDE. ¿Realmente los deberes tienen en cuenta el beneficio del alumnado?
Si desde el siglo XVIII consideramos la educación como la principal herramienta de las clases sociales populares para la promoción económica y social (el ascensor social). El simple hecho de encomendar deberes a los estudiantes da al traste parcialmente con este gran avance de la humanidad, ya que en vez de convertirse en una herramienta de compensación, se convierte en una competitiva, ante la que sucumbimos todos, puesto que siempre pensamos que nosotros podremos saltar todos los obstáculos y son los demás los que no lo harán.
Tampoco podemos olvidar que esta actividad genera tensiones y enfados dentro del seno familiar, hay pocos niños o niñas que prefieran pasar la tarde trabajando en sus tareas escolares que jugando, sin olvidar las tensiones que se originan ante las explicaciones de los padres/madres sobre las actividades a realizar y del buen entendimiento de sus hijos. Conocemos demasiados casos en lo que se dan gritos, voces, llantos, pataletas… y que acaban en muchos casos en castigos y frustración.
Como ya sabemos por estudios recientes, aunque quizás no necesitamos estudios para ello por la obviedad que parece, el exceso de deberes provoca fatiga y aburrimiento, lo que conduce al desinterés por la escuela. Además, ocasiona no ya las consabidas tensiones familiares, sino que repercute nocivamente en la capacidad de relación social y afectiva del niño (“El mito de los deberes”, Alfie Kohn, 2013).
La Convención de los Derechos del Niño recoge el derecho de los niños y las niñas a jugar y al ocio, puesto que son básicos para el desarrollo feliz y armónico de todas sus potencialidades. La infancia es una etapa con fecha de caducidad, donde pueden disfrutar jugando y ser libres de ciertas responsabilidades, antes de llegar a otras etapas vitales dónde aumentan las cargas, responsabilidades y disminuye el tiempo libre, aunque actualmente, muchos de nuestros hijos e hijas trabajan más que nosotros los adultos.
Howard Gardner y la Universidad de Harvard nos descubrieron las inteligencias múltiples: lingüístico-verbal, lógico-matemática, visual-espacial, musical, corporal-kinestésica, intrapersonal, interpersonal, naturalista, emocional, existencial, creativa y colaborativa. ¿Cuáles de ellas desarrollamos con las tareas escolares? Probablemente unas pocas, olvidando algunas que pueden ser claves para incentivar las potencialidades de muchas chicas y chicos como la musical, corporal, creativa…
¿Realmente las tareas escolares son un tiempo de trabajo tan importante para el aprendizaje de los infantes para que merezca la pena el gran coste familiar y social que tienen?
Escuela Abierta es un movimiento de renovación pedagógica que surgió en Getafe en el año 1981 y que tiene entre sus objetivos la construcción de un modelo de Escuela Pública universal, inclusiva, científica y laica.