GETAFE/La piedra de Sísifo (19/06/2018) – Hace poco hablé de las encuestas y de su pretendido efecto entre los votantes, de lo que no hablé, más que nada porque no venía a cuento, era de su efecto entre los encuestadores.
Nadie duda hoy día del poderoso influjo que tiene en su audiencia, gracias a cualquier encuesta publicada por un medio, sus potenciales lectores se triplican o cuadruplican como mínimo y eso, tiene como consecuencia un efecto balsámico en sus ingresos publicitarios. Pero, claro, debe cumplir con determinadas condiciones: que despierte el interés del lector, que facilite datos poco conocidos o novedosos, que diga lo que quiere oír una buena parte de su público objeto (lo que los snob llaman “target”) pero, sobre todo y por encima de todo, debe cumplir con una norma inexorable; la encuesta debe existir.
Dejando de lado sus fallos a la hora de predecir resultados (ya sabemos que importa más hacia dónde dirijan el voto dubitativo), las encuestas son un capricho caro cuyos resultados se hacen públicos con cuentagotas, estirando la atención al máximo y, por supuesto, debidamente cocinadas. Junto a las proyecciones electorales se hace pública la ficha técnica (de decisiva importancia) donde figuran las características del muestreo, si las entrevistas han sido personales o telefónicas; el número de estas y en qué universo y, como conclusión de todo esto, el porcentaje de error que, a estas alturas con no más de 500 entrevistas, suele estar sobre un 8% arriba o abajo con 5 partidos concurriendo, que da una horquilla de 16 puntos. Un mundo donde caben varios concejales.
Otro caso a considerar es la redacción de las preguntas; hace 8 años estuve entre los entrevistados recurrentes de una empresa demoscópica y casi era capaz de acertar quién había encargado la encuesta en función del sesgo de las preguntas, en algunas ocasiones muy burdo.
Teniendo en cuenta todos estos factores, me fijo en una ¿encuesta? publicada hace pocos días por un medio que no conocía más que de oídas y reconozco que he tardado diez minutos en ser capaz de parpadear. Para empezar la ficha técnica no aparecía por ningún lado, lo que me hizo sospechar algo raro, a riesgo de que me llamaran desconfiado. Los resultados y su extrapolación a concejales asignados fueron los que me empujaron a atribuir su autoría a la mediación de sustancias químicas de dudosa legalidad. Veamos:
Puede ser una encuesta, puede ser un fake, puede ser un rellenar páginas a lo loco que se les ha ido de las manos o puede ser lo que tú quieras; lo único que me gustaría es tener a mano el teléfono de su proveedor. Nunca sabes cuándo puedes necesitar un empujón de imaginación.
Sed felices.