GETAFE/La piedra de Sísifo (01/05/2018) – Hoy es 1 de mayo, el día del año en que se celebran, conmemoran y reivindican los derechos de la Clase Trabajadora a escala planetaria. Sí, aunque no esté de moda e, incluso, alguien lo vea como un anacronismo obsoleto, he dicho Clase Trabajadora y lo he escrito con mayúsculas, como debe ser.
Porque nos han acostumbrado a la expresión clase media que, como su nombre indica, está en un punto indeterminado entre la clase alta y la clase baja y responde a una clasificación que pone el foco en la capacidad del individuo para gastar. Así, mientras la clase alta dispone de muchos recursos para emplear en bienes de consumo de alto standing y la clase baja se centra más en los productos de primera necesidad por una cuestión de pura supervivencia; la clase media se sitúa en el punto en que se ha superado (¿?) la supervivencia y se empiezan a adquirir bienes considerados prescindibles hasta que estos llegan al calificativo de suntuarios; por ese espacio económico se sitúa la horquilla de las clases medias y sus infinitos matices. Esta clasificación es un campo de minas por el que caminamos con los ojos vendados y que, como todos los productos tóxicos, deberíamos manejar con un buen par de guantes, mascarillas e infinito cuidado.
Siempre fui más partidario de la locución Clase Trabajadora porque hace referencia a su forma de ganarse la vida y la entiendo más ajustada a la realidad de la sociedad donde sobrevivimos con mayor o menor holgura, pero representa el otro lado del espejo en que se refleja en el gasto: la capacidad para generar recursos mediante la percepción de un salario.
Por otra parte, el 1 de Mayo ha sido, es y será el momento en que debemos sentirnos orgullosos de los sindicatos de clase, denostados por campañas difamatorias emprendidas por los estamentos económicos a los que molesta su presencia y, el algunos casos, sustituidos por pretendidos sindicatos amarillos o de estructura vertical promovidos por la propia patronal y que, como fieles lacayos, contemporizan gustosos con quienes les alientan.
Los sindicatos de clase no lo tienen fácil en esta sociedad de hoy, zarandeados por los francotiradores mediáticos, acorralados por los amarillos y maltratados por una gran patronal que, teniendo 10 veces más liberados y percibiendo 40 veces más de subvenciones, les pone en el disparadero con el argumento falaz de los liberados y las subvenciones. Ole sus gónadas y las de quien, ignorante o malintencionado, les compra y difunde el mensaje.
Hoy es 1 de mayo y, aunque deberíamos hacerlo a diario, aprovechemos la fecha. En época de liquidación salvaje de derechos laborales, de desguace y venta al mejor postor de lo que un día fue el Estado del Bienestar, conviene colocarse la pegatina, calzarse la gorra, empuñar la bandera y salir a la calle a gritar a vena hinchada que no podrán con nosotros porque, sin nosotros, no son nadie. Que no lo olviden. ¡Feliz y reivindicativo 1 de mayo!
Sed felices.