GETAFE/La piedra de Sísifo (08/05/2018) – Hace dos semanas te hablaba de hechos cíclicos que suceden en determinados periodos: Fríos, calores, obras… Existe otro fenómeno repetitivo que merece un tratamiento individualizado, no tanto por su cansina reiteración sino por su pretendida trascendencia: las encuestas.
Estamos ya a un año vista de las elecciones municipales y autonómicas que tendrán lugar en mayo de 2019 y, quien más, quien menos, va dando salida a los ahorrillos acumulados durante esta tiempo para encargar una encuesta donde se tome un poco el pulso al sufrido cuerpo votante, se evalúen sus constantes vitales y, sobre todo, se sepa qué tratamiento aplicar para desarrollar unas reacciones u otras los próximos 12 meses, y que estas se traduzcan en votos.
En circunstancias normales, estas encuestas no suelen publicarse porque son únicamente para consumo técnico de orden interno, aunque se han dado casos. Y ahora surge la pregunta:
¿Por qué se publican unas encuestas y otras no?
La razón es clarísima, las encuestas no se publican para dar a conocer la tendencia sociológica del voto en el momento de su elaboración; se hacen públicas, con mayor o menor artificio, para tratar de influir en los ciudadanos que dudan y aún no han decidido su voto o en el “votante volátil” que hoy piensa una cosa y mañana otra. Las que se están haciendo ahora, con muestreos telefónicos muy limitados en número y con un porcentaje de fiabilidad relativamente pequeño por su coste, sirven para ver, grosso modo, cómo están colocadas las fichas en el tablero a día de hoy, nada más.
¿Para qué sirven?
Sirven, sobre todo, para hacer ganar dinero a las empresas demoscópicas que, casualmente en los grandes partidos, tienen entre sus cuadros directivos personas cercanas a la formación que las encarga. Se guardan celosamente para que otros no puedan hacer uso de sus datos y, si hay algo que interese especialmente, como el hundimiento de algún rival o una subida fulgurante del interesado, se filtra de modo “anónimo” para que se sepa.
¿Qué eficacia tienen?
Ahí hay varias escuelas de pensamiento. De una parte, el común de los ciudadanos se queja (o cachondea) de que los resultados reales coinciden poco o nada con las predicciones elaboradas. Es cierto, si de su capacidad para establecer proyecciones veraces se tratase, tendrían la puntería de un chimpancé borracho en una partida de dardos, sin embargo ya sabemos que no es eso lo que buscan; pretenden guiar de la manita al votante inseguro y en esa materia van siendo más eficientes. Ahora bien, esa función es más apreciable a una escala mayor que en unos comicios locales, porque el porcentaje que afecta al voto local exclusivamente ronda el 30 %, siendo el otro 70 % una continuación de tendencias sociológicas marcadas en el ámbito nacional.
Tengamos los ojos y los oídos abiertos, si nos llega alguna encuesta o dato concreto a estas alturas, vendrá más cocinada que la Poción Mágica de Panoramix o vaticinará el trastazo histórico de alguien concreto.
Sed felices.