GETAFE/Grada azulona (10/04/2018) – Hoy se cumplen diez años del Getafe-Bayern, uno de los partidos más memorables y de final más cruel en la historia de las competiciones europeas. Aquel encuentro, icono de la historia contemporánea del equipo azulón, representó uno de los hitos de la primera etapa del club en la élite.
Tras una épica remontada (4-0) al FC Barcelona en las semifinales de la Copa del Rey del año anterior, el humilde Getafe, con apenas tres años de recorrido en Primera, obtenía el último billete que daba acceso a Europa. El Sevilla, clasificado para la Champions vía liguera, terminaría levantando el título que honra al jefe de Estado; el Getafe disputaría la Europa League. El conjunto entrenado entonces por Bernd Schuster obtenía un brillante premio a una excelente campaña. El derecho a viajar por el continente sería la guinda a un curso marcado por la permanencia holgada y la primera final copera.
Laudrup tomó los mandos del equipo presidido por Ángel Torres en la 2007/08 con el objetivo claro de la permanencia. Pero aquel equipo no parecía conocer límites: después de una salvación con pocos apuros, el conjunto getafense volvía a hacer la machada y se clasificaba para jugar su segunda final de Copa del Rey consecutiva después de eliminar en semifinales al Racing de Santander.
Pero aquella hazaña no sería la más grande de aquella temporada. Tras un inicio de competición europea estratosférico, ganando en grandes estadios y a equipos de primer nivel, como al Tottenham de Londres en White Hart Line, los azulones se plantaron en cuartos de final y el azar quiso ponérselo aún más difícil. El sorteo cruzó al recién llegado con el todopoderoso Bayern Munich, a la sazón, el equipo más fuerte y temido de la competición. La historia llamaba a las puertas de la capital del sur madrileño. ¿Se impondría la ilusión del modesto al poder de uno de los más grandes clubes del mundo?
Sobre el papel no había color. El Bayern era inmensamente favorito. Pero la ida, jugada en Múnich, mostraría la verdad de aquel cruce. No había superioridad, los madrileños disputaban la hegemonía teórica de los bávaros, y cabía sorpresa. El lateral derecho rumano Cosmin Contra ponía el empate (1-1) en el marcador en los instantes finales. El tanto azulón hacía temblar los pilares de Allianz Arena e ilusionaba a todo un país. El Geta era el equipo de todos, el equipo de España. Aquel gol, tras una jugada tan trenzada como hermosa, certificaba el asalto a los cielos de los de Laudrup. El gigante europeo sufriría en el Coliseum Alfonso Pérez.
El 10 de abril de 2008 era el día elegido, la fecha para marcar en rojo. La efeméride de la que hoy se cumple una década divide en dos la historia del Getafe CF. Aquellos 120 minutos, hubo prórroga, cambiarían para siempre la narrativa del club, transformando el relato de la afición azulona: el club pequeño, siempre a la sombra de los gigantes de Madrid, ya era capaz de firmar gestas memorables allende nuestras fronteras.
El rey Juan Carlos, el entonces príncipe Felipe, y representantes de instituciones de primer nivel político y deportivo se dieron cita en el palco presidencial para apoyar al equipo madrileño. Getafe era el epicentro del fútbol nacional e internacional aquella noche. España se paró frente a la televisión. El Getafe-Bayern sigue siendo el encuentro más visto de la historia de la UEFA (entendiendo como tal la segunda competición de clubes) en España, con casi 10 millones de espectadores pendientes a través de la señal de Antena 3. El Coliseum completó todo el aforo. Pasión desbordada.
Los millones que lo seguían presenciarían el partido más cruel que habían visto hasta entonces. Aquel jueves de pasión, leyenda viva del Getafe, tuvo su final más triste en el último segundo del tiempo añadido, cuando Luca Toni puso el empate (3-3) definitivo. Ese tanto, y otro anterior y anotado unos minutos antes, neutralizaron los dos goles de ventaja que había conseguido el Geta al inicio de la prórroga. Una tempranera expulsión obligó al local a jugar con diez durante casi dos horas. Aquel cuento mereció otro final. Pero tantas lágrimas derramadas, miles lloramos, no ocultan el orgullo por un club que aquella noche tuteó a un rey de Europa.