GETAFE/Akelarre (22/03/2018) – Vuelve el Akelarre a su día natural, el viernes, y hoy no lo voy a negar, me cuesta escribir tras el asesinato de la pequeña y el pequeño en manos de su padre esta semana en nuestro municipio. Vivimos en una barbarie insoportable, no sabes qué va a ser lo siguiente que te encoja el corazón y el estómago. Desde aquí, me gustaría mandar un abrazo enorme a nuestra vecina Raquel, que ha sufrido un revés irreparable cómo es el asesinato de su hija e hijo.
Hoy voy a tratar un tema al que llevo tiempo queriendo dedicarle un artículo, hoy el Akelarre va sobre ‘nuestros dolores’, esos que sufrimos día a día pero que lo hacemos en silencio o normalizándolos. Decía en el último Akelarre que después del 8 de marzo nos tocaba reflexionar y no solo sobre la huelga y su preparación, sino sobre todo lo que hemos aprendido sobre nuestros problemas, que son muchos, diversos y suelen tener la misma causa.
¿Habéis observado que a la mayoría de las mujeres que nos rodean nos ‘duele algo’? ¿Y que cuando te sientas a hablar delante de un café está en el orden del día escuchar qué relajantes o tranquilizantes nos han recetado esta vez los médicos?
Hoy recuerdo una mesa a la que asistí en febrero que se llamaba ‘Los cuidados, los afectos y precariedad vital’ impartida por una psiquiatra y una médica. En ella, se dijo: “Todas conocemos mujeres que se medican para llevar la situación que se encuentran”. Y me pareció horrible por lo cierto de la afirmación.
Hace un tiempo, conocí a una chica, el primer día que nos vimos lo primero que me comentó fue que venía del médico “porque no podía dormir” y le habían recetado “una pastilla para dormir”. Cuando nos pusimos a conversar más en profundidad me comentó que estaba sola con sus peques, que su pareja se había ido, no podía pagar el alquiler, ni el padre de sus hijos le pasaba la pensión para poder alimentarlos. Y yo pensaba: “Joder, ¿una pastilla para dormir es lo que necesita esta chica?”. Quizás esta mujer no necesitaría una “pastilla para dormir” si no tuviera que acostarse pensando si la van a echar del piso o si va a tener algo en la cocina para dar de comer a sus hijos. No sé, no soy médico, pero quizás…
Como ella, muchas, pero no solo por situaciones de violencia económica es por lo que muchas mujeres terminan con una receta en el bolso. También las hay las que se tienen que medicar porque tienen que hacer malabares para conciliar su empleo, los cuidados y además tener que estar perfecta. Otras ni siquiera se medican, tiran hacia adelante con ojeras de no dormir, jaquecas o contracturas porque “no se pueden permitir parar”.
Este sistema nos ha metido en una rueda de ‘aguantar’ que nos hace enfermar y maltratar nuestro cuerpo (recuerdo que solo tenemos uno). Además, tenemos que escuchar diariamente la desfachatez de decir «cúidate”, oigan, ¿y si nos dejan de maltratar? Porque como dice Pamela Palenciano “no solo duelen los golpes”, y la precariedad vital nos duele, nos maltrata. Las triples exigencias que nos ponen como mujeres nos enferman.
Sé que vivimos tiempos donde hablar de “politizar” suena como algo negativo, pero creo que desde el feminismo tenemos un reto que es “politizar el dolor” ya que es real, lo sufrimos y es consecuencias de unos hechos y condiciones que tienen responsables y debemos nombrarlos para que existan: tanto el dolor como los responsables. Recuerden que “lo personal es político” y “lo que no se nombra no existe”. Por eso:
Seguimos construyendo feminismo porque nos va la vida en ello. Queremos vivir bien y vivir tranquilas, nuestra meta es ser felices y la felicidad no se recoge en una sola foto de una red social.