GETAFE/Rincón psicológico (31/01/2018) – Un embarazo dura de media 40 semanas. En nuestro país los nacimientos producidos antes de las 37 semanas de gestación, momento a partir el cual se considera un plazo normal, se han duplicado en la última década. Actualmente los prematuros suponen el 10% de los nacimientos, de los cuales 1-2% nacen antes de la semana 29.
Los impresionantes avances que se han producido en Medicina en los últimos tiempos, han hecho que la tasa de supervivencia de los bebes nacidos en la semana 29 se eleve al 90%.
Pero, ¿qué consecuencias tiene nacer antes de tiempo? Los mayores riesgos vienen derivados de la inmadurez de los órganos del bebé, incluido el cerebro. Un reciente estudio llevado a cabo por un prestigioso centro de investigación francés, ha mostrado que el 40% de los bebés nacidos antes de las 32 semanas de embarazo van a presentar secuelas cognitivas, frente al 11% de los niños nacidos a término. Aproximadamente el 5% de estos niños va a presentar graves discapacidades como parálisis cerebral o deficiencias sensoriales severas, el 9% presentara una discapacidad moderada, mientras que el 25% restante presentara problemas leves pero que interferirán en los procesos de aprendizaje. Este estudio muestra, por tanto, una relación directa entre la edad gestacional y las secuelas; es decir, cuanto más prematuro es el bebé mayores serán las dificultades.
Las secuelas más graves, como en los casos de parálisis cerebral, pueden detectarse durante el primer año de vida. Sin embargo, en los casos en los que las secuelas son menos visibles, éstas pueden llegar a banalizarse y pasar desapercibidas hasta que el niño comienza su etapa escolar.
Podemos afirmar, por tanto, que la prematuridad es un factor de riesgo a la hora de sufrir alteraciones en el desarrollo cognitivo. Algunos signos que podemos encontrar son: rabietas y llantos más frecuentes de lo normal, caídas y tropiezos, problemas a nivel de la motricidad fina, retraso en el lenguaje, dificultades para el aprendizaje de conceptos básicos como los colores, los números, las letras…, excesiva agitación motora, baja tolerancia a la frustración, dificultades para relacionarse con los demás (ya sea con adultos como con otros niños). Además, a los déficits cognitivos se le puede sumar una dificultad en el control emocional. Por otra parte, se ha venido observando recientemente una mayor tasa de déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH) en niños prematuros.
Aunque todos estos síntomas podemos encontrarlos en cualquier niño, su aparición en niños prematuros aumenta debido a su inmadurez neurológica. Por eso, debemos estar especialmente atentos y dar la señal de alarma cuando éstos aparecen. La prevención es por tanto fundamental, y el hecho de tener en cuenta y tratar estos déficit lo antes posible aumenta considerablemente las posibilidades de mejoría de estos niños, limitando de esta manera las dificultades de aprendizaje, de comportamiento y de relaciones sociales.