GETAFE/Tribuna con acento (03/01/2018) – Algunas personas consideran que eso de los recortes no va con ellos. Tienen un buen empleo, no tienen hijos en edad escolar, la casa pagada… Sin embargo, tarde o temprano esas personas, todos, sufrimos los dramáticos efectos de las políticas con las que el liberalismo está abordando/generando la crisis. Colegios que no se hacen o se hacen con años de retraso. Niños que tienen que desplazarse a colegios muy lejanos de su casa o dar clases en barracones más o menos acondicionados. Listas de espera de meses para hacer diagnósticos o para ser intervenidos. Personas que fallecen sin que las ayudas a la dependencia hayan aliviado sus problemas. Pérdida sistemática del poder adquisitivo de las pensiones, con la precarización cada vez mayor de los pensionistas. Retraso legal en la edad de jubilación que implica pérdida del valor de las pensiones. Precarización laboral absoluta… ¿De verdad piensas que no te afecta?
Episodios como la paciente que murió en un servicio de urgencias después de horas sin ser atendida, parecen anécdotas. Cosas así siempre son inevitables. Pero son evitables, solo tiene que haber voluntad política. Estos días estamos viendo la lucha de muchos ayuntamientos contra las medidas de Montoro porque no se dejan aplicar los excedentes que tienen los ayuntamientos o las Comunidades autonómicas, allí donde lo necesita la población: en los servicios sociales y la creación de empleo. No deja de ser una paradoja que en un país donde el problema número uno es el paro, se dicten leyes que dificulten la creación de puestos de trabajo: Ustedes pueden asfaltar ‘El Retiro’ o hacer un obelisco de plata, pero no se le ocurra gastar el dinero en temas sociales o puestos de trabajo. Los recortes no se hacen porque no hay dinero. Los recortes se hacen porque se quiere beneficiar a las empresas privadas. Estamos viendo estos días como el lobby energético anuncia subidas astronómicas de las tarifas… y el gobierno poniendo “el impuesto a sol”. Dinero hay, pero el gobierno lo quita de los bolsillos de la gente para dárselo a bancos y energéticas.
Así que te va a tocar, ya te está tocando… a veces son pequeños episodios que parecen excepcionales cuando te tocan a ti, pero que están pasando TODOS los días. Ayer a las 11 de la noche fui al servicio de urgencias del ambulatorio de Los Ángeles. Aquello estaba abarrotado. A la 1 y 10 de la madrugada pregunté cuántas personas tenía por delante y me dijeron que todavía siete. Es decir que muy probablemente estaría allí hasta las tres o las cuatro. “¿Cuántos médicos hay?”, pregunté. “Uno”. “¿esto está siempre así?”. “Últimamente si, aunque hoy parece que está peor”. Puse una reclamación (más que nada por desahogo que acababa “Cifuentes sin vergüenza”). Me fui. Preferí ir a toser a mi casa a no estar empeorando en una sala mal acondicionada, sin asientos para todos. Digo yo ¿para qué sirve que tengan unas cámaras vigilando? ¿Nadie se da cuenta que no hay sitio para todos? ¿Para qué sirven los registros de entrada y salida de los pacientes? ¿Nadie se da cuenta que desde que se registró la entrada de un enfermo hasta su salida pueden pasar 4, 5 o 6 horas?
En fin, ayer me toco a mí (otra vez). Pero nos toca a todos y, o apostamos por políticas que antepongan (como dice la Constitución) el interés común al privado, o esto irá a peor… «Dios aprieta pero no ahoga»… pero de vez en cuando hay ahogados… y cada vez hay más.
Y mañana te va a tocar a ti.
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