GETAFE/La piedra de Sísifo (05/12/2017) – Hay tradiciones buenas, regulares, malas y nefastas. Entre estas últimas se encuentra la desidia general en cuanto al mantenimiento de instalaciones y equipamientos de edificios públicos se refiere. El Hospital Universitario de Getafe (HUG) es un edificio público con 25 años de duro trabajo en su interior, ergo, sus condiciones de mantenimiento son nefastas.
Como dijo el Dr. Frankenstein, vayamos por partes: El HUG es el hospital de referencia del Área Sanitaria X, donde se encuentra ubicada Getafe (salvo Perales del Río por razones puramente geográficas). Se da la curiosa circunstancia de que, tras el discutible proceso de privatización encubierta de la sanidad madrileña, se construyeron numerosos hospitales de nueva factura, moderno diseño y gestión derivada a empresas privadas que, teóricamente, atienden a los pacientes de las ciudades donde están situados pero, en realidad, solo se ocupan de patologías leves, intervenciones ambulatorias o pruebas poco costosas; en cuanto una historia clínica se complica (y los costes de la atención crecen), se deriva al hospital de referencia con un lavado de manos intermedio entre la praxis de la asepsia quirúrgica y la inhibición de Pilatos. Solo basta con hablar con amigos de Parla, Pinto o cualquier otra ciudad del Área X para que abran al almacén de los truenos y hablen y no paren del choteo de visitas a que les someten.
La construcción del Hospital de Parla y otros nuevos centros debiera haber liberado al HUG de atender numerosos pacientes y todo su protocolo: consultas, analíticas, pruebas diagnósticas, preoperatorios, intervención, hospitalización, postoperatorio, etc.; sin embargo, como la cosa está muy malita, dicen, para la sanidad privada, sus centros se han convertido en un frontón que se limita a recibir a los vecinos enfermos por pura proximidad y rebotarlos, lo antes posible, al hospital de referencia.
Bien, ya tenemos sobre la mesa la ausencia de mantenimiento programado de los equipamientos públicos, un mal endémico, y la saturación de pacientes del Hospital Universitario de Getafe, un mal provocado. ¿Qué puede suceder en estas circunstancias? De todo. Hasta la fecha estamos teniendo mucha suerte y algo tendrá que ver también la profesionalidad de los trabajadores de mantenimiento (otros que, si les preguntas, te hacen tal tesis de supervivencia que dejarían al televisivo Macgyver en un torpe espectador de Bricomanía). Pero el caso es que los hados se han puesto de nuestra parte y, lo que podía haber sido un gravísimo accidente con fatales consecuencias, ha quedado en un detonante sobre el mal estado de los ascensores y un plan preciso de sustitución de los mismos el año próximo, en los que se invertirá un dineral para, de nuevo, una vez instalados, dejar su mantenimiento reducido a la mínima expresión.
Habrá quien piense: Se nos olvida que hemos atravesado una profunda crisis económica que ha dejado temblando las cuentas públicas y donde, la sanidad, se ha llevado un importante porcentaje de recortes. Cierto y falso a la vez. Es verdad que hubo una crisis de alcance mundial los últimos años de la primera década del siglo pero, esta, fue aprovechada como la excusa perfecta para desguazar el incipiente Estado del Bienestar que disfrutábamos y venderlo por piezas (no es extraño que, salvo el actual, hayan pasado por el juzgado todos los anteriores consejeros de Salud de la Comunidad de Madrid, de Gobiernos de Gallardón al de Ignacio González, pasando por los de Esperanza Aguirre). El engaño se descubre rápidamente solo con observar la evolución del porcentaje de los presupuestos sanitarios madrileños que ha ido destinado a atención sanitaria y el que se ha dedicado a construir monstruosos cascarones de hospitales cuyas empresas privadas adjudicatarias (algunas sin experiencia en el campo sanitario), solo prestan una atención minimalista.
A ver si hay suerte y, sin mayores consecuencias, se van estropeando elementos de relevancia más o menos mediática y, la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, dota al HUG del presupuesto necesario para ir renovando sus instalaciones tras 25 años de servicio. Ya que no lo hacen de forma programada, al menos que sea sobrevenida, pero que lo hagan. Feliz semana.
Leandro Merino
5 diciembre, 2017 at 15:24
Si alguna vez viéramos por dentro cómo están las tripas del hospital comprenderíamos muchas cosas, nos solidarizaríamos con sus trabajadores y llevaríamos a los juzgados a sus responsables. Es tercermundista.