La muerte y los niños: ¿Qué hacer: evitar, proteger, acompañar…?
Por José de la Corte, psicólogo el 21 diciembre, 2017@GetafeCapital
Ojalá no fuera, pero este artículo es por Mª Ángeles, ella sabe por qué.
-¿Me has estado buscando? Fui al hospital. -¿Te encuentras mal? -No, yo no, es mi padre, está muy grave. -Vaya, lo siento. -Sí, es una pena, él ya es mayor. Me preocupa más Mario, es su primera pérdida.
GETAFE/Educa… que algo queda (21/12/2017) – Tal vez estaría mejor hablar sobre juguetes y esas cosas propias de estos días, pero hace tiempo que tengo pendiente este artículo. Hoy tenemos entre manos un tema “tabú”. La muerte. Tema para el que a un adulto le resulta más difícil hablar que para un niño.
Se puede aceptar la muerte, pero es difícil superarla, no solo porque nacemos enfermos de muerte y es la verdad más certera, sino porque cuando nos rodea, nos deja un vacío extraño y difícil de volver a llenar. Si aceptamos que la muerte puede llegarnos en cualquier momento, viviríamos de forma más profunda e intensa la vida. Carpe Diem.
Seguro que todos hemos intentado que nuestros hijos e hijas no sufran ante situaciones o noticias dolorosas, pero, ¿qué ocurre cuando no llegamos a tiempo y sus retinas quedan impregnadas de un pavor que seguramente no entienden ni comprenden? ¿Qué miles de dudas se nos agolpan sobre los efectos que eso tendrá en nuestros hijos? Y sobre todo, ¿qué puedo hacer?, ¿puedo recomendar que hagan algo los demás?.
Siempre es mejor prevenir, pero hay momentos en que esto no es posible y aunque no es previsible pérdida, no está de más cargar en nuestra mochila de conocimientos y valores y en las de los niños y niñas esas actitudes y estrategias de comportamiento que nos pueden ayudar a reaccionar ante esas situaciones en las que nos encontramos sin querer, producto de nuestras propias dudas y de las de los pequeños y pequeñas que nos rodean.
No solo les afecta lo que hablamos con ellos, sino también, la manera en que los adultos reaccionemos ante los sucesos trágicos. Todo ello les da pistas de cómo actuar, así lo primero que tenemos que hacer es intentar que nuestra reacción no sea de alarma, porque puede producir miedo en el niño.
No es lo mismo comunicar a un niño la pérdida de un familiar directo que comunicar la de un conocido, no es igual que sea una pérdida natural, previsible, que inesperada, imprevisible, no es igual que el niño sea pequeño o ya sea mayorcito…
Mi pretensión es ofrecer una información que pueda sernos de utilidad a todos, porque todos en algún momento estamos indefensos ante la espontaneidad de los niños y niñas.
Algunas recomendaciones sobre qué hacer o tener en cuenta:
El miedo es sano y natural y hay que conseguir que los niños nos comuniquen sus situaciones emocionales preguntándoles sobre sus pensamientos, incitándoles a describir con sus palabras cómo se sienten, sin dar más información de la que puedan entender, intentando colocarnos a la altura de su lenguaje y capacidad de razonamiento pero sin mentirles, ni disfrazar lo que decimos. En general, es el propio niño el que marca los límites preguntado más o cambiando de tema. Si no les contamos nosotros, se enterarán por otros.
El niño pequeño no entiende la muerte, hasta los 6-7 años entiende que es reversible o temporal y aunque habla de ella, no significa que la entienda. A partir de aquí empezará a comprender el carácter irreversible y definitivo de la muerte como concepto abstracto y como ausencia de funciones vitales.
Si ha sufrido la pérdida de una persona cercana, aunque no pregunte hay que decírselo. Si, por el contrario, la pérdida no es directa en este momento, se puede caer en la tentación de no dar importancia a las emociones del niño porque nuestra familia no está afectada, pero no hay que ignorar esta situación y aprovecharla para conocer y hacerle reconocer sus emociones, porque es muy probable que puedan sentir temor ante la idea de separación de algún familiar.
Es necesario explorar lo que el niño ya conoce, piensa y teme y con un tono emocional adecuado, sin dramatismo excesivo, hablar y explicarle. Si fuera preciso (en noticias graves), es bueno fraccionar la información para que asimile poco a poco (primero hablar del accidente, luego que hay personas de la familia herida y finalmente que han muerto).
Es muy difícil, pero habría que buscar algún aspecto “no dramático” del tipo: “no sufrió nada”, “podría haber sido mucho peor”, etc. Lo importante es que el niño se sienta apoyado emocionalmente, querido y entendido.
Aunque los sentimientos del adulto que rodean al niño sean de pena, dolor, impotencia, etc., es importante que los niños perciban o se les haga entender que los adultos que los rodean, aunque están tristes, tienen cierto control sobre la situación.
¿Qué reacciones podemos reconocer en los niños?
Muchos niños pequeños, sobre todo los menores de 7 años, reaccionan sin respuesta emocional, por ejemplo preguntando si se pueden ir a jugar ya. A veces no lloran ni exteriorizan sus sentimientos.
Con frecuencia también en los más pequeños, surge una pregunta o comentario “egoísta” del tipo: “¿Y ahora quién me ayuda a mí a hacer los deberes?”.
Es muy frecuente en niños de todas las edades que rechacen en los días sucesivos hablar o comentar lo ocurrido, e incluso en los más pequeños, que se comporten como si no hubiera pasado nada.
Reacciones frecuentes, son las pesadillas, los terrores nocturnos y las preguntas y preocupaciones de los pequeños sobre la muerte.
Todas estas reacciones son respuestas normales a este tipo de situación, siempre que no sean excesivas o duren demasiado tiempo (unas semanas). No obstante, si a nosotros nos supera la situación, podemos buscar el favor de algún familiar o amigo cercano en quien confiemos y confíe el niño para que le acompañe en el momento y le explique.
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