GETAFE/La piedra de Sísifo (11/12/2017) – Es curiosa la subjetividad del ser humano; vives en tu ciudad de siempre, en mi caso, Getafe, y no percibes su evolución ni sus virtudes (tenemos esa insana tendencia digna de estudio de fijarnos solo en los defectos). Es necesario que venga gente de otros lugares o antiguos vecinos de Getafe que vuelven, para señalarnos que nos movemos en el agradable concepto que, en 1912, Unamuno acuñó como “una ciudad vividera”: Edificios de una altura controlada que permiten que la límpida luz del invierno llegue hasta el suelo; no hay un callejero estrecho y tortuoso, ni siquiera en el casco viejo, sino calles de una anchura que permitían que se cruzaran dos carros y, aunque siempre podría haber más, un buen número de árboles y zona verde. Disponemos de prácticamente todos los servicios públicos que necesitamos en número y calidad (a pesar de un deterioro causado por el declive de lo público provocado en la última década) y algunas mejoras en proyecto que serán de agradecer.
La crisis se llevó por delante muchos negocios de toda la vida, pero poco a poco van dejando de verse carteles de “Se Vende” y tímidamente vuelven a asomar los de “Próxima Apertura”. Aunque es el asunto que siempre es mejorable y que más subjetividades despierta (y suele ser arma arrojadiza de la oposición en todas partes y las fotografías de basura convenientemente esparcida por el suelo ni son nuevas ni exclusivas de Getafe) la limpieza, decía, es razonable en comparación con otras ciudades similares y la estética urbana en proceso de renovación, no da imagen obsoleta ni de estridentes moderneces.
No obstante, una ciudad es un ser vivo que evoluciona y crece. Getafe no es una excepción y es aquí donde deberíamos hacer un esfuerzo para que adoptemos su espíritu como nuestro y paseemos orgullosos por sus calles. Hay un elemento de ejecución sencilla, que admiro en otras ciudades donde lo veo y que embellece su entorno, se trata de un Mercado permanente de flores. Quizá no haya una tradición asentada como en los conocidos ejemplos de Barcelona o Cádiz pero, cualquier tradición en cualquier parte, ha partido de cero. Hay un lugar, donde se colocan los vendedores ambulantes de flores en fechas señaladas, que podría albergar esta iniciativa: El espacio diáfano entre el final de la calle Manzana, avenida General Palacio y principio de la calle Escaño. Es un lugar céntrico que se llenaría de color los momentos que se estimaran para su apertura y, estoy convencido, no faltarían clientes agradecidos.
Además de pegar voces, los ciudadanos podemos aportar ideas; además de señalar defectos y problemas, práctica necesaria para resolverlos, podemos hacer propuestas; además de sacarnos los ojos, podemos mirar juntos qué podemos mejorar y cómo hacerlo. Se pueden y deben hacer muchas cosas pero, si en vez de emplear energía y recursos en hacerlo, los usan en estar en actitud defensiva, avanzaremos poco y a trompicones. Quizá les interese a los apóstoles del “cuanto peor, mejor” pero, a mí como ciudadano, me apetece disfrutar del lugar donde nací, donde vivo y verlo mejorar.
Si tenemos ideas o propuestas, planteémoslas sin miedo. Sé que no viste mucho y se sale del postureo habitual de madrugar para poder estar más tiempo enfadado, pero posiblemente sea más práctico. Feliz semana.
Fede
14 diciembre, 2017 at 12:35
Tienes toda la razón: No le ha gustado a nadie.