GETAFE/El rincón del lector (28/11/2017) – Leo con sorpresa trufada de deleite que Alberto Garzón ha dado su visto bueno para hacer efectivo el divorcio entre IU Getafe y Podemos bajo el agujereado paraguas de Ahora Getafe. Un innecesario viaje de ida y vuelta que ha dejado un camino plagado de ilusiones derrochadas, frustraciones telegrafiadas, rostros pétreos sin careta y algún que otro cadáver político.
Recordemos cómo fue la jugadita: En 2014, en pleno proceso de subida del soufflé Podemos, Alberto Garzón era la figura emergente dentro del Comité Federal de IU. El diputado por Málaga que desembarcó en política surfeando la ola del 15M, flirteaba sin pudor con la formación de Pablo Iglesias quien le respondía con un desprecio tras otro. Era tal el ardor propodemita de Garzón que, paso a paso y venciendo resistencias más o menos fuertes, fue colocando fieles en la dirección todas las federaciones y que, cuando llegara el momento, le apoyarían sin fisuras en una fusión con Podemos que, creía él, daría un vuelco electoral sin precedentes en el mundo civilizado. Pero ¿estaban todas a su favor? No, como si de un cómic de Asterix se tratase, quedaba la Federación de Madrid (IUCM) que reivindicaba su trayectoria, en los momentos malos y en los momentos peores, para mostrarse radicalmente en contra de diluirse en un Podemos que lo único que buscaba en IU eran cuadros expertos que compensaran su bisoñez e implantación en zonas de España donde ellos no llegaban.
Empleando sucias estratagemas, mentiras de grosera factura y los altavoces mediáticos que nunca quisieron a IU en sus 29 años de historia, lograron… nada. Salvo unos cuantos jóvenes manipulables y unos veteranos militantes que hacían bueno aquello de que “IU tenía militantes pero no simpatizantes” y que se pasaron a las filas moradas con armas y bagajes, el resto continuamos firmes en nuestra negativa de perder identidad, ideas, propuestas, influencia e historia, quemándolas en las calderas de una locomotora que se dirigía a toda velocidad hacia ninguna parte.
Eso no podía seguir así y se dio el golpe de mano, perpetrado en junio de 2015, llamándolo con un término rocambolesco: Desfederación de IUCM, o lo que es lo mismo, alrededor de 5.000 militantes que, de un plumazo, dejamos de serlo. Después, los nuevos dirigentes con ínfulas de salvadores de no sé qué, nos pidieron que nos reafiliáramos. ¿Cómo? ¿Qué nos reafiliaqué? No, amigos, si nosotros ya estábamos afiliados y nos habéis echado, entendemos que ha sido porque no nos queríais y si, ahora, nos reclamáis, entiendo que es porque os habéis quedado con una mano delante y otra detrás tapando vuestras vergüenzas. Pues muy bien, por la parte que me toca, así os quedáis y, yendo a lo práctico, mi cuota de afiliado que la aproveche Médicos sin Fronteras.
En Getafe la jugada fue fea por varios elementos que emponzoñaron algo que ya, por sí mismo, era tóxico y, por ser conocida por todos, no me voy a entretener en relatar de nuevo. Ahora, imagino, después del divorcio viene desempolvar viejas agendas, llamar a los amigos que dejaste de lado porque no le caían bien a tu pareja e intentar restañar heridas con un “aquí no ha pasado nada”. Un poco tarde, llevan tiempo cicatrizadas. Dicen que “arrepentidos los quiere ese Dios que no existe”, me da igual. En todo caso y siguiendo con los refranes, “Para ese viaje, no hacían falta alforjas” (mochilas, que decía Pablo Iglesias).