GETAFE/Rincón psicológico (15/11/2017) – El acoso sexual, por desgracia, es un tema de actualidad. ¿Qué es el acoso sexual? ¿Hay más acoso actualmente que hace unos años? ¿Hay un “efecto llamada” a la denuncia de estas situaciones? ¿Por qué se tarda tanto en denunciarlo? ¿Hay denuncias falsas? Y lo más importante… ¿Qué puedo hacer yo?
Hablar sobre el acoso sexual significa visibilizarlo, cuando se oculta un tema y se actúa como si no existiera, el dolor no desaparece, se esconde pero sigue latente. Parece que estamos despertando ante las situaciones de abuso, aunque sea un poco tarde, se está denunciando. Estas denuncias además son públicas, apoyarse en la ley es importante, pero no debemos olvidar que la opinión pública y la presión social es fundamental para ayudar a que las personas que sufren acoso no se sientan solas y se atrevan a denunciar su caso o buscar ayuda profesional.
Desde hace mucho tiempo soy consciente de la cantidad de casos que ocurren, teniendo en cuenta que lo que vemos en los medios de comunicación es solo la punta del iceberg. Os pongo un solo ejemplo: como sexóloga interesada en la actualidad, estoy suscrita a las noticias sobre sexualidad y haciendo una estimación aproximada podría decir que el 90% de las noticias que me llegan son casos o denuncias sobre acoso sexual. Este ejemplo me parece especialmente significativo por dos motivos: la cantidad de casos sobre abusos sexuales que hay y por la ausencia de noticias positivas sobre sexualidad.
¿Pero qué es el acoso sexual?
La RAE lo define como el acoso que tiene por objeto obtener los favores sexuales de una persona cuando quien lo realiza abusa de su posición de superioridad sobre quien lo sufre.
El acoso sexual es el resultado de una forma de pensar, cuando alguien acosa o abusa es porque se cree con el derecho a hacerlo, por estar en una posición de poder. ¿Por qué la mayor parte de los casos el acoso es hacia la mujer? Se está poniendo de manifiesto el machismo.
¿Qué podemos hacer frente al acoso y el machismo?
Ser consciente de cuáles son los límites que nadie debe sobrepasar. Esto debes planteártelo tú: ¿Cuáles son mis límites? ¿Dónde me siento cómodo/a? Para esto es fundamental el autoconocimiento y permitirse a uno mismo cambiar de opinión. Aunque parece algo muy subjetivo, hay bastante coincidencia: Mi límite puede estar en que nadie tiene derecho a “arrimarse más de la cuenta” cuando voy en el metro, o a gritarme cosas desde la acera de enfrente o la distancia a la que me gusta que me hablen.
Ser sensible hacia los comportamientos y expresiones machistas, o mal llamados “micromachismos”. Están por todos lados, desde valorar a alguien solo por su físico, dar por hecho que una mujer/hombre tiene unas determinadas cualidades o gustos solo por su sexo. A mí me gusta definirlos como aquellos comportamientos o expresiones que son diferentes por el sexo de la otra persona, ya estamos haciendo una discriminación o diferencia. Pregúntate: ¿Diría esto mismo si fuera un hombre? ¿Haría lo mismo si fuera una mujer?
Una vez que detectas esos pensamientos y comportamientos, no te culpes, forman parte de nuestra cultura y depende de ti mantenerlos o cambiarlos. Todas las personas de nuestra cultura los tenemos en mayor o menor medida: El primer paso para cambiarlos es conocerlos.
Puedes empezar identificando lo que no te encaja y después reemplazarlo por algo más coherente y aplicable a todas las personas. No podemos quedarnos solo en el conocimiento, si quieres resultados diferentes haz cosas distintas, piensa distinto. Está claro que los hombres y las mujeres no somos iguales, tampoco hay dos personas iguales, cada un@ somos únic@s e irrepetibles. Pero esa diferencia es un valor, no un motivo por el que unos deban tener derechos sobre otros.
Crear conciencia en las personas de tu entorno, no te conformes con lo que nos han contado, no permitas que se sigan cometiendo injusticias en tu entorno. Aquí nos serviría esa frase de “educa que algo queda”.
Tu sol@ no vas a cambiar el mundo, pero sí puedes contribuir a no reforzar y mantener determinados comportamientos que genera. En definitiva si ante una situación o expresión machista nadie ofrece una alternativa, se está dando por hecho que es “lo normal” y lo que se espera.
Más de una vez me han preguntado, ¿por qué se denuncia años después de que se cometa un caso de acoso? No se si puede ser la vergüenza, el miedo a que no te crean, la inseguridad de pensar que eres la única persona que ha pasado por eso, la negación de asumirte como víctima… son muchos los motivos por los que solo somos capaces de hablar sobre algo una vez que ha pasado el tiempo y ha curado levemente las heridas. Cada persona tiene un ritmo para darse cuenta de lo ocurrido, asumirlo y por supuesto para contarlo, incluso hay quienes nunca lo contarán.
¿Qué hay de las denuncias falsas? El porcentaje es muy bajo, también está castigado por la ley, pero sobre todo suele ser la excusa perfecta para no actuar, ante la duda… Si me planteo que es una denuncia falsa, estoy “justificándome” para no hacer nada.
El machismo, la discriminación, el abuso y el acoso son comportamientos y pensamientos que vemos y permitimos cada día. ¿Por qué no empezar a cambiarlo?
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