GETAFE/El rincón del lector (11/10/2017) – Era verano. Aún no había acabado de salir el sol de su letargo nocturno cuando, caminando por las calles céntricas de Getafe, oí un ruido metálico extraño entre el silencio de la mañana. Giré hacia la dirección de donde procedía el sonido. Vi a un hombre, quizá pasando de la mitad de los cuarenta, enfundado en un mono fluorescente y unas botas negras, que con presteza pala en una mano y cepillo en otra, barría aquella plaza. El carro era azul, y sobre el frontal del pasamanos que se usa para empujarlo, colgaban algunos objetos extraños… incluido un ambientador de coche. Me detuve obnubilado por aquellos objetos que se cimbreaban al son de la pala y el cepillo. No había descanso. El operario de limpieza se empleaba a fondo en una plaza que, la tarde o la noche anterior, había tenido que ser el lugar de celebración de alguna multitudinaria celebración. Por el suelo, botes de cerveza y refrescos, bolsas, colillas, papeles, basuras de todo tipo, color y condición. Seguí observando absorto en mis pensamientos y en aquel cadente sonido. Un ‘risras’ de la pala, el sonido de arrastre del cepillo y después un golpe seco para descargar la carga dentro del cubo. Paso para un lado, ‘risras’, sonido de arrastre y golpe en el cubo. Aquel hombre no había terminado de limpiar un trozo, cuando ya estaba echando un ojo a su siguiente objetivo. Después de unos minutos, reanudé mi marcha mucho más rápido, no quería llegar tarde a una reunión.
Pasadas algunas horas, y tras terminar algunas gestiones, a varios kilómetros de distancia del punto de encuentro inicial, volví a encontrar a aquel hombre con su cubo, su pala y su cepillo. Seguía llevando el ritmo, pero ahora bajo un sol de justicia. ‘Risras’, sonido de arrastre del cepillo y golpe seco. Sonreía.
Los vecinos de Getafe asistimos atónitos a la situación de la limpieza de nuestras calles y plazas. Que la suciedad campa a sus anchas no es un secreto, solo basta dar un paseo por la ciudad, pero seríamos tremendamente injustos si culpáramos de ello solo a los operarios de la limpieza. Habrá, como en todos los colectivos, algunos trabajadores que no cumplan al 100% sus labores, pero a mí me consta, y así lo defiendo, que es una inapreciable minoría. Tampoco son justos aquellos que les tachan de vagos, de ladrones o de enchufados. No, no creo que ninguna persona de Getafe pueda reprocharles a los trabajadores de la limpieza nada, todo lo contrario. Algunos empujan su carrito durante 15 kilómetros todos los días, llueva, truene, salga el sol o nieve, y entre 9 operarios, en el mejor de los casos, se reparten barrios tan grandes como el Sector III, por poner un ejemplo. No seríamos justos si cargáramos en ellos la responsabilidad del estado de la suciedad de las calles. Algo tendremos que responsabilizarnos también los vecinos y vecinas, y en mayor parte, la dirección política ineficaz de la empresa pública de limpieza, LYMA.
Que los vecinos tenemos poca conciencia de lo colectivo no es algo que pueda extrañarnos, aunque tampoco debería conformarnos. Que LYMA gaste el dinero de los ciudadanos en campañas de publicidad exclusivas que tienen una función más que dudosa, tampoco nos sorprende, aunque debería enojarnos, y si a eso le sumamos unos responsables poco afortunados en la gestión de la empresa pública, obtenemos el coctel final: calles sucias e insalubres, en algunas situaciones.
Me niego a pensar que no hay una forma mejor de dirigir la empresa de limpieza, y con ello, a sus trabajadores y trabajadoras. Me niego a pensar que la única solución sea, en algunos casos, contratar más horas a personal en sus jornadas de descanso por 90 euros, cuando existen otros trabajadores con contratos por horas, o por fines de semana. Me cuesta pensar que se está más atento a lo que los trabajadores escriben en las redes sociales para abrirles expedientes sancionadores que a analizar las necesidades de las calles de los barrios. Me niego a pensar que hay quien está satisfecho con su gestión y no reconoce la realidad de las calles.
Estoy plenamente convencido de que hay otra forma de hacer las cosas. Que Getafe puede mejorar en todos los ámbitos, estar más limpio y cuidado. Creo que es una responsabilidad compartida, tanto de los vecinos como de los operarios de la limpieza, a los que desde aquí felicito sinceramente por su trabajo. Y por supuesto, todas las deficiencias de Getafe en materia de limpieza son una competencia exclusiva de los responsables de LYMA, a los que el Gobierno municipal debería exigir que cumpliera unos mínimos de excelencia en la calidad de la prestación del servicio. Si cuando se asiste a jornadas y se cumplen los aniversarios se saca pecho, también hay que asumir las responsabilidades cuando no se cumplen los objetivos mínimos.
‘Risras’, sonido de arrastre y golpe seco al cubo, señores directores de LYMA, Getafe quiere, y merece, unas calles más limpias y saneadas.