GETAFE/Cultura (25/09/2017) Santiago Fernández, vecino del barrio del Sector III, tras dedicar su vida al desarrollo de comunicaciones y comercio exterior, publica ahora su primera novela con Círculo Rojo, titulada Un nuevo despertar. Podremos acudir a la presentación de esta intensa y empática novela sobre las relaciones humanas y de clase en la España franquista el próximo martes 26 de septiembre, a las 19.15 horas en la Residencia de Estudiantes Fernando de los Ríos de la Universidad Carlos III de Madrid (Av. de las Ciudades 1, Getafe) y apadrinado por el Centro Unesco Getafe.
Verás, yo tenía muchas cosas escritas en el ordenador, pero siempre he sido bastante discreto con este tema. Finalmente me decanté por este manuscrito porque lo consideré el más idóneo para expresar lo que tenía en mente y quería reflejar. Realmente no fue una cuestión de elegir aquel texto que más me gustara o fuera el más predilecto para mí. Finalmente se lo mostré a algunos amigos cercanos para que ellos pudieran ofrecerme apreciaciones o rescatar de él de algún valor literario. Yo no quiero ganar dinero con esto, por lo que publicarlo, tal vez, tenga que ver con cuestiones cercanas al ego humano, algo que todos tenemos, ¿no?
Un nuevo despertar nos muestra a un hombre cuya vida siempre ha girado principalmente en torno al trabajo. De alguna manera, la familia o el hogar siempre han quedado para él en un segundo plano. Por cuestiones laborales, el protagonista es un hombre que viaja muchísimo, trabaja en una gran multinacional y se ve obligado a vivir en un constante trayecto sin fin. Tan solo cuando su hijo se marcha al extranjero y forma su propia familia, y después de la muerte de su mujer, el protagonista, por azar o destino, sufre un golpe de efecto en su vida, un viaje iniciático que logra mostrarle todo aquello que no había podido valorar en su totalidad en tiempos pretéritos. Y para descubrir algo así, entrará en acción María, una mujer que lo ha perdido absolutamente todo y vive de la caridad de una ONG.
Digamos que hubo un momento en el cual el hombre trabajaba. La vida familiar era casi algo anecdótico, y tristemente, la mujer, aunque contara con una formación académica o un puesto de trabajo, se dedicaba finalmente, y en exclusiva, al núcleo privado, a la familia. Yo quería mostrar la crítica a esta época determinada. Podemos estar hablando de principios de los años sesenta. Algo que también quería transmitir, cosa que no se si habré logrado, es la hipocresía de ciertos sectores eclesiásticos, católicos o ultracatólicos. Personas o familias que prometían una cosa y luego hacían justo lo contrario. Y ante todo, quería mostrar la oposición entre clases sociales en unos tiempos difíciles.
Yo he trabajo en sistemas de comunicaciones y desarrollo. El trabajo que he tenido me ha influido en el sentido de conocer a muchas personas que, como yo, estaban por ahí viajando sin parar. Yo he estado destinado en Francia, trabajando en la simulación de radares de combate. Luego fui a Italia, a Roma, trabajando en el desarrollo de radares de tiro y simulación de vuelo. He trabajado en sistemas de comunicaciones de alta seguridad para la policía y el ejército y he acudido a ferias internacionales.
Después me trasladé al sector comercial primero en España y después en comercio exterior. Viajé a África: Mozambique, Angola, Congo, Tanzania, Camerún, Senegal, Argelia, Túnez; también a países del este. Puedo decir que soy un enamorado de África (y no solo de su paisaje), pero cuando llegabas allí tenías el cambiar el chip al llegar allí. He vivido en África y he visto cosas y situaciones que me hacen pensar que nuestro llamado primer mundo ha perdido muchas cosas. El entorno familiar o de vecindad, por ejemplo. Yo mismo recuerdo, siendo pequeño, que los vecinos cuidábamos todos de todos. En cierta medida hemos perdido eso. África es el continente desconocido, pero puedo decir que me he llevado de él, entre muchas cosas, grandes amigos, como el profesor de universidad y conferencista Tshinpanga Matala Kabangu. Para mi ha sido importantísimo conocer a tanta gente en los viajes. Todo ello ha influido en lo que escribo.
La respuesta podría ser amplísima. Lo primero que podríamos decir, es que vivimos en un país cuya clase política debería preocuparse mucho más de la educación, porque un país culto es un país que lee. No creo que se lea tanto aquí. Ese es el gran problema. Si se leyera más, podríamos exigir medidas más favorables en este aspecto. Creo que la política que tenemos es la más cómoda para los dirigentes. Si no exigimos, los políticos podrán seguir dirigiéndonos hacia la dirección que consideren oportuna.
Tal vez me desvíe del tema, pero con todo lo que ocurre en Barcelona me viene una reflexión similar. Se están aprovechando los sentimientos de la gente para enfrentar posturas sin que veamos una sombra de diálogo o empatía. Verás, reconozco que soy un poco cotilla, y a veces, tomando un café en un bar, escucho las conversaciones de la gente y veo lo superficiales que son. Queremos imponer nuestro criterio, y no sabemos escucharnos. Qué difícil es dialogar. Nos falta empatía. Pero puedo asegurarte que eso no fue siempre así.