GETAFE/La piedra de Sísifo (26/09/2017) – El ser humano tiene la necesidad vital de desarrollar su existencia interactuando con otros semejantes, es lo que se conoce como sociedad. Dentro de esa interrelación permanente hay mucha literatura que la ensalza y sacraliza pero no nos creamos todo lo que se dice; al ser humano le encanta relacionarse con otros, siempre que le den la razón, si no, el discrepante o contrario se convierte en un elemento prescindible (aunque con la boca chica se defienda el derecho a expresar su opinión). Las personas que tienen la costumbre de escuchar a los demás e, incluso, dejarse persuadir por los argumentos del otro, forman una rara subespecie que está condenada a la extinción.
Esto ha sido así desde que empezamos a adquirir raciocinio hace decenas de miles de años pero, en la última década, el proceso se ha acelerado exponencialmente con la aparición de las Redes Sociales (RRSS). Seamos sinceros, RRSS siempre ha habido: el círculo familiar, el patio de vecindad, la mesa camilla de comadres, la cuadrilla de amigotes, la peña, asociación o cualquier otra modalidad de personas alrededor de un interés común lleva siglos funcionando con éxito y la razón del mismo radica en su propia razón de ser: El interés común.
Es rara, hoy día, la persona menor de 70 años (que no se me ofendan los mayores, que también los hay) que no participa en varios grupos de Whatsapp, tiene un perfil activo en Facebook, Twitter o Instagram donde se expresa con la seguridad que da no ver físicamente a tu interlocutor, a veces con mensajes positivos y a veces, la mayoría, con quejas, lamentos, recriminaciones, insultos y coces de diferente color e intensidad.
Como nos gusta que nos den la razón, suele ocurrir que, de manera voluntaria o casi siempre de forma sobrevenida, estamos rodeados de gente que piensa como nosotros, con quienes estamos de acuerdo o lo está con nosotros, creando vínculos estrechos y muy intensos en ocasiones.
Al movernos casi exclusivamente en ese círculo de influencia, percibimos la falsa sensación de ser mayoría en el conjunto del contexto social, ya que las “otras” ideas nos llegan con cuentagotas y son, inmediatamente, ajusticiadas sin clemencia por el conjunto de allegados. Esas “mayorías abrumadoras” existen solo en la mente de los miembros de nuestro núcleo y hay tantas como círculos, de modo que antes o después terminan en enfrentamientos de los que todos salen ganadores dentro de sus respectivos rediles.
Así, nos encontramos en las grandes RRSS al uso y en otras más pequeñas de ámbito casi doméstico, grupúsculos articulados alrededor de un “líder” que, a su vez, forma parte de otro mayor y así sucesivamente y que, si tuviéramos capacidad para ver la totalidad con una perspectiva cenital, compondrían una imagen impresionista de la sociedad: Desde cerca se compondría de pinceladas inconexas pero, vistos a la distancia necesaria, las formas y colores se compondrían en nuestra retina dándonos una imagen nítida y precisa. Lamentablemente no salimos de nuestra pincelada particular (a veces, un burdo brochazo) y despreciamos las de otros tonos que vemos alrededor.
Así nos va…
Leandro Merino
26 septiembre, 2017 at 16:28
¿De quién hablas con tanta sutileza: del nuevo partido de Roberto y sus miles de seguidores fantasma, de la endogamia enfermiza de Ahora Getafe, de los hiperactivos 4 seguidores de Sara Hernández, de los troll a sueldo del PP, de los medios de comunicación de masas con audiencias de 2 cifras, de todos o de ninguno?