GETAFE/El rincón del lector (04/09/2017) – Llega septiembre, mes de frustraciones. Está todo inundado de anuncios de la Vuelta al Cole, salvo en Los Molinos (o Buenavista) donde los anuncios deberían ser de agencias de viajes. ¿Por qué? Porque, cuando el resto de criaturas se encamina agarrado de la manita hacia su cole, algunos con la ilusión o la llantina de la primera vez, los niños y niñas (entre 3 y 6 años) de este barrio van a la aventura de coger un autobús que les acerque a lo desconocido de otros colegios en otras partes de la ciudad.
Las niñas y niños de Los Molinos que no han obtenido plaza en el anémico colegio del barrio, deben madrugar más que el resto, tener cuidado al subir y bajar por los empinados escalones que, a tan tierna edad, suponen un muro detrás de otro, situarse en el asiento que les corresponda con la perplejidad de que, cuando montan en el coche familiar, hay una sillita de seguridad adaptada a su edad y peso pero, en el autobús seudo escolar, se sientan en el sillón convencional donde, como único elemento de protección, hay un cinturón de seguridad que no pueden usar dada su escasa talla. Una vez “embarcados”, deberán sumergirse en un tráfico en el que nunca pasa nada, hasta que sucede.
Esa pequeña aventura, que puede resultar hasta festiva, ha de repetirse a la vuelta del cole y, les haya gustado o no, se repetirá un día tras otro, tras otro, durante, al menos, un curso escolar, es decir, 10 meses.
Llega septiembre, mes de frustraciones. Está todo inundado de anuncios de fascículos que nos venden, de modo cómodo y fraccionado cualquier objeto que el ser humano pueda imaginar: Dedales del mundo, maquetas de coches de competición, máquinas de coser, muestras geológicas, casas de muñecas y… fases de colegios públicos.
Porque en otros tiempos o, en estos tiempos pero, en otros lugares que no sean la Comunidad de Madrid, los colegios se construyen de una vez. Aquí no, en nuestra gloriosa Comunidad de Madrid, presidida por la ínclita Cristina Cifuentes que se diferenciaba tanto de Esperanza Aguirre que hace exactamente lo mismo que ella, los colegios (públicos) se construyen por fases.
¿Qué es y por qué se construye por fases? Sencillo: Si un colegio debe tener varios módulos (edificios) se van levantando a plazos, como los fascículos. Este año una fase de, digamos, 8 aulas; el año que viene el gimnasio, al siguiente otras 8, después el módulo de servicios y, así, hasta el infinito y más allá. De este modo ha de llevarse a cabo un proceso administrativo para cada fase, con sus plazos, sus concursos, sus adjudicaciones, sus empresas (no siempre capaces de asumir la obra) y sus compras diferenciadas de materiales de construcción y dotación. No es por ser mal pensados pero, a mayor número de procesos de este tipo, podrían corresponder un mayor número de mordidas. Menos mal que el gobierno del Partido Popular de la Comunidad de Madrid es de una honradez sobrada y demostrada y no existe ese riesgo, que si no, alguien se iba a forrar a nuestra costa.
Por cierto, los colegios privados (convenientemente subvencionados) se construyen de una sola vez y en tiempo y forma, no vaya a ser que pierdan clientela.
Llega septiembre, mes de frustraciones. Está todo inundado de anuncios de la gente de Los Molinos protestando por la dejadez, el desprecio y el abandono a que nos somete la Comunidad de Madrid que, con todo el rostro pétreo del mundo, ignora los riesgos y empaqueta a nuestras criaturas en autobuses para llevarlos al colegio. Construye (es un decir) los equipamientos educativos a paso de tortuga artrítica y de los equipamientos sanitarios, mejor ni hablar, nos adscribe a ambulatorios ya saturados.
Estoy como loco por ver a la Cifuentes (o sus sombríos secuaces) aparecer por el barrio a pedirnos el voto. Lo que nos vamos a reír…