GETAFE/La voz de la experiencia (11/09/2017) – Con muy pocas excepciones, la historia nos demuestra lo erróneo de construir desde el rencor, y no pretendo quitar ni poner las razones que se puedan esgrimir, al igual que es aconsejable pensar que nadie tiene toda la razón, por lo que es conveniente sopesar no solo tus razones, sino también las del otro.
El caso de Cataluña es importante, largo y casi está enconado. Al igual que la mayoría de los españoles, yo no tengo una solución fiable y asumible por todas las partes, para la resolución definitiva. Lo que sí tengo claro es que no es aconsejable construir desde el rencor, y aunque los separatistas mantienen unas formas aparentemente intachables, mostrando una gran tranquilidad, confianza y seguridad, y siempre con la sonrisa puesta, los hechos demuestran una deriva poco democrática, casi totalitaria, despreciando no solo a toda España, sino incluso a la mitad de los catalanes, de lo que además se muestran orgullosos.
No pretendo meter miedo a ninguna de las partes ni a nadie en particular, pero tampoco debo ni quiero ser un pasota más ante la escalada de este problema, y aunque hiciera abstracción de las consecuencias nefastas de la separación de Cataluña del resto de España, y solo me centrara en Cataluña, hay que estar ciego para no ver la incertidumbre que se cierne a nivel internacional, y lo que es más importante, la situación interna que ya ha generado entre la ciudadanía catalana, imponiendo un 50% de los catalanes, unos cambios, drásticos y definitivos, al otro 50%.
Solo hace falta mirar al mundo, para ver las consecuencias que suele tener cuando una mitad impone a la otra mitad, sus teorías, sistemas o leyes, y aunque salvando todas las distancias, tras nuestra Guerra Civil y sus 40 años de dictadura, nos está costando Dios y ayuda normalizar la convivencia entre nosotros y ser admitidos por la democracia internacional, o alcanzar el grado de desarrollo político, industrial y de bienestar acorde con los países de nuestro entorno.
Amigos catalanes, tenéis muchas y buenas cualidades que muchos admiramos y tratamos de imitar, pero no tenéis derecho a mirarnos por encima del hombro, ni con vuestra mejor de las sonrisas. Piensen que todos los pueblos pueden aportar cosas positivas, y sobre todo, piensen en su propio pueblo, el catalán, no se merecen imposiciones tan importantes y definitivas como las que ustedes pretenden. Ningún pueblo avanzado y democrático lo ha hecho hasta ahora, no sean ustedes los primeros.