GETAFE/El rincón del lector (28/07/2017) – Se entiende por Síndrome SYNE a la principal característica que debe tener un político para ejercer como tal al pleno rendimiento. Lo que algunos seres humanos pertenecientes al vulgo entenderían como un defecto, se revela como una virtud, al alcance de unos pocos privilegiados, si de cargos públicos se trata. Hablamos, como no, del Síndrome Sostenella y No Enmendalla.
La muestra más cercana y vigente que tenemos a mano es la de los 25 (¿26?) despedidos de LYMA. En un primer momento quizá se dieran una serie de circunstancias que posiblemente aconsejaran tomar una medida tan radical pero, a medida que se iba desenredando-enredando la madeja, demostró ser exagerada y, por tanto, injusta, en muchos de los casos. Se imponía un cambio de criterio, la lógica lo pedía, los afectados lo pedían, la oposición lo pedía, las voces con algo de eco en la ciudad lo pedían, la prensa lo pedía, incluso, de modo privado, parte del Gobierno municipal lo pidió. Consecuencia: Síndrome SYNE a tope de power.
Es verdad que, de puertas para dentro, en la empresa les vino dios a ver, o eso creyeron: Una plantilla crecidita que se les había subido a las barbas, más un jefe de personal con “ganas de sangre”, más unas faltas muy graves e indiscutibles, más una dirección técnica y política que nunca se había visto en otra parecida, más algunos casos flagrantes de verdadero delito dentro de los “encausados”, más una instrucción deficiente que adoptó algún atajo poco aconsejable, dieron como resultado un aviso a navegantes: “Desmádrate y serás el siguiente”.
Ahora los juzgados van dictaminando de modo desigual y habrá quien argumente que, de las seis sentencias conocidas, van empate a tres. Lo que sería un error de libro: Una sola sentencia desfavorable a LYMA (al Ayuntamiento) ya cuestiona el rigor de todo el proceso porque no estamos hablando de números, son personas.
Los psicólogos no se ponen de acuerdo en el tratamiento adecuado al Síndrome SYNE, no hay una pastillita que atenúe sus efectos, no hay una terapia efectiva si el afectado no quiere. De momento, antes que todo empeore, queda un tratamiento paliativo para salvar la cara sin más consecuencias que unos arañazos más o menos profundos: Pasar por la quilla al jefe de personal de LYMA, sustituirlo por alguien ajeno a la empresa, anular todo el proceso y empezar de cero, caso por caso en un tratamiento transparente de la mano con los sindicatos. Todo esto con permiso de los juzgados y sus tiempos, lentos pero implacables.
MARGA
29 julio, 2017 at 12:56
Nunca es tarde si la dicha es buena…es más…RECTIFICAR ES DE SABIOS.