GETAFE/Palabra de concejal (24/07/2017) – Estoy prácticamente seguro que en algún lugar de la memoria tenemos todos y cada uno de nosotros los recuerdos de esta socorrida pregunta de la que prácticamente nadie se libra en su infancia. Es curioso que, cuando se les realiza esta pregunta a los niños y niñas a una edad temprana, las respuestas mayoritarias suelan ser profesiones con ciertos tientes de altruismo.
Con el tiempo, el abanico de posibilidades académicas nos muestra un mundo más amplio de opciones, y no digo yo que abandonamos aquel altruismo inicial, pero sí lo mezclamos con otras dosis que incorporamos desde el pragmatismo, el sistema educativo e incluso –tal y como está el mundo de las becas– con la situación socioeconómica de la familia.
Así recuerdo yo aquella pregunta de mi infancia. Ahora, con bastantes años a las espaldas, muchos de ellos con cotizaciones a la seguridad social, esa pregunta solo tiene cabida en el rincón de mis añoranzas. Ahora la pregunta es otra, me la cambiaron cuando crecí: ¿Qué sociedad quieres? Seguramente no es tan generalizada como la de nuestra niñez por eso yo se la hago a ustedes: ¿Qué sociedad quieren?
Indudablemente, y como ya viene siendo habitual en mis artículos, el formato no me permite explayarme en qué tipo de sociedad deseo para vivir con mi hijo y convivir con mis vecinos y vecinas. El pertenecer desde muy jovencito a un partido y un sindicato de izquierdas debe darles a ustedes una ligera idea de por dónde van mis opciones.
Podría apostar que como en nuestra infancia, mayoritariamente la respuesta a mi pregunta será que ustedes, quieren una sociedad solidaria, equitativa, justa, etc. etc. Yo, que en estos momentos ejerzo de representante de mis vecinos, además quiero gestionar los recursos que ustedes ponen a mi disposición de la forma más solidaria, equitativa y justa que pueda. Indudablemente desde mi visión sobre la sociedad a la que aspiro.
Imagino que tras este párrafo, ya habrá quien esté pensando en todo aquello en lo que he fallado. Es lógico.
Soy consciente de que toda gestión es mejorable y que ya les he contado a ustedes en algunas ocasiones algunos de los problemas que las actuales leyes nos acarrean a la hora de hora de tomar determinadas decisiones.
Soy consciente también de las críticas que voy a recibir al pasar por alto la autocrítica de mi gestión pero a pesar de ello, quiero centrarme en la parte de gestión que debo realizar para intentar paliar las consecuencias que trae la dejadez de nuestro compromiso individual con un modelo de sociedad. Se lo debo a los trabajadores de taller de mi delegación, la Delegación de Deportes.
Una parte fundamental del trabajo de esos compañeros es el mantenimiento de las instalaciones deportivas y quiero darles ánimo a través de este artículo. Ánimo porque llega a ser desesperante para ellos hacer el mismo trabajo día tras día sin ver solución en el tiempo a los desmanes que se cometen. Y es que cuando defendemos un modelo de gestión eficaz de lo público y un disfrute de lo público para todos y todas lo hacemos con el convencimiento de que tanto los espacios como las instalaciones públicas deben ser vividas y valoradas como un bien común, por lo tanto en esa definición no entra la falta de respeto, ni el vandalismo.
No se puede poner puertas al campo, ni se puede regular absolutamente todo, mucho menos se puede poner un policía detrás de cada persona, por lo que a quienes creen que el césped de los campos de futbol son los lugares idóneos para las necesidades de su mascota, a quienes creen que las instalaciones deportivas son los sitios indicados para hacer botellón, a quienes creen que la madrugada es la mejor hora indicada jugar partidos, a quienes confunden los vestuarios con los campos de batalla o a quienes se pasean por la noches provistos de una cizalla para romper puertas yo les preguntaría ¿Qué sociedad quieres?…
¿Qué quieres ser de mayor?