De la Iglesia y los impuestos

GETAFE/La piedra de Sísifo (04/07/2017) – Podría empezar a lo bestia con un arranque tipo: “Ya iba siendo hora de poner en su sitio a esta mafia que enturbia todo lo que toca, siempre buscando beneficio de ello”. No lo voy a hacer, pero no porque no lo piense o no lo merezcan sino porque hay mucha gente que, de buena fe (o de buena Fe), cree y confía en ellos. Me estoy refiriendo en este caso a la Iglesia católica española y señalar con el dedo acusador a la Iglesia no significa señalar a los creyentes, se trata de poner el foco de la denuncia sobre unas prácticas que nada tienen que ver con los altos valores que predican, todo lo contrario.

Porque esta semana pasada hemos conocido que un tribunal europeo ha dictaminado que el Ayuntamiento de Getafe tenía razón al cobrar un impuesto al Colegio de la Inmaculada (los Escolapios de toda la vida) y, así espero que sea, abre la puerta a que el mayor terrateniente de España pague por fin todos los impuestos que, quienes nuestro reino SÍ es de este mundo, estamos obligados a pagar.

No sé si este dato es conocido por todo el mundo y debería serlo: Entre el dinero recibido directamente y el dinero NO pagado en impuestos, la Iglesia católica española recibe del Estado la friolera de 11.000 millones de euros. ¿Parece poco? Lo pondré de otra manera: 11.000.000.000 €, por encima del 1% del PIB español. Además, explota económicamente 110.000 bienes inmuebles (cuya titularidad es suya salvo que haya que ejecutar obras de mejora o reparación) por las que tampoco paga impuestos, posee alrededor de 150.000 hectáreas de tierras agrícolas en 8.000 pueblos, un sinfín de bienes suntuarios: joyas, obras de arte, participaciones en bolsa, letras del tesoro, depósitos y capital en fundaciones además de participación activa en el accionariado de medios de comunicación, entidades financieras y multitud de grupos empresariales de todo ámbito.

Sería lógico que una entidad tan saneada (eufemismo ridículo) pagase sus propios gastos como, por ejemplo, el salario de los profesores de religión a quienes ellos contratan, despiden y maltratan a voluntad; pues no, los pagamos todos los españoles, católicos o no, en un Estado aconfesional, según queda reflejado en la Constitución de 1978.

Por si eso fuera poco, se han apropiado de multitud de edificios pertenecientes al Patrimonio Nacional, por los que recaudan diariamente centenares de miles de euros de dinero negro que se añade a lo recolectado mediante el “paso del cepillo”, cuyo alcance nadie conoce y debería avergonzar a cualquier persona de bien.

La coletilla con la que salen (cuando su altanería les permite hablar del asunto) es que financian muchas iniciativas sociales que descargan al Estado de muchos gastos. Ese dato podría ser incierto si no fuera una flagrante mentira. Para el mantenimiento de entidades educativas perciben jugosas subvenciones que se suman a las “aportaciones” del alumnado; si hablamos de su reflejo en la sanidad, además de testimonial, también está financiado en buena parte por el Estado y si de Cáritas se trata, tienen las desfachatez de ponerlo como bandera cuando solo ponen el 2% de su presupuesto, el 98% restante sale de nuestros bolsillos. Se estima que cada español paga al año un canon obligatorio, mediante la declaración de la renta, de 5€.

Todo el mundo tiene derecho a tener las creencias que considere oportunas y la obligación de respetar las ajenas, aunque unas y otras pertenezcan a su círculo privado. Ahí, según mi humilde opinión, debiera comenzar y terminar la influencia de la religión en la vida pública. Para todo lo demás, el compromiso y la obligación de autofinanciarse, reconocidos por la propia Iglesia en el punto 5 de los Acuerdos Económicos recogidos en el Concordato firmado en 1979; se inclumplen con total desahogo, hasta tal punto que gran parte de los católicos desconocen su existencia.

Como en todos los casos similares, habrá quien se haya ofendido por el contenido de este artículo sin pararse a pensar que todos los datos que se aportan son ciertos, habrá quien se sienta dolido (y lamento haber contribuido a ello aun no siendo el responsable), habrá quien esté sorprendido por la magnitud de las cantidades y a quien no le importe lo que ha leído. Yo, en la parte que me toca, sé que he hecho algunos “amigos” más de los que ya tenía pero tenía que decirlo y decir, además, que me alegra que haya sido Getafe, mi “pueblo”, quien haya abierto esta puerta.

(Fuente: Informe de Europa Laica “Opacidad y Financiación de la Iglesia Católica”)

2 Comments

  1. Nico Flores

    5 julio, 2017 at 13:06

    Amigo Alfredo: Los impuestos y los servicios públicos son eso, PÚBLICOS, a disposición de todo el mundo y deben ser pagadas con nuestro impuestos. La religión que tenga cada uno es algo de su vida interior y no debe pasar de ahí. Mezclar ambas cosas es un ejercicio ventajista, cosa de la que la Iglesia Católica sabe mucho cuando le conviene como también las separa cuando se va a beneficiar. La definición de Mafia, desde luego que es la que mejor le cuadra.
    Repase un poco la mitología griega, no vaya a ser que descubra que el castigo de Sísifo no fue por su impiedad sino por desafiar a los dioses, su poder y engañar a la muerte varias veces.

    Un saludo

  2. Alfredo Sepúlveda

    4 julio, 2017 at 19:35

    El tema es tan manido como falso, por ello es posible que el autor haya escogido, como nombre, el de Sísifo, condenado por los dioses a realizar una actividad absurda. El castigo, probablemente por su impiedad, consistía en empujar una piedra cuesta arriba de una montaña que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, repitiéndose una y otra vez el frustrante proceso.
    La reflexión es tan legítima como cualquier otra, pero los datos no son correctos: Ni la Iglesia católica española recibe del Estado 11.000 millones de euros, ni contratan o despiden al profesorado de religión. A estos últimos solo los proponen, aunque ello más que bastante.
    De mis impuestos, y de la de otros muchos, se paga la educación de los hijos de los demás (Colegios, IES y Universidades públicas), pues yo no tengo hijos. Los transportes públicos que no utilizo o el sueldo de todos los políticos que, con su razonamiento, deberían ser pagados por los partidos políticos que los que se presentan, también salen de los impuestos del conjunto de los españoles.
    Esto no da para más, siempre será Sísifo. Un saludo