GETAFE/Grada Azulona (04/07/2017) – Aquella fría mañana de domingo había quedado con Jota, como otras veces, para ver al Geta. Él desde San Isidro; yo desde el Sector 3. Pero esta vez el cruce del Hospital era el lugar del encuentro… Iríamos como foráneos al campo del Lega. Siguiendo la carretera M-406 que nos unía, caminábamos risueños por las sendas y por el polígono industrial de Trinaranjus, solo por la posibilidad de ver un Lega-Geta. Yo conocía la ubicación del Municipal de Leganés porque unos tíos míos vivían en un edificio cercano.
Era el domingo 3 de diciembre de 1989.
Aunque Getafe y Leganés eran de los gallitos de la categoría, el partido fue un derbi de poco fútbol y mucha emoción, en la vieja tierra del campo del Leganés. Aquel año el Geta quedó segundo a cuatro puntos del Avilés Industrial y el Lega tercero. Recuerdo que esa temporada un ojeador del Real Valladolid seguía a Pedro Caballero, nuestro sempiterno arquero de los ochenta, y en el partido contra la Ponferradina fueron a verle… El Geta perdió 3-0 y Caballero pudo seguir en Las Margaritas y celebrar años después el ascenso a Segunda A.
Era el domingo 3 de diciembre de 1989.
A decir verdad, el recuerdo no me alcanza para decir cuánto pagamos por la entrada. Creo que 100 pesetas. Nosotros en Las Margaritas solíamos entrar acompañados de algún adulto, en esa ley no escrita de “el zagal debe ser el hijo de este aficionado”. Tampoco la conversación de regreso, que a buen seguro versaría sobre la música de nuestro grupo favorito. Jota tenía un año más que yo, éramos vecinos en San Isidro pero trabamos amistad cuando yo me trasladé al Sector Tres.
Los destinos de la vida hicieron que nos distanciáramos en la adolescencia, pero seguíamos coincidiendo por los bares y pubs de Getafe. Y el destino quiso que celebráramos el ascenso del 2004 en “El rey borracho” a golpe de Pachón.
Era el domingo 3 de diciembre de 1989.
Yo siempre me acordaré de aquel domingo soleado pero con algo gris. De lo simbólico que resultaba dos chavales casi imberbes, por sus medios, con su afición azulona, casi mintiendo en casa del verdadero destino de esa mañana, que no pensaban que el día de mañana cada uno seguiría su camino pero que habían sellado –por mucho más que el fútbol– una amistad atemporal.
Luego nos encontramos asiduamente en el Coliseum los primeros años del Geta en Primera, separados por apenas unas filas. Él iba con su chica, muy entusiasta, y vivían en Leganés. Luego dejaron de ir, una temporada, sin más.
Cada 3 de diciembre me acuerdo de Jota. Aquel Leganés-Getafe se quedó grabado para siempre en las estanterías de la memoria. Por la tarde, durante el consiguiente carrusel deportivo de turno, una luctuosa noticia recorría el espinazo: Fernando Martín se había matado en un accidente en la M-30, en la que murió otro conductor. El hecho de que fuera un deportista en plenitud, joven, que había jugado en la NBA… me resultaba especialmente irreal. Empequeñeció para siempre el 0-0 del partido de la mañana y nuestro hilarante viaje a Leganés.
Por eso, mi primer pensamiento tras el ascenso ante el Tenerife en el Coliseum fue para Jota. Que lo habrá disfrutado igual, como entonces, los éxitos azulones nos han llegado racionales, sosegados, sin excesivos sobresaltos pese a su grandeza. Siempre he imaginado qué hubiera supuesto para nosotros un ascenso tamaño entonces, con aquellas edades en las que el triunvirato fútbol, música y chicas gobernaban nuestras ilusiones. Y lo comprendo al instante y lo vivo a través de la felicidad que cualquier niña o niño del Getafe haya podido disfrutar con el logro de su equipo.
Por eso, la siguiente meta será haber rellenado los cromos del Getafe y del Leganés con mis hijos antes del próximo 3 de diciembre. Habré rellenado el álbum de los recuerdos una vez más.
Davizin
4 julio, 2017 at 15:48
Que bueno!!! Recordar esas mañanas de domingo, de panceta y bota de vino, del «puedo pasar con usted al campo, señor???»… Ademas un 3 de diciembre, yo hacia 14 años…