GETAFE/El rincón del lector (16/06/2017) – Hay calores relativos y calores absolutos. Se distinguen entre sí porque, mientras con los primeros hay discusiones sobre la intensidad del aire acondicionado, con los segundos hay unanimidad en ponerlo al máximo. La primera ola de calor de este año pertenece al segundo caso y únicamente se compite por ver quien exagera más.
Seamos objetivos, cuando ves que las moscas caen muertas a puñados por culpa del calor, es el momento de empezar a preocuparse. Yo estoy preocupado y mucho.
Afortunadamente, la televisión nos aconseja como una amorosa madre: No hacer ejercicio intenso a la intemperie y beber mucho líquido durante las horas más calurosas del día, ponerse a la sombra y tener cuidado con los abuelos y las criaturas. Que menos mal, que si no nos avisan somos capaces de ponernos a cavar una trinchera a las 3 de la tarde comiendo polvorones o, lo que es peor, obligamos a hacerlo al abuelo con un chocolate calentito como único refrigerio.
La sensación térmica que nos transmite el organismo es muy desagradable: sudor copioso por lugares donde nunca sospecharíamos que se pudiera sudar: los ojos, los dientes, las uñas, el oído interno (que transmite los sonidos como si estuviéramos sumergidos), también suda cada órgano del aparato digestivo, con demoledores efectos en nuestra ropa interior; sufrimos vahídos reiterados, unos temblores que harán de tus dientes las teclas de un piano o un estado de confusión mental cercano al de una borrachera, eso sí, gratuita.
El Ayuntamiento, con acierto, ha suspendido todas las actividades deportivas hasta que el calor remita y la comunidad educativa valora trasladar las clases a la noche, con gran regocijo par parte de los alumnos que convertirían la última semana de clase en una interminable fiesta de pijamas. Mención especial merece el momento de inspiración (o insolación severa) que, por un momento, trasladó al consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid al Club de la Comedia: Que los niños hagan abanicos doblando folios y luego los usen para darse aire. Pues podría hacerse, por qué no, aunque la papiroflexia ofrece elaboraciones más trabajadas componiendo armas, con efectos reales, que pondrían en un brete la integridad física del citado consejero, la mental no tiene arreglo.
Un dilema nos asalta por las calles: La proliferación de fuentes ornamentales, cuyo rumor produce un efecto balsámico en los encéfalos acalorados, va acompañada por un impulso difícilmente refrenable de darse una refrescante zambullida; ese impulso solo es detenido por la certeza de alimentación eléctrica en su interior para los focos que lucen ufanos por las noches. La cercanía de una muerte cierta solo nos deja la opción de elegir el modo de perecer, si de una deshidratación galopante que nos dejará sentados en un banco como un guiñapo menguante y arrugado o una electrocución entre estertores refrescantes.
Amigas y amigos que debéis asistir al trabajo a diario, tratad de convencer a vuestros jefes del riesgo que estáis corriendo con estas temperaturas y comprobaréis su altísimo nivel de humanidad, sobre todo si no tenéis (tenemos) la suerte de tener a mano una piscina donde chapotear, un aire acondicionado salvador o una sombra dotada de cómodo asiento y bebida fría.
La culpa es vuestra, os habéis pasado todo el invierno deseando que llegara el calor y lo habéis pedido tantas veces que ahora viene todo acumulado. Ya lo sabéis para otros años: A veces los deseos se cumplen…
Leo
18 junio, 2017 at 16:31
De bromas o de veras lo de esta calor es insoportable. Como pille al primo del rajoy le voy a freir los dos huevos en lo alto de un coche