GETAFE/La piedra de Sísifo (18/04/2017) – En la peculiar jerga política, se denomina ‘elecciones’ al momento que culmina una campaña electoral para dar comienzo a la siguiente. Esto sucede en todas las escalas donde se celebre un proceso electoral y las citadas campañas, como la música, se desenvuelven en función de un ritmo concreto que parte del tempo pausado, en la resaca electoral, va adquiriendo velocidad a medida que se acerca la fecha de la convocatoria y torna en frenesí desaforado cuando ya huele a urnas y papeletas.
En estas fechas, ya entrada la primavera de 2017, iniciamos un cada vez más pronunciado descenso que nos hará acelerar sin respiro hasta llegar a la meta situada en mayo de 2019. Ya veremos quién la cruza y quién se estrella en los muros que la flanquean y, entre los primeros, en qué orden llegarán. Lo que nadie duda es que ya van asomando su patita por debajo de la puerta las distintas estrategias que han adoptado unos y otros para, a la vez, lograr partidarios y desgastar a los rivales. ¿He dicho rivales? Quizá; en unos casos son rivales y en otras son enemigos íntimos. Veamos:
El Gobierno municipal de Sara Hernández debería empezar ya a recoger frutos de sus apuestas a medio plazo y comenzar a sembrar las actuaciones a corto para tener todo el paquete de logros presentable, en tiempo y forma, en el primer trimestre de 2019. Sin embargo, hay un par de factores que les traen por el camino de la amargura: Saben que, con los normales errores que se pueden cometer en la gestión pública de una ciudad de 182.000 habitantes, lo están haciendo razonablemente bien pero, un equipo de gobierno compuesto por 1+6+1 personas (alcaldesa, concejales del PSOE y concejal de IU), apoyados en un número limitado de asesores, está empezando a dar algunas muestras de lógico cansancio, necesitando coger algo de aire para oxigenar cerebro y músculos; aun así, lo que verdaderamente les tiene con el corazón encogido es la situación interna del partido, con unas primarias en el horizonte de resultado incierto, una aparente división en la calle Cuenca de gestión delicada y, lo que es peor, una tendencia sociológica general, de pérdida de votos, que no termina de revertirse. Ya lo puedes hacer todo perfecto que, si la tendencia general es de bajada, te va a lastrar en las urnas y viceversa.
El Partido Popular, aunque goza de un sólido suelo electoral, se va desangrando gota a gota por las heridas que las fundadas sospechas de corrupción vienen infligiendo a la gaviota, charrán, ave del paraíso o, tal vez, urraca que preside su logo. Lo patente es que el equipo de Juan Soler aparece enfangado en un albañal de apariencia, viscosidad, olor y sabor fecal y, su única esperanza, radica en sustituir ese equipo colocando en su lugar personas de Getafe, bien conocidas, y que en su mayor parte ya formaron parte del cartel electoral en anteriores convocatorias. De momento, para seguir administrando su menguante cuota de pantalla, se ha centrado en dos asuntos sobre los que te dan la charla aunque solo les hayas preguntado la hora: la limpieza y la delincuencia. Ambos dan para una jugosa alegoría de su mandato 2011-2015, pero eso es otra historia.
Ahora Getafe tiene unas cosas muy claras y otras un tanto borrosas: Tiene muy claro que sus rivales son el Partido Popular y Ciudadanos pero a quien han etiquetado como enemigo y puesto en todos los carteles de busca y captura, con el significativo añadido de “vivo o muerto, preferiblemente lo segundo”, es al PSOE. Su estrategia puede resumirse en tres palabras: “Cuanto peor, mejor” y se aplican a ella con denuedo. No hay otra explicación posible para su cerrazón inexplicada e inexplicable a negociar unos presupuestos municipales cuya NO aprobación condena prorrogar los de 2016 y a mantener un techo de gasto menguado que, aunque se disponga sobradamente de los recursos necesarios, impiden invertir nada menos que 4 millones de euros en proyectos que necesita la ciudad. Se mueven en el planteamiento esquizoide de exigir determinados gastos en programas sociales, movilizan su red ciudadana (de capa caída, por cierto) para reclamarlos con urgencia e impiden que se puedan llevar a cabo con su negativa a negociar. El summum de su paranoia se ha alcanzado con su negativa a un Reglamento de Participación Ciudadana que se modificó para incluir las enmiendas que introdujeron ellos mismos. También se ha convertido en costumbre que, a cada poco, una pelea interna cubra de fango el ahora escaso saldo de ilusión, que lucía esplendoroso allá por el remoto 2015. No es de extrañar que, fuera de su endogámico círculo de fieles, el gracejo popular haya pasado, de denominarles AG, a referirse a ellos como ¡AGG!
La influencia decisiva de la tendencia general del voto, se aprecia mejor que nadie en Ciudadanos. A escala local, me recuerdan a ese vecino que hay en todas las comunidades de propietarios, que da la razón a unos y otros y que presenta como suya la propuesta de pintar la escalera cuando ya sabe que es lo que quieren todos. Da lo mismo qué hagan, si la tendencia general es que C’s suba a nivel nacional, experimentará una subida local proporcional aunque se comporten como figuras de un Belén y, al revés, si se prevé bajada general, caerán en picado aunque hayan tenido cuatro años de trabajo estajanovista (de eso saben mucho en UPyD). En su grupo municipal lo saben y desean lo primero aunque temen (y mucho) lo segundo. Mantendrán su imagen de “cara amable” del Pleno, seguirán proponiendo que se pinte la escalera y apelarán a la sensatez para que todo siga igual, al menos para ellos.
Nos esperan un par de años apasionantes pero, no perdamos la calma, aunque nos vaticinen que el fin del mundo se producirá mañana, este no está en la agenda de ninguno de los contendientes. Me consta.