GETAFE/Akelarre (24/03/2017) – El Akelarre sigue, le pese a quien le pese. Tras el subidón del 8 de marzo, tenemos que seguir reflexionando, reivindicándonos y peleando en todos los espacios. Hoy quiero centrarme en la batalla del lenguaje.
Según la Real Academia Española:
Lenguaje: Conjunto de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente.
Vaya, comenzamos bien, el “hombre” es el que se manifiesta a través de este conjunto de sonidos articulados, veamos qué es lo que dice la RAE sobre el “hombre”.
Hombre: Ser animado racional, varón o mujer.
(Mmmm…vaya, el hombre engloba también a la mujer, pero cuidado ¿somos lo mismo? ¿O es este un caso de androcentrismo? Bien, veamos qué significa “androcentrismo”)
Androcentrismo: Visión del mundo y de las relaciones sociales centrada en el punto de vista masculino
Vale, ya lo voy pillando. Si Juan Manuel Fernández fue fundador y primer director en 1713 de la RAE y hasta 266 años después no entró la primera mujer a “La Academia” con la elección de Carmen Conde, supongo que dirían los miembrOs de esta “ilustre” institución: aglutinamos todo en torno a nosotros y ya está, “así economizamos”.
Entiendo que estaban muy centrados en sus pe… digo, puntos de vista masculinos que se les olvidó que incluyendo a las mujeres dentro de un masculino genérico/neutral, se nos relegaba a una existencia simbólica dependiente de la existencia masculina. Vamos se nos manda a un segundo plano.
¡¡Vaya que casualidad!! (Cosas de la biología, ja, ja, ja)
Si bien es cierto que de vez en cuando se enfoca al segundo plano, eso sí, de forma peyorativa: “Zorra”, “marimandona”, “bruja”, “loba”, “perra”, “puta” –en los casos más claros– pero el uso del “niña” desde una posición paternalista y condescendiente es muy habitual. Cuando hablamos, solemos dar connotaciones negativas a los términos relacionados con el femenino: “no seas una nena”, “corres como una chica” y un largo etcétera que seguro que se os vienen a la cabeza.
Por cierto, ¿vosotras habéis escuchado/ leído alguna vez que a Pedro Castro o a Juan Soler se les acusara de que lo que habían instaurado durante su gobierno era una “falocracia”? Yo nunca la verdad, pero en esta legislatura si que he leído que aquí había una “ginecocracia”(Otra casualidad). Personalmente soy más de “coñocracia”, pero esto lo dejaré para otro Akelarre.
No me gustaría acabar este artículo sin hacer una reflexión sobre por qué nos pasamos los días debatiendo si utilizamos “patria”, “pueblo” o “clase”, tirando de la cuerda para ver si es una “liberalización” o una “privatización”, si “obreras” o «precarias”, si “imputados” o “investigados”, si son “recortes” o “ajustes” y al lenguaje inclusivo se le deja de lado. De lo que trata es de señalar que estamos y somos por nosotras mismas, debemos ser nombradas y tenidas en cuenta.
El lenguaje refleja la realidad. Cambiar el lenguaje no cambia la realidad material de las mujeres pero el hecho de no nombrar nuestra situación y existencia nos aboca a que nuestras vidas y necesidades no se tengan en cuenta. Ya sabéis “lo que no se nombra no existe”
Nosotras exisitimos, le pese a quien le pese.
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