GETAFE/La voz de la experiencia (16/03/2017) – A lo largo de la Historia Moderna, la sociedad ha sufrido importantes cambios en el campo laboral, cambios en algunos momentos radicales: sobre estos y su evolución intento reflexionar.
En este periodo reciente y hasta nuestros días, hemos pasado en nuestro país etapas convulsas en el mundo del trabajo, motivadas por guerras, revoluciones agrícolas o industriales. El ser humano ha tenido que amoldarse a las nuevas situaciones, desplazándose del campo a la ciudad, o a otro país, teniendo que transformar su estilo de vida, aprendiendo nuevas cosas, técnicas, idiomas, etc.
Con la Revolución Industrial, los avances de las nuevas tecnologías y los nuevos descubrimientos científicos, la que la mayoría de la población logró grandes mejorías, avanzando en coberturas sociales, sanidad, educación, vivienda, etc, dando lugar a la llamada clase media.
Probablemente esta especie de confort generalizado ha ido dirigiéndonos, inculcándonos y grabándonos por todos los medios, una nueva forma de entender el trabajo, y han logrado convencernos de lo bueno y necesario que es el trabajo para el ser humano, pero dando una vuelta de tuerca más, consiguiendo una mayor precariedad y asumir la escasez, reduciendo la cantidad y la calidad del trabajo.
Estamos pasando de un trabajo que dignificaba al hombre, a convertirnos en esclavos voluntarios y agradecidos de unos trabajos escasos, mal pagados y esclavizadores, con disponibilidades permanentes, incluso en aquellos más precarios.
El filósofo Byung Chul Han dice: “El sistema neoliberal obliga al hombre a actuar como si fuera un empresario, competidor del otro, al que solo le une la relación de competencia. Esta sociedad de trabajo y rendimiento no es una sociedad libre”. “En esta sociedad de obligación, cada cual lleva consigo su campo de trabajos forzados. Y lo particular de esto consiste en que allí se es prisionero y celador, víctima y verdugo a la vez. Así uno se explota a sí mismo, haciendo posible la explotación sin dominio”. “Hoy nos volcamos con euforia en el trabajo hasta la fatiga crónica. Esa euforia excluye la posibilidad de una Revolución”.
Reconozco no tener la solución a esta gigante problemática, aunque tengo claro que no es, de ninguna manera, la deriva actual. Incluso podríamos apostar por cuántas décadas aguantará esta sociedad a este ritmo. Estamos en plena Revolución de la robótica y hay quien mantiene que con ciertas pautas favorecedoras, nos beneficiaremos para mejorar en tiempo libre, más empleos, menos desigualdad, y finalmente, más y mejor trabajo. Ojalá así sea.