GETAFE/La voz de la experiencia (07/03/2017) – La mujer está discriminada desde el principio de los tiempos, por supuesto de forma injusta, ya incluso en la época de las cavernas, donde el hombre dominaba por su fuerza.
Hoy hasta el más torpe de los seres humanos, sabe que la mujer supera al hombre en la mayoría de las funciones que desarrollamos a diario en nuestro entorno, pero la verdad es que en muy pocos casos, se les considera ni tan siquiera de igual a igual, siendo una excepción las escasas veces que se les reconoce su superioridad, pero a poco que analicemos seriamente, esto se da con más frecuencia de la que se imaginan, claro que normalmente, no nos interesa analizar estas cuestiones.
Yo sé, y ustedes saben, que no estoy descubriendo nada nuevo, todos hemos sido niños y hemos visto durante toda nuestra vida el comportamiento y trabajo de nuestras abuelas, madres, hermanas, vecinas etc., y aún más duro, si se trataba del mundo rural.
No pretendo arremeter contra nuestros abuelos y padres, pero tampoco podemos perpetuar comportamientos machistas, ni seguir abusando del trabajo de las mujeres o de su predisposición y dedicación para con la familia, ni de su sensibilidad y capacidad para dar amor, comprensión y atención a niños y los ancianos.
Decididamente, nuestra esperanza para conseguir un mundo mejor está en las mujeres, nos lo han demostrado hasta la saciedad, y aún sabiendo que no son perfectas, ni que todas son iguales, sí sabemos que son más constantes y trabajadoras, mejores administradoras y con más sensibilidad que la mayoría de los hombres en todos los campos.
A lo largo de la historia han sufrido y han tenido que amoldarse, primero para subsistir y ahora para superarse y superar tanta desigualdad. Yo trabajé en una empresa, donde las mujeres eran mayoría, pero eran muy pocas las que conseguían ser mandos intermedios, y ninguna, que yo recuerde, llegó a la alta dirección, y esto era lo habitual en toda España, y supongo que pasaría algo parecido en otros países. Conozco el comportamiento de las mujeres en el Sahara Occidental, son las que cuidan de su familia y educan a sus hijos como en casi todo el mundo, pero además organizan los campamentos, el reparto de víveres y enseres etc., pero no hay ni una ministra y dudo que al menos por ahora, llegue alguna a presidenta.
Seamos inteligentes, y dado que hoy tenemos más mujeres en la Universidad, que son tan capaces como los hombres en cualquier campo, que están superando lenta pero constantemente, años de marginación, que están igual o mejor preparadas que los hombres, y que todo indica que su ascenso es imparable, facilitémosles un poquito más las cosas, para que cuanto antes, tomen las riendas de empresas, partidos políticos, religiones y gobiernos, y muy posiblemente en pocos años, todos estaremos mejor.