OPINIÓN/La voz de la experiencia (23/02/2017) – ¿Hasta cuándo aguantará esta sociedad el aumento progresivo y diario de una desigualdad galopante? Me hago esta pregunta cada vez con más frecuencia y habitualmente termino dudando de casi todo, incluyéndome a mí mismo. Para el 90% de la población, que solo se dedican a sobrevivir, es difícil dar pasos al frente hoy, por temor a poner aún más en riesgo su supervivencia y la de sus hijos. Pero, ¿dónde quedó la lucha obrera de años atrás?
Hoy quiero referirme a este otro 10% en el que se encuentran los políticos de todos los colores, cada vez más fuera de la realidad de los pueblos y sus gentes, aunque con dignas excepciones en el campo local, y junto a ellos, grandes grupos de poder tanto económico financiero, industrial, terratenientes, eclesiástico, o judicial. Estos grupos que quizá no alcancen más allá del 5% pero que tienen en sus manos la capacidad y la posibilidad de cambiar esta tendencia a la desigualdad.
Primero por humanidad, deberían pararse mínimamente a pensar que esto no es una selva llena de bichos raros, por el contrario, son seres humanos con deseos tan elementales como querer comer todos los días y vivir con un mínimo de dignidad. En sus manos está que la mayoría volvamos a creer en el ser humano. En sus manos está que nadie tenga que avergonzarse de no ser capaz de alimentar, ilusionar y amar a su familia, y en sus manos está que el trabajo sea para dignificar a las personas y no para subsistir como un animal, o evitar que llegue el día en que tengamos que matarnos los unos a los otros.
Basta de echar balones fuera, poniendo como excusa que esto es de los otros y que ellos no pueden hacer mucho. Esto es de todos, pero fundamentalmente de ustedes, 5%, que pueden y deben ponerse ya manos a la obra, cada uno desde su posición, sin esperar que sean otros los que empiecen a actuar.
Ustedes y nosotros sabemos que hay un 1%, quizá menos, que son los que dominan la mayoría de las riquezas de este mundo, pero que no podemos esperar de ellos nada que no sea más avaricia, y que teniendo gran capacidad para mover este mundo a su antojo, si ustedes quieren, créanme que desde mi humilde opinión, pueden y deben trabajar para que las grandes desigualdades empiecen a reducirse, no les pido que se inviertan las tornas, ni tan siquiera que dejen de ser los más poderosos, solo que al contrario de lo que ha ocurrido en los últimos años, que cada vez más aumentaban las desigualdades, es necesario que las circunstancias motivadas por la acción de todos ustedes, empiecen a reducir las desigualdades, sencillamente porque esta sociedad no aguantará mucho más a este ritmo.