GETAFE/La piedra de Sísifo (24/01/2017) – El presupuesto participativo es una buena idea o no, depende de cómo se decida y ejecute pero, sobre todo, del concepto de reparto aplicado en cada ejercicio. En sus orígenes, procede de una fórmula introducida en la ciudad de Porto Alegre, al sur de Brasil, en 1988 (en realidad es una adaptación del modelo de la Comuna de París en 1871) tras asumir la alcaldía el Partido de los Trabajadores. Su éxito radicó en que las obras y reformas llevadas a cabo en una ciudad con graves problemas estructurales, había barrios sin alcantarillado, fueron asumidas como propias por sus habitantes quienes, cada año, veían mejorar ostensiblemente sus equipamientos y servicios gracias a su intervención directa. Había tanto por hacer que el mayor problema era decidir en qué orden.
El modelo se exportó con diferente aceptación por distintos países de Latinoamérica y aterrizó en España, concretamente en Guipúzcoa, en la década de los 90. La situación era muy distinta a la matriz brasileña y, con mayor o menor acierto, hubo que adaptar el modelo a nuestra realidad; menos requerida de grandes inversiones y más de atención al detalle.
Llegó a Getafe con el siglo XXI y tuvo un arranque titubeante, todo estaba teóricamente bien pero en los barrios no terminaba de calar. Los primeros años fueron de una participación escasa y, aún así, las obras ejecutadas fueron bien valoradas por los vecinos que, paulatinamente, se fueron animando a participar. Dado el poco margen de obras e instalaciones verdaderamente urgentes, la tendencia se derivó hacia lo estético y se abrió una puerta muy interesante sobre el papel: los programas de actuación.
Como casi todo en esta ciudad, la llegada del PP a la Alcaldía supuso un frenazo en seco y algún que otro retroceso democrático, como aquel Pleno celebrado el 5 de octubre de 2011, donde se aprobó obligar al Gobierno municipal a la ejecución de todos los proyectos aprobados en el Presupuesto Participativo de 2010 (por aquel entonces ya era bianual) y que el ínclito alcalde Soler resolvió con una de sus frases fetiche: “No me pidan entusiasmo”. Y tanto; en la campaña electoral de 2015, el Partido Popular nos “vendió” como propias la actuaciones en todos los barrios de Getafe que ya se encontró aprobadas (algunas incluso licitadas) a su llegada al poder, y que procedían del citado Presupuesto Participativo.
El regreso al poder del PSOE en 2015, con Sara Hernández a la cabeza, supuso poner otra vez en marcha toda la maquinaria social paralizada por el PP, presupuesto participativo incluido. En el ejercicio 2016 se recuperó pero demostró adolecer del mismo problema que en el final de su anterior etapa: artificiosidad, superficialidad y miopía.
A los 8 barrios que componían Getafe hay que sumarle otros dos y medio (Cerro Buenavista, Los Molinos y la necesaria separación de Centro y San Isidro). Los nuevos barrios, sobre todo, tienen un concepto urbanístico moderno, casas muy nuevas, vecinos jóvenes, lógicamente, y una cifra de nacimientos que crece día a día. Pero, por lo demás, se encuentran desprovistos de los equipamientos más imprescindibles: centros de salud, escuelas infantiles, colegios, centros cívicos, instalaciones deportivas, etc., con la consiguiente sensación de abandono por parte de la administración a los nuevos vecinos que, si bien pagan impuestos (con bonificaciones o sin ellas) de cuantía escandinava y gozan de servicios de calidad africana (es cierto que parte de esa carencia de equipamientos hay que atribuirla a la administración autonómica pero, con más motivo, hay que procurar que no falte la inversión municipal). De ahí mi propuesta.
Antes de formularla, permitidme unas consideraciones necesarias:
Conviene olvidarse del “aldeanismo” consistente en “exigir la parte que corresponde a mi barrio porque es mi barrio y punto. Lo que falte en otros es problema suyo”. El presupuesto es para toda la ciudad y habrá que aprender a votar lo que realmente hace falta no cualquier gasto prescindible solo porque esté en mi barrio.
Hacer un ejercicio de honradez democrática y dejar de lado la picaresca: cuando una entidad o colectivo presenta un propuesta (da lo mismo si es la más importante o la más superficial) moviliza a todas sus “fuerzas vivas” para que vayan a votar, llevarse el gato al agua y colgarse las medallas, quedándose sistemáticamente proyectos muy interesantes en el tintero porque se ha aprobado el del colectivo “tal”.
Si el Ayuntamiento tiene previsto acometer determinadas actuaciones de oficio, que rechace desde el principio las propuestas que tengan que ver con ellas (ya vienen de serie), en todo caso, que las complementen pero que el montante económico se destine a otra cosa.
Ahora mismo se destinan 300.000 € para cada uno de los 11 barrios que ascienden a un total de 3.300.000 €. Dedicar a las propuestas menores (las de ahora) la mitad (150.000 €) y liberar la otra mitad, 1.150.000 € a un gran proyecto de “alcance ciudad” (aunque sea un equipamiento específico para un barrio concreto) y que sería votado por todos los ciudadanos de Getafe. Si esta cuantía se quedase corta para realizar lo que se haya aprobado, se complementaría desde el propio Presupuesto Municipal.
Duplicar el montante de dinero destinado a programas, ya que habría proyectos muy interesantes que se quedarían por el camino al no alcanzar el dinero disponible.
Entiendo que esta sería una manera eficiente y equitativa de enjugar de la forma más rápida las diferencias de equipamiento y las necesidades que aún tienen nuestros barrios, sobre todo los de nueva creación. Por lo menos, estúdienlo.