GETAFE/Palabra de concejal (12/12/2016) – Es una pregunta que me hago constantemente. Desde luego, si lo comparamos con la época de nuestras abuelas, nadie dudará de que hemos avanzado. Incluso, mientras que mi madre seguía necesitando en muchas ocasiones pedir permiso a su padre o al mío (a su marido), yo soy una mujer mucho más libre. Yo hoy lo que pido es paso.
Pido paso gracias a que mi madre y mi abuela sí me enseñaron que como mujer no necesitaba ninguna tutela, que todas las mujeres podíamos llegar a ser grandes científicas, escritoras, maestras, empresarias y un largo etcétera, por muchas dificultades que encontrara. Y es innegable que las dificultades permanecen. A pesar de los múltiples avances, queda mucho camino por recorrer hacia la igualdad real. Por desgracia, hoy en día se sigue quebrando ese principio tan fundamental que, en teoría, recogen los Derechos Humanos y nuestra Constitución: la igualdad.
El ejemplo más claro de esa fractura está en todas las mujeres que han perdido y siguen perdiendo la vida en este camino. Semana sí y semana también nuestro desayuno se atraganta con una nueva víctima mortal de la violencia de género. Una mujer como tú o como yo, que un día se cruzó con un descerebrado que la agredió solo por el hecho de ser lo que somos. Si de algo pueden servir humildemente estas líneas, que sirvan de homenaje y recuerdo eterno.
Y si hablo en primera persona, tengo que reconocer que desde que entré en política me he visto obligada a vivir la crudeza del machismo, en mis propias carnes, y en las de mis compañeras. El ataque directo a su aspecto físico que sufrió Begoña Villacís cuando un concejal del PP en Galapagar afirmó “me parece a mí que se ha comido una fábrica de bollos, esta fondona”, supone un bochornoso ejemplo. Los insultos que soportaron mis compañeras Diputadas de C’s en el Congreso al salir una noche de la Cámara en las que unos energúmenos las calificaron de “putas” a gritos, es otro ejemplo más terrible aún; sobre todo porque esos mismos energúmenos habían sido aplaudidos pocos minutos antes por varios líderes nacionales de Podemos. Y por supuesto no me puedo olvidar de las declaraciones del diputado autonómico del PP y alcalde de Alcorcón, David Pérez: machismo rancio en todo su esplendor.
Pero ante este panorama, si de algo estoy convencida es de que nuestra sociedad presente merece que las mujeres, al igual que los hombres, no seamos juzgadas por nuestro aspecto físico ni cuestionadas en nuestra evolución profesional o proyección pública. Merecemos un tratamiento idéntico como personas, como ciudadanos y como profesionales que somos con independencia de nuestro sexo o identidad sexual.
Y yo me pregunto, ¿cuándo podremos las mujeres ser respetadas igual y tratadas con los mismos criterios que se aplican a los hombres?
La respuesta es sencilla: cuando seamos capaces de contar con un sistema educativo que establezca y aplique la igualdad como un valor fundamental, cuando la conciliación laboral sea una realidad, cuando madres y padres disfrutemos de permisos iguales por el nacimiento de nuestros hijos y cuando a partir del trabajo de todos consigamos un pacto nacional contra la violencia de género, ese día la igualdad estará mucho más cerca de la perfección.
Es largo el camino que queda por delante, pero es un camino imparable en la medida en la que cada vez más mujeres y hombres lo recorremos juntos. Nosotras seguiremos avanzando sin pedir ya permiso, simplemente, pediremos paso.